Neuquén, la ciudad que se transforma con otras ciudades

La gran capital enfrenta constantes desafíos ante el crecimiento imparable. El fenómeno de una urbe que todos los días se convierte en una enorme metrópoli.

La gran capital enfrenta constantes desafíos ante el crecimiento imparable. El fenómeno de una urbe que todos los días se convierte en una enorme metrópoli.

Mis padres se asombraban allá por la década del 80 lo grande que estaba Neuquén y de la manera increíble que estaba creciendo la ciudad. Se sorprendían cada vez que se inauguraba un barrio, se levantaba un edificio o simplemente veían cómo algunas calles se iban convirtiendo en grandes avenidas.

Era un asombro mutuo, aunque el de mi madre era todavía más grande porque ella había llegado a estas tierras a fines de los años 40 (casi dos décadas antes que mi padre) cuando la capital era realmente un pueblito con caminos de tierra y los vecinos se conocían todos.

De la misma manera me maravillé yo en mi adolescencia y juventud y lo sigo haciendo cada vez que recorro la ciudad que me vio nacer cada vez que voy al trabajo o salgo a hacer trámites o compras.

Es una urbe enorme, imponente, que ya no tiene casi nada de su esencia de origen, más allá de ese perfil cosmopolita y variopinto que tenía cuando comenzaron a llegar los primeros pioneros y que aún conserva. Cambió rápidamente en el paso de los años. Y durante las últimas décadas, de manera imparable.

La ciudad que se transforma
Lo más impactante de ese crecimiento y esa transformación se puede apreciar claramente dos veces en el día: en las primeras horas de la mañana cuando la ciudad se despierta y comienza a recibir a miles de personas que llegan a trabajar de distintos barrios y lugares cercanos y no tanto. Y cuando cae la tarde y todo el mundo se retira a descansar.

Es como si tres o cuatro pueblos se fusionaran de golpe convirtiendo a la ciudad madre en una gran región metropolitana donde las calles están a punto de colapsar con la cantidad de vehículos y gentes, el ritmo se vuelve cada vez más vertiginoso alrededor de oficinas, comercios y escuelas y el caos parece dominarlo todo hasta que se va acomodando de a poco a medida que transcurren las horas.

El crecimiento desbordado de la ciudad
En ese frenesí alocado (a veces estresante hasta el límite) vivimos los neuquinos, aunque disfrutando también muchas comodidades que dejó los avances del urbanismo, como lugares de recreación y espacios públicos dignos de los centros urbanos más importantes del país.

El gran desafío que queda hacia adelante (servicios, viviendas, tránsito, etc.), no es solo seguir creciendo sin colapsar en el intento, sino hacerlo sin perder la identidad que de a poco vamos alimentando y tratando de aceptar que nuevo fenómeno: el de las ciudades que se convierte en una sola: esta gran metrópoli que nos enoja, nos seduce y nos cobija.

Fuente: La Mañana Neuquén