Ordenar el tránsito en Guaymallén, una tarea para los jóvenes

Anahí Derrigo y Maxi Forconi, hicieron un alto en su tarea, para explicar cómo realizan su trabajo en las calles.

Anahí Derrigo y Maxi Forconi, hicieron un alto en su tarea, para explicar cómo realizan su trabajo en las calles.

Tres chicos de menos de 20 años integran el cuerpo de preventores municipal. Basan su trabajo en la responsabilidad y respeto.

La Agencia Municipal de Seguridad Vial de Guaymallén hizo una apuesta y la está sosteniendo. Contrató para integrar su plantel de calle a jóvenes, casi adolescentes, para la complicada tarea de ordenar el tránsito y contribuir a la seguridad general.

Tres de ellos suspendieron un rato sus tareas de ayer y contaron experiencias y aspiraciones. Son chicos con ganas de progresar.
Marcelo Sánchez tiene 19 y es vecino del barrio Páez Herrero, de El Bermejo. Anahí Derrigo, 19, es oriunda de Rodeo de la Cruz) y Maximiliano Forconi, también de 19 años, vive en el barrio Cadore, prácticamente pegado al Unimev. Tienen el común denominador de pertenecer a hogares de gente trabajadora, en los que estudiar sigue siendo un deseo familiar, aunque a veces no se puede materializar esa aspiración.

La primera pregunta fue por qué se habían unido al cuerpo de control vehicular municipal.

Marcelo Sánchez respondió: “Me gusta la tarea, ordenar, ayudar a la gente,  contribuir a prevenir incidentes de tránsito proponiendo el uso del cinturón de seguridad y las medidas que recomendamos”. Anahí Derrigo, por su parte, acotó: “No sabía nada de la actividad; cuando me invitaron a hacer los cursos preparatorios, me fui dando cuenta de qué se trataba y también creció el interés por la futura tarea.

Maxi Forconi contó: “Apenas terminé el secundario, me puse a buscar empleo. A veces miraba el ‘lío’ que es el nudo vial de Arenales y Acceso Este (vivo a 10 cuadras), y pensaba ‘qué difícil debe ser ordenar esto’, sin intuir que un tiempo después ésa sería una de mis tareas. Vine al municipio y enseguida me enganché en el sistema, luego de hacer la capacitación respectiva”.

El muchacho no sabe si su estatura puede haber influido para que lo tomaran: con 1,95 m es el más alto de todo el plantel.

A la chica se le consultó sobre cuál es la reacción del público al ser interpelado por una representante del mal llamado sexo débil. «En mi caso algunas situaciones se dan porque soy bajita de altura, y entonces me dicen: ‘¿Vos me vas a mandar a mí?’ Pero si te mantenés firme y respetuosa en el procedimiento, la situación se domina. No voy a negar que al principio me costó bastante cada intervención».

Sobre la capacitación a través de los cursos ofrecidos por la comuna, hubo momentos en que los instructores les causaron algunas penurias físicas, que en la jerga del entrenamiento se conoce como ‘ranear’, que es moverse con agilidad en la incómoda posición de cuclillas.
En el caso de Anahí, la decisión de incorporarse al cuerpo preventivo tuvo su discusión en el hogar: Lo explicó así: «Al principio mi papá se resistió un poco porque soy la única mujer en el seno familiar. El argumento era ‘cómo me iba a meter en un grupo donde todos son varones’. Pero, con el transcurrir del entrenamiento y la preparación, lo fue aceptando.

A la hora de responder sobre qué sienten como jóvenes responsables con su tarea, Marcelo destacó: “La idea es tratar de dar el ejemplo, pero con naturalidad, sin altanería. Mientras, Maxi aseguró: “A veces al detener un auto en el que van jóvenes como nosotros, se sorprenden. Algunos se desubican, pero son los menos, afortunadamente”.

Anahí, expresó: “Prefiero tratar a mis pares por los códigos y la comunicación que nos son afines, la misma forma de hablar, aunque a veces quieran sacar ventaja por esa misma razón. En cambio, una persona mayor puede intentar valer su experiencia en la calle frente a alguien como uno que es un novato.

-¿Cómo se corrigen esas interpretaciones de unos y otros?

-No hay otra forma que no sea hablando respetuosamente hasta que se comprenda la situación, que puede ser una falta vial o la omisión de tener algún determinado documento.

Los 3 jóvenes coincidieron en que servicios difíciles son los que se prestan en las escuelas, a la hora de entrada y salida de los alumnos.
«A veces esas prestaciones se convierten en un caos, porque hay padres que quieren dejar a los hijos tan cerca de las aulas como sea posible, inclusive a costa de cometer alguna infracción. Y bueno… no siempre es posible y tenemos que hacer respetar las señales y los lugares habilitados para detener los vehículos. Comprendemos que es una preocupación por los riesgos que pueden correr los chicos», explicó el lungo Maxi.

En este caso, el aporte de la preventora fue una crítica a los infaltables apurados. «En ocasiones, paramos el tránsito para que crucen alumnos o personas mayores, y no faltan quienes tocan bocina o se adelantan pese a nuestra indicación».

También se puso a consideración el hecho de que estos servidores públicos están uniformados y cumplen un horario de labor, pero luego se convierten en pibes normales, con las aspiraciones y actitudes de cualquier muchacho de su edad.

Sobre este tema, Marcelo comentó: «Corregí bastante mi comportamiento, mi disciplina, después de entrar a trabajar acá. Antes salía en grupo y tomaba. Ahora, si salgo a bailar, trato de beber poco, y nada si voy a manejar de vuelta, y procuro convencer a mis acompañantes».
Anahí también milita en el retorno seguro a casa en las ocasiones en que sale a divertirse con su barra de amigos. «En ocasiones me pongo cargosa y sacó las bebidas a mis amigos; me cargan, pero a regañadientes cumplen, sobre todo con los cinturones y no hablar por celular cuando se conduce».

Sobre el hecho de que muchos retornos al hogar se desmadran, los 3 chicos preventores coincidieron con el pensamiento de Maxi: «No sé, debe ser por un exceso de confianza, de no meditar que en un instante puede cambiar tu vida; regresar con tranquilidad tiene un poco de sabiduría y el placer de que podrás repetir la experiencia».

Fuente: Los Andes