Paraná: La contracción de la demanda del transporte público refleja la profundidad de la crisis

En abril cayó un 13,3% la cantidad de pasajeros de las líneas de colectivos. En unidades de los servicios de auto-transporte, los viajes se redujeron 40%

En abril cayó un 13,3% la cantidad de pasajeros de las líneas de colectivos. En unidades de los servicios de auto-transporte, los viajes se redujeron 40%

La disminución del uso de las distintas modalidades del transporte públicode pasajeros refleja la magnitud de la crisis económica que sufre el país. Con bolsillos ya vacíos a mitad de mes, recargar la tarjeta SUBE cada vez cuesta más a los usuarios diarios de ese servicio, frente al incremento del resto de los gastos de la vida diaria. Ni pensar en tomar un taxis o remises, convertidos casi en un servicio de privilegio en la actualidad.

Ya no se trata de si cada uno de esos servicios son o no caros: ocurre que hay un poder adquisitivo muy limitado, restringido, acotado, fundamentalmente en aquellos sectores sociales que demandan el transporte público.

Entonces solo se viaja lo estrictamente necesario; en aquellos casos casi por obligación o necesidad.

El colectivo urbano, principal medio de transporte, mostró una significativa caída en su uso, durante el mes de abril.

Datos oficiales a los que accedió UNO revelan que el mes pasado se concretaron 2.186.767 de viajes, un 13,3% menos que en abril de 2018, cuando se habían registrado 2.556.549.

El decrecimiento es una tendencia que se viene observando desde el inicio de año, y en cuatro meses perdió más de 800.000 pasajeros: en el acumulado de enero-abril de 2018 hubo 8.321.984 viajes, contra 7.673.759 del mismo período de este año.

El último aumento del boleto puede haber incidido en parte, pero la causa fundamental es que el poder adquisitivo de los salarios está licuado, cueste un pasaje 14,85, 20 o 22,80 pesos. Hay menor movilidad porque la actividad comercial e industrial está en caída libre; porque la inflación mensual carcome bruscamente los ingresos; y porque creció el número de desocupados afectando aquellos trabajadores que más utilizan el colectivo –como el comercio, la industria o el área de servicios–. Este contexto condiciona y restringe el movimiento diario de las personas.

El transporte público cruje en distintas metrópolis del país tras la eliminación del gobierno nacional del esquema de subsidios al sector. Esos aportes públicos vigentes desde 2002 pretendían evitar lo que está ocurriendo ahora: empresas casi sin rentabilidad y la necesidad de trasladar a tarifas los crecientes costos operativos diarios. Esta semana hubo un paro del servicio urbano en Gualeguaychú, en el marco de esta crisis sectorial; y tal como reflejó UNO ayer, el transporte interurbano provincial atraviesa una misma situación de emergencia.

El futuro del servicio de colectivos urbanos no ha sido debidamente analizado: el último dilatado debate sobre el aumento del pasaje provocó más posturas vinculadas a intereses políticos, que realistas y comprometidas basadas en garantizar la sustentabilidad de un sistema vital para el movimiento de una ciudad. Del mismo modo que hay deficiencias históricas en el servicio, hay un innegable y significativo aumento de costos operativos que sin subsidios, ahora presionan inevitablemente sobre las tarifas. En esa trampa del nuevo modelo impuesto por Nación –y aceptado por las provincias– se desenvuelve un servicio básico que es utilizado por los sectores de menores recursos.

La abrupta contracción de la demanda del transporte público se nota aún más en los servicios de taxis y remises. Autoridades de ambos sectores coinciden que la reducción de viajes oscila entre 40% y 50% respecto a un año atrás.

«Es un tobogán sin fin», graficó con elocuencia Juan Carlos Eberlé, presidente de la Cámara de Empresas de Remises de Paraná, ante la consulta de UNO. «La caída es significativa y permanente. Antes, los viajes caían a tres días de fin de mes, pero sucede apenas cruzamos la mitad del mes», planteó.

El servicio tiene una tarifa que no está regulada: el viaje mínimo tiene un valor que ronda los 50 pesos, según un promedio entre las 21 empresas que operan en la capital provincial, aunque el viaje más frecuente es aquel de un kilómetro –desde el centro hasta un par de cuadras más allá de Cinco Esquinas, por ejemplo–, y cuesta unos 100 pesos aproximadamente.

«El decrecimiento de nuestra actividad está a tono con la crisis que se vive. La gente no dispone de dinero extra y modifica sus hábitos de movilidad», agregó Eberlé.

En el caso de los taxis, la bajada de bandera tiene un valor de 38 pesos y 2,25 pesos cada 100 metros. Al notorio desfasaje entre aumentos de costos operativos –combustibles, seguros, repuestos– se suma como factor preocupante la escasez de viajes.

«El mes ya no tiene ni principio ni fin. Antes, en la semana de cobro de haberes del personal del Estado, había un buen movimiento; ahora todo el mes tiene muy baja actividad», razonó el histórico dirigente del sector de taxis, Eduardo Jacob, que esta semana anunció su retiro de la presidencia de la cámara que nuclea al sector. Y estimó también una contracción de viajes del 40% o más.

Esa tendencia de todo el transporte público solo contrasta con el crecimiento de uso el tren metropolitano, que une Colonia Avellaneda con Paraná. Con un valor simbólico de dos pesos, única línea y recorrido limitado, completa cada día hábil sus distintas formaciones.

Fuente: Uno