Puerto Deseado La mística de un lugar desconocido

Pingüinos de penacho amarillo, toninas overas, singulares cañadones rocosos, lobos y leones marinos, guanacos, choikes y maras, molles, matanegras y coirones, piratas, corsarios y rebeldía patagónica

Puerto Penacho te propone un flashback al año 1833, para encontrarte con un sitio único, conservado en el tiempo tal como lo retratara en aquel entonces Conrad Martens, ilustrador y paisajista que acompañó a Charles Darwin en su viaje alrededor del planeta.

Pingüinos de penacho amarillo, toninas overas, singulares cañadones rocosos, lobos y leones marinos, guanacos, choikes y maras, molles, matanegras y coirones, piratas,  corsarios y rebeldía patagónica latente entre muchos otros atractivos, adornan este particular escenario natural donde la historia y la geografía se enredan de manera única y cuyo metafórico telón, al final de cada día, suele ser un inigualable atardecer naranja que se extiende en el horizonte sin fin, hasta perderse al llegar la noche meridional, patrona de un firmamento oscuro y pleno de estrellas.

La mística de un lugar desconocido
“Deseado”, término cuya caprichosa síntesis es utilizada mayormente por las personas que habitan este particular poblado, encierra en sí mismo múltiples aspectos y coincidirán quienes lo conocen y seguramente también aquellos que lo visiten por primera vez, que la mística de ese sencillo vocablo no es exagerada. Aquellos que se armen de valor para recorrer esos solitarios, por momentos monótonos y por momentos sublimes, 120 km por la ruta provincial 281, que separan este extraordinario lugar de una de las principales arterias de Santa Cruz, la Patagonia y el país podrán dar fe de lo que aquí describimos.

Una experiencia distinta
En esta oportunidad queremos recomendar al viajero una experiencia distinta, una vivencia que quedará para siempre en su memoria y mediante la cual podrá recordar orgulloso que por un momento, en medio de la Patagonia costera, viajó al pasado y tuvo el enorme privilegio de ponerse en la piel del científico naturalista más relevante de todos los tiempos, Charles Darwin, tal como el mismo lo hiciera cuando allá por 1833 recorrió esta particular entrada del mar en el continente cuya antojadiza geografía se inmiscuye 42 kilómetros en la estepa patagónica.

Los artífices de esta original experiencia tienen nombre y apellido. Daniel Fueyo y Sebastián Ibiricu son los propietarios de Puerto Penacho, una pequeña empresa de turismo ubicada en la margen norte de la Ría Deseado que apostó a trascender las ya tradicionales recorridas por la ría para ofrecer al visitante nuevas alternativas como la que estamos prontos a vivir y que a continuación relatamos.

Primer parada en Estancia Cerro del Paso

Con un sol tímido asomándose por el este, cerca de las ocho de la mañana, iniciamos la jornada a bordo del vehículo todo terreno que comanda Daniel Fueyo, o Dany a secas como nos sugiere llamarlo. Entre charlas y mates, en un viaje grato plagado de anécdotas y atinadas descripciones, que transcurre durante una hora y media, recorremos alrededor de 100 km hasta nuestra primera parada, la estancia Cerro del Paso donde nos espera Juan, su propietario, quien luego de una afectuosa recepción nos invita a ingresar a la casa principal. Es un edifico centenario según nos explican mientras lo recorremos hasta llegar a la cocina, donde nos espera un nutrido desayuno campestre al que no le falta nada, pan casero, budines, té, café, mermeladas de la zona y por supuesto una charla amena donde abundan los detalles de lo que nos espera por conocer. A pesar del amigable entorno y las ricas delicias patagónicas, la ansiedad le gana al apetito y las ganas de descubrir son evidentes, Dany lo nota y nos invita continuar camino.

Continuando el viaje
Nuevamente a bordo de la camioneta recorremos el camino que gradualmente, entre raras formas rocosas y ante la impávida mirada de un pequeño zorro gris, nos transporta hacia la historia y de repente, ante nosotros se despliega majestuoso el mágico paisaje que hace 126 años plasmara Conrad Martens en una lámina idéntica a la que teníamos en nuestras manos. El silencio se adueña del entorno, la similitud es indescriptible, parece imposible que habiendo transcurrido más de un siglo, los mismos molles, las mismas rocas y cada aspecto de este increíble paisaje, hábilmente delineado por Martens, se haya mantenido impertérrito, como congelado en el tiempo. Si bien hay tanto por preguntar, tanto por aprender y por decir las palabras sobran y el silencio, brevemente perturbado por un suave viento del oeste, se transforma en el protagonista del lugar.

Un paisaje que ronda los 7000 años
Quien ha viajado mucho y después de haberlo intentado una y otra vez es plenamente consciente de que no hay fotos capaces de retratar con justicia lugares como este, sin embargo tomamos varias, con la expectativa de lograr alguna imagen digna de semejante paisaje. Aunque respetuoso de los tiempos, Dany sugiere seguir caminando y a unos 700 metros llegamos a otro lugar de singular belleza, que a su vez tiene un altísimo valor histórico. “Según la Universidad Nacional de la Plata tienen alrededor de 7000 años” indica Dany señalando una cueva en la roca que ostenta orgullosa pinturas rupestres creadas por los pueblos originarios de la zona.

La grieta rocosa que obnubiló a Charles Darwin
Nos resulta difícil asimilar que en medio de la nada, haya tanto para ver, para conocer y aprender. Como redoblando la apuesta y plenamente consciente de eso, Dany nos indica que lo acompañemos y mientras trepamos una escarpada saliente, nos relata parte de la historia de la estancia destacando que José Font o “facón grande”, uno de los líderes indiscutidos de la Patagonia rebelde, fue su primer propietario, posteriormente perteneció a Domingo Marsicano hasta que no hace mucho se vendió a sus actuales propietarios Marcelo Yelos y Juan Kuriger, la persona que amablemente nos recibió esta mañana. La charla entretiene y hace más amigable la dificultosa trepada y como si lo hubiese calculado, cuando Dany finaliza su relato, indica que prestemos atención a donde nos señala y una vez más el esplendor nos sorprende. Frente a nosotros se erige arrogante, la misma grieta rocosa que obnubiló a Darwin.

Una formación rocosa cuya particular perfil evoca a la virgen María
Los entornos se suceden uno tras otro y la sensación de felicidad se adueña de nuestros corazones. A quienes apreciamos la naturaleza, la historia y la geografía, sitios como estos nos completan. Continuamos el trayecto hasta que la caminata nuevamente se interrumpe ante una formación rocosa cuya particular perfil evoca a la virgen María. Quién hubiera pensado temprano en la mañana que horas más tarde la vida nos pondría ante esta caprichosa dicotomía que puso frente a nosotros la teoría de la evolución por un lado y la fe cristiana por el otro.

Almuerzo en la estancia
El cansancio y el apetito se comienzan a sentir y por primera desde que iniciamos la excursión miramos el reloj. “Llevamos casi cuatro horas desde que dejamos el casco de la estancia” comenta sonriente nuestro experimentado guía al notarlo y con la misma sonrisa que lo caracterizó durante todo el recorrido nos dijo “Ahora volvemos a la estancia y nos espera un rico almuerzo”. Y así fue, con una mesa repleta de deliciosos platos nos aguardaba nuevamente Juan y el comedor de la casa, iluminado por la luz natural de las ventanas, se colmó de charlas, risas y alegría que se extendió hasta la sobremesa.

Con la panza llena y el corazón contento iniciamos el último tramo de este increíble recorrido. Esta vez no fue la naturaleza quien nos sorprendió, Dany camina a paso firme, como si no quisiera que nos perdamos nada de lo que tiene para enseñarnos, hasta que llegamos a un importante edificio rústico, construido con rocas de la zona. “Este es el galpón de esquila” explicó y detalló pormenorizadamente las tareas que durante muchísimos años en su interior de desarrollaron. Finalmente caminamos hacia la costa, donde yacen inertes los pilares de lo que antiguamente fuera un embarcadero, mediante el cual la producción lanar que llegaba en carretones de todas las estancias de la zona, se enviaba en barco al muelle de Puerto Deseado.

Regresando a Puerto Deseado
Cuando caminábamos hacia la camioneta, el reloj marca poco más de las 17 horas, una rara sensación de tristeza nos aborda porque el día se termina y con él nuestra experiencia en el “el lugar más alejado del resto del mundo” como oportunamente lo definiera Charles Darwin. Iniciamos el retorno bajo un cielo que comienza a teñirse de naranja, atrás en el horizonte el casco de la estancia se pierde en la polvareda generada por la camioneta. Volvemos a Deseado, como adoptamos llamar a esta extraordinaria localidad y alrededor de las 19, la escénica entrada al pueblo se nos presenta nuevamente y Dany empieza a despedirse pero con absoluta naturalidad nos sugiere “Tienen que volver eh, todavía tenemos mucho por mostrarles”.

Fuente: La Opinión Austral