Punta Corral, peregrinación única en el mundo
70 mil almas por los senderos de Tumbaya y Tunalito hacia el santuario ubicado a 3.860 msnm.De ese total de peregrinos muy pocos alcanzan el abra, ese lugar más alto donde apareció la Virgen.
12/04/2017 TURISMO70 mil almas por los senderos de Tumbaya y Tunalito hacia el santuario ubicado a 3.860 msnm.De ese total de peregrinos muy pocos alcanzan el abra, ese lugar más alto donde apareció la Virgen.
Amanece en Punta Corral, la claridad del alba empieza a recortar los cerros de Estancia Vieja, donde hace 182 años se le apareció a don Pablo Méndez aquélla señora vestida de blanco y de cabellera reluciente.
Méndez era un lugareño dedicado a la cría de ganado, porque Punta Corral es como un oasis en medio de los cerros pedregosos. Cuando llueve, las montañas derraman el agua hacia donde hoy está el caserío y la capilla, formando un ciénego cuyo verde contrasta con el suelo ocre, por donde corre un arroyo de aguas cristalinas.
Corrales antiquísimos del tamaño de canchas de básquetbol y hechos de piedra y arenilla rodean el ciénego. En las laderas de los cerros los arbustos no superan los 30 centímetros de altura y tienen tal fortaleza que son capaces de extender sus raíces en medio de las piedras.
Frente a la capilla y alrededor de la plaza se elevan grandes sauces y álamos, un tanto atrofiados por lo riguroso del clima. Pero lo que más caracteriza al paisaje de Punta Corral son las cortaderas o colas de zorro que se levantan por todos lados.
La conciencia ambiental hizo que con el paso de los años se las respete más, porque eran víctimas de improvisadas fogatas de peregrinos acorralados por el frío.
Las 70 mil personas que este año subieron hasta la capilla de la Virgen, y otras cientos hasta el abra donde se produjo la aparición, en su mayoría cuidan el ambiente y las especies. Sin embargo todavía hay quienes arrojan los residuos por cualquier lado, o bien arrancan los pocos arbustos que hay para hacer fuego con sus secas y sufridas raíces.
Otra característica del lugar está en las piedras que lo cubren todo, pequeñas piedras de formas angulosas y que forman figuras caprichosas, tan rectilíneas que desafían la geometría.
Son esas mismas piedras que los peregrinos levantan para formar las apachetas al pie de las cruces y los calvarios.
El santuario más alto
La aparición de la virgen fue en lo alto del cerro, precisamente en el abra, a unos 4200 metros de altura sobre el nivel del mar y como a unos tres kilómetros de la capilla.
Hubo un año en que el entonces obispo Marcelo Palentini caminó hasta allí. Este cronista iba tras sus pasos sin poder alcanzarlo y tuvo que esperar hasta el final de las oraciones para hablar con él, una vez recobrado el oxígeno.
El padre Marcelo dijo en esa ocasión que ésta era la peregrinación cristiana de altura más convocante del mundo. Comentó que hay varios santuarios a lo largo y ancho del globo ubicados en las montañas pero que ninguno despierta tanta devoción y genera tanta convocatoria como Punta Corral. Eso lo tenía sorprendido.
Se sabe que en Latinoamérica hay peregrinaciones a grandes alturas en países como Perú y México.
Esta característica se da por la simbiosis de las culturas milenarias con la religiosidad cristiana traída del Viejo Continente y comandada por Roma. Las montañas siempre esconden lugares sagrados y parece que la humanidad, por naturaleza, aspira a llegar a las alturas para contemplar parte del mundo o bien para encontrarse con los dioses o consigo misma.
Esto es lo que ocurre en Punta Corral cada año y también en otras peregrinaciones no tan convocantes como la que se da en honor a la Virgen de Sixilera.
Con el paso de los años las peregrinaciones también se van transformando, no sólo por el número de asistentes sino por sus usos y costumbres.
«Es interesante ver el viaje sagrado: cómo se articula y cómo fueron cambiando las formas de peregrinar», señalan Fabián Flores y Cristina Carballo, investigadores del Conicet y docentes de la Universidad Nacional de Luján y de Quilmes.
Por ejemplo hay quienes peregrinan embargados por la fe y lo hacen solos, otros van en grupos de parroquias y están los que lo hacen por el desafío de llegar, en su mayoría jóvenes en busca de aventura o simplemente movidos por la curiosidad.
Desde Buenos Aires
Sergio y Juan son primos, ambos viven en Retiro, Buenos Aires, prácticamente desde que nacieron. Su familia es oriunda de Palpalá y ferviente devota de la Virgen de Copacabana de Punta Corral.
Es de noche y ambos ascienden hacia el santuario. Sopla un fuerte viento norte, lo cual fue una característica en esta semana que pasó, durante los días de peregrinación.
Para Sergio éste es su tercer ascenso y el último de una promesa que hizo por cuestiones de salud. Para Juan, en cambio, es la primera vez. Viene para conocer y para contagiarse de fe. Cuenta que trajo de Retiro un puñado de piedras, una por cada miembro de su familia, para depositarlas en las apachetas. «Le voy a pedir a la Virgen por el bienestar de mi familia», comenta.
En su mayoría, los caminantes piden por el bienestar de sus familias, por la salud de sus seres queridos o para que descanse en paz algún familiar fallecido. Eso es lo que expresan la mayoría de las intenciones de las misas y que se escuchan por los alto parlantes instalados como propaladoras alrededor de la capilla.
Este año también se escuchó decir a los caminantes que entre sus plegarias pedirían porque no sucedan más inundaciones. Francisco, un niño de 12 años de Purmamarca, dice que rezará para que no baje de nuevo el volcán que este año entró a su casa y que lo cubrió de barro hasta la cintura. «Yo voy a pedir para que nuestro país esté mejor», destaca una señora mientras descansa en el segundo calvario, luego se hacerse atender por los paramédicos del Same. Este año entre los peregrinos estuvo el gobernador Gerardo Morales, quien luego de la caminata hacia la escuela de Molulo, una vez más desafió a las montañas precordilleranas para pedir por la provincia, según contó a su regreso. Fue uno de los primeros en cargar la imagen de la virgen cuando emprendió el descenso a Tumbaya, el domingo a la madrugada.
Los volcanes
Por la quebrada que lleva a Punta Corral corre un río manso y transparente, alimentado por numerosos hilos de agua y vertientes que se van sumando a lo largo de su trayecto al río Grande. Todo parece en armonía pero no es así, porque si uno observa alrededor ve cómo gigantescos aluviones de piedra bajaron en las semanas previas, millones de toneladas de piedra que se vinieron abajo arrastradas por el agua, producto de las intensas lluvias. Este año potentes maquinarias pudieron acondicionar el camino hasta el segundo calvario, camino porque el que además de cuatriciclos, pueden ser surcados por camionetas cuatro por cuatro o camiones del ejército. Esas mismas máquinas removieron gigantes lenguas de barro y piedra para abrir camino a los promesantes y caminantes, porque está en la naturaleza del lugar un cambio furioso del lecho del río cada verano, en las lluvias previas a la Semana Santa.