¿Qué conmemoramos en el festejo del Éxodo Jujeño?

Para entenderlo veamos el contexto en el que se insertaron los acontecimientos. En 1808, la invasión napoleónica a España, produjo una crisis en la Corona y en las colonias españolas

Para entenderlo veamos el contexto en el que se insertaron los acontecimientos. En 1808, la invasión napoleónica a España, produjo una crisis en la Corona y en las colonias españolas. Las capitales virreinales tomaron distintos rumbos frente a la crisis de la monarquía hispánica: Buenos Aires dio inicio al movimiento revolucionario de 1810, mientras Lima mantuvo la fidelidad a la Monarquía. Ambas se enfrentaron, con ejércitos reclutados, a fin de incorporarse los territorios americanos a su causa, entre ellos el Alto Perú. Sin un ejército español (que luchaba en España) el virrey de Lima movilizó a criollos e indígenas que representaron los intereses monárquicos en América.

La ciudad de Jujuy y su jurisdicción actuaron como una muralla de contención de los invasores realistas y, al mismo tiempo, el escenario de la guerra de la Independencia en el norte rioplatense, hasta 1825. En los libros de Historia Argentina, las guerras de la Independencia abarcan los años 1810 a 1820; sin embargo, en territorio jujeño las batallas, escaramuzas, invasiones y saqueos a los pobladores de la Puna extendieron la guerra hasta 1825 (hasta la muerte del tenaz Pedro Antonio de Olañeta).

Durante los quince años de la guerra, el suelo jujeño fue el campamento del Ejercito del Norte en las tres avanzadas hacia el Alto Perú (1810, 1813 y 1814), brindando abastecimiento, arrieros, combatientes jóvenes y dinero (empréstitos); sufrió diez invasiones de las huestes realistas y fue ocupada tres veces (en 1812, en 1814 y en 1817) provocando los «éxodos o emigraciones» de sus habitantes. Cuando no hubo tiempo para preparar la partida, la ciudad fue sometida al saqueo casa por casa (1818 y 1819); en el campo, cada invasión estuvo seguida de robo, destrucción y rapiña. El tercer saqueo y ocupación fue frenado por hombres jujeños en 1821 (Día Grande de Jujuy).

Entonces, ¿Por qué conmemoramos el primer éxodo (los documentos de la época la llaman emigración, retirada o retrogrado? Y no los otros dos? Hay distintas respuestas, todas especulativas: quizás la figura de Belgrano le diera presencia «nacional» al acontecimiento local; quizás por el trauma de ser el primer desplazamiento masivo; quizás por la matanza de mujeres, niños y ancianos que venían realizando las tropas del general José Manuel de Goyeneche en Cochabamba y arrasando poblaciones a su paso hasta Tarija y Chichas. Lo cierto es que fue una emigración ordenada, sin ninguna destrucción de bienes, por orden expresa del General Belgrano (según sus cartas y las memorias de los testigos); tan ordenada que los comerciantes y hacendados pudieron sacar sus bienes con tiempo, los indígenas buscaron amparo en los cerros y los pobladores rezagados, los funcionarios y los refugiados partieron con el ejército en la mañana del 23 de agosto, mientras Belgrano permaneció en las inmediaciones hasta la medianoche, cuando recibió noticias de que las tropas realistas habían llegado a Yala y los emigrados a Monterrico. La segunda partida (éxodo) de la población fue rápida y desordenada, en la medida en que las tropas derrotadas en Ayohuma llegaban a Jujuy perseguidas por las huestes realistas; solo hubo tiempo de poner a salvo a los hombres, provocando el desmembramiento de las familias y no pocas vicisitudes a las mujeres. Mientras que en la tercera emigración (o éxodo), Jujuy fue invadida por 7.000 hombres (la mitad eran tropas españolas veteranas que venían de las guerras napoleónicas cuyo objetivo era arrasar los focos revolucionarios, como lo hicieron desde Venezuela a Chile; solo restaba destruir la revolución en el Alto Perú y Río de la Plata y llegar a Córdoba, Buenos Aires y Montevideo. Después de someter La Paz y Potosí, el destino era Jujuy, que estuvo ocupada por 5 meses, durante los cuales se destruyó la ciudad, saquearon los bienes públicos y privados, utilizaron las iglesias como cuarteles. Como recordaba el Cabildo, en esa oportunidad ‘el regreso al pago fue más doloroso que la retirada‘, pues nadie podía reconocer sus hogares.

Durante 15 años la guerra formó parte de la vida de los jujeños: invasiones, impuestos extraordinarios para solventar ambos ejércitos (realista y revolucionario), requisas, saqueos, robos, exiliosÓ Fue una coyuntura de guerra y militarización que cambió la vida de los habitantes de Jujuy, sin distinción social o étnica y sus efectos se hicieron sentir en todos los órdenes de la vida cotidiana. Lo que conmemoramos no es un acontecimiento, sino el recuerdo de esa epopeya que actualiza el valor demostrado por la población de Jujuy durante la guerra de la Independencia, poniendo en relevancia la entrega generosa de sus habitantes en la lucha por la libertad.

Fuente: El Tribuno