Quienes duermen en las calles en Rosario son cada vez mas jóvenes
El municipio reforzó este verano los dispositivos previstos de mayo a septiembre para esta población. Estiman que son 500 personas, y cada vez más jóvenes, quienes fluctúan sobre todo en el macrocentro
01/03/2023 MUNICIPIOSEl municipio reforzó este verano los dispositivos previstos de mayo a septiembre para esta población. Estiman que son 500 personas, y cada vez más jóvenes, quienes fluctúan sobre todo en el macrocentro
En los últimos días son reiteradas las publicaciones en redes sociales por parte de vecinos que advierten sobre personas o grupos instalados durante días y noches en veredas y umbrales, sobre todo en la zona centro. Los usuarios “denunciantes” dan direcciones específicas y reclaman a las autoridades que se ocupen ante una serie de postales urbanas que cualquier vecino o visitante comprueba con solo caminar por Rosario. En el municipio confirmaron que esta temporada por primera vez decidieron mantener el llamado Operativo Invierno, históricamente extendido desde mayo a septiembre para asistir a ciudadanos en situación de calle. Se calcula que esta población ronda las 500 personas y que su perfil en la pospandemia ha cambiado: quienes viven a la intemperie son más jóvenes que años atrás y están en mayor medida atravesados por el consumo problemático de sustancias.
En esa caracterización coincidieron el secretario de Desarrollo Humano y Hábitat de la Municipalidad, Nicolás Gianelloni, y la presidenta de la asociación civil “Me llaman calle”, Ximena Ascre.
En el inicio de 2023 “ante la compleja situación social” se mantuvieron por primera vez todos los dispositivos previstos para asistir a quienes se encuentran en la calle, cuenta Gianelloni. En primer lugar el refugio nocturno de Felipe Moré al 900, inaugurado en mayo, que es para varones, tiene 50 plazas y en estos meses “ha estado en funcionamiento pleno”. Por otro lado el espacio que opera por convenio con Cáritas para mujeres con hijos y un hostal abierto las 24 horas con 30 plazas en zona sur. “Transformamos el refugio de Grandoli y Ayolas para alojar a aquellos que deciden salir de la calle, para trabajar con ellos un nuevo proyecto de vida”, explica el funcionario. Se suman las “casas asistidas”, un programa para las personas que a su vez pasaron por el hostal, donde se les brinda contención y acompañamiento.
La guardia diurna y nocturna con personal especializado de la repartición no solo permite “un mapeo” de los casos -algunos crónicos- sino entrevistar a los individuos y grupos que se instalan en determinados puntos, a los que se intenta hacer ingresar al circuito descripto anteriormente, y cuya presencia los frentistas advierten a través de la línea telefónica 147. En ocasiones es necesario convocar a agentes de la Secretaría de Control y Convivencia, que de acuerdo a la respuesta que tengan y el panorama con el que se encuentren, por ejemplo ante la posible comisión de un ilícito, anotician a la autoridad policial o judicial.
“Ha cambiado mucho la población que está en la calle, es más joven y muchos tienen problemas de policonsumo (de sustancias)”, describe el secretario de Desarrollo Humano. “Han roto lazos comunitarios -con su familia, en el barrio- y se vuelcan sobre todo al macrocentro y a la zona de la terminal, donde cartonean o cuidan coches, tratan de sobrevivir a través de economías y circuitos informales, como por ejemplo recolección (de basura)”, amplía el funcionario, que basándose en el último censo sobre personas en situación de calle realizado hace dos años calcula que hoy rondan las 500.
“En la pospandemia vemos otro perfil (de vecinos que se alojan en el espacio público): situaciones de consumo a muy temprana edad, problemas de salud mental, discapacidades, ruptura de lazos sociales y familiares, el desdibujamiento del rol de la escuela que dejó a sectores importantes en estado de vulnerabilidad”, remata e insiste con que la apuesta es integrarlos a través de los dispositivos creados a tal fin (refugios, hostal, casas asistidas). Anunció que para el invierno se reforzarán los equipos.
La mirada desde la sociedad civil
Ximena Ascre es la presidenta de la ONG “Me llaman calle”, formada el año pasado por un grupo de amigos que ya venían trabajando en otras asociaciones similares con la misma población. Hoy son 40 en total los voluntarios que se turnan para realizar semanalmente una recorrida desde Oroño y Córdoba hasta el Monumento a la Bandera. Sólo en ese trayecto dan entre 85 y 100 raciones de alimento, cuenta la mujer de 45 años, que desde los 90 está involucrada con este tipo de ayudas a personas que residen de manera fija o transitoria en veredas, plazas y parques.
Desde su experiencia, observa que son más que en años anteriores. “La situación es espantosa”, califica sin bemoles. “No está ya la figura del hombre mayor que solíamos ver en una esquina, porque no llegan a viejos. No tienen más de 45 años aquellos que vemos consumidos. Hay mucha gente joven, madres muy jovencitas con sus chicos”, insiste Ascre y aclara que la organización no asiste sino que ayuda. “Tratamos de conversar, sobre todo de escuchar y no sofocar. Ese acompañamiento tiene un impacto en algún momento, es un hilo de convivencia externa a la calle”, afirma, aunque reconoce que en muchas oportunidades es complicado el diálogo.
“Me voy encontrando con gente nueva, sobre todo con pibada y con familias o grupos. A veces los ves y después los dejas de ver, creo que van y vienen del centro. La población es fluctuante”, completa. A diferencia de otras organizaciones, “Me llaman calle” hace sus recorridos de los jueves todo el año, no solo en invierno. Cree que la población en esta situación que pulula por el macrocentro no disminuye sino que en verano se desplaza hacia la línea del bajo (de Oroño y el río al Monumento).