Rosario: Antes iban a la biblioteca a leer, ahora sólo van a tomar la leche

En un centro cultural de barrio Alvear, el dictado de talleres deberá dar paso a la puesta en marcha de un comedor para los chicos.

En un centro cultural de barrio Alvear, el dictado de talleres deberá dar paso a la puesta en marcha de un comedor para los chicos.

La primera vez, la pregunta no llamó tanto la atención. Pero a medida que se repetía, cada vez con más insistencia, comenzó a sembrar inquietud. «¿Dan la copa de leche?», reclamaban las madres que, con varios niños, se acercaban a la biblioteca Mujeres de la Plaza, de Iriondo al 4200, en pleno barrio Alvear. «¿No hay nada para comer?», pedían los pibes que participaban de los talleres de ayuda escolar y después confesaban que lo último que se habían llevado a la panza era el almuerzo del comedor escolar. Nada más.

Elda Pedraza, alma máter del modesto centro cultural del distrito sudoeste, no sabía que responder. «Nosotros siempre apostamos por lo cultural, por hacer talleres de lectura, de periodismo, de escritura. Pero ahora tenemos que ofrecer también la copa de leche, porque la crisis golpea fuerte en las familias de estos chicos», dice la mujer que junto a otras diez vecinas comenzó a organizar desayunos y meriendas para contener a la pibada que llega a diario a la biblioteca.

«Siempre nos habíamos negado a dar de comer en la biblioteca. Pero los chicos no pueden aprender con el estómago vacío», advierte Pedraza, referente de una decena de mujeres que, hace diez años, inauguró una feria autogestiva en una de las plazas del barrio y el próximo sábado volverán a montarla, en un intento por «zafar de la crisis» (ver aparte).

Con otras necesidades

Con algo de lo que se recaude el próximo fin de semana, el martes 25 proyectan arrancar con la copa de leche, en principio, para los 50 chicas y chicos que, en dos turnos, participan de los talleres de apoyo escolar. Porque, afirma la mujer, «las letras, los números, los juegos y los cuentos, no parecen tan necesarios cuando la preocupación es que los chicos coman».

Las mujeres de la biblioteca conviven con la cara visible de lo que los economistas describen como una crisis y los funcionarios como una tormenta. Para ellas, recesión, caída del ingreso, aumento en los niveles de desempleo y la inflación que, sin piedad, infla los precios de los productos de primera necesidad no sólo son números. Tienen cara y apellido e imprimen en cada una de las familias del barrio historias particulares.

Un barrio de contrastes

Barrio Alvear ocupa un extenso territorio del sudoeste rosarino. Recostado sobre las vías del ferrocarril, hacia el norte limita con el bulevar Seguí, avenida Avellaneda hacia el oeste y Lamadrid al sur.

Entre esos corredores se tiene una geografía múltiple. Sobre avenida Francia crecen los chalecitos de clase media, con veredas sombreadas por los árboles.

En las calles interiores las viviendas conviven con pequeñas industrias, depósitos y talleres.

Los márgenes de las vías del ferrocarril Belgrano alojan a las casas más humildes, donde la necesidad se hace más palpable.

A partir de Avellaneda al 4200, crecen las manzanas más jóvenes del barrio, ocupadas en enero de 2012 por centenares de familias jóvenes, cansadas de vivir «como agregados» en la casa de «los viejos».

Sobre esas familias, dice Pedraza, el castigo de la crisis se hace más dramático. «Muchas son familias de inmigrantes paraguayos, que llegaron a la ciudad atraídos por el auge de la construcción. La mayoría son hijos de albañiles que en los últimos meses trabajan cada vez más salteado», describe.

Las tres escuelas públicas de la zona tienen servicio de comedor y copa de leche. Además hay dos comedores barriales que «están desbordados y no dan abasto para atender las necesidades de la gente», apunta Pedraza.

En ese escenario, la biblioteca se levanta como un espacio desde donde ayudar a transformar esas realidades. En una casita modesta con el frente pintado de rojo, se ofrecen múltiples actividades para movilizar a los más chicos, como movimiento con ritmo, malabarismo, folclore o apoyo escolar.

Para los adultos se suman cursos que permitan rebuscar un mango, como cerrajería, tejido o peluquería. También hay psicología y asesoría jurídica para atender situaciones de violencia.

«Hacemos mucho, pero a veces siento que en el barrio estamos sentados arriba de un volcán, que con muy poco puede estallar», señala Pedraza. Pero no baja los brazos. Al fin y al cabo, sabe que como decía el Che, la única lucha que se pierde es la que se abandona.

Cómo colaborar

La bilioteca Madres de la Plaza es una institución autogestiva que se mantiene con rifas, festivales o venta de empanadas que organizan los vecinos de barrio Alvear. Para arrancar con la copa de leche, además, están pidiendo donaciones de galletitas, cereales o yogures y enseres de cocina. Para ayudar, comunicarse al 153-251643.

Fuente: La Capital