Rosario: Cada vez más chicos comen en la escuela y los padres piden las sobras

Así lo aseguran los docentes que están encargados de las copas de leche y los almuerzos en las escuelas de los barrios más vulnerables

Así lo aseguran los docentes que están encargados de las copas de leche y los almuerzos en las escuelas de los barrios más vulnerables

«El ajuste se siente por todos lados», afirma Mónica Roberts, vicedirectora de la escuela Nº 1.380 Roberto Fontanarrosa mientras repasa la cantidad de chicos que fueron al colegio para pedir el mismo número de medialunas para la merienda. Las facturas no pueden sobrar, menos a fin de mes; el mate con leche tiene cada vez más mate y el yogurt es casi un lujo. Paradójicamente, cada vez son más los alumnos que toman la leche en el comedor escolar de la zona sudoeste. Y, según afirman las docentes, en los últimos meses también se acercan las madres «a pedir los restos de comida para servirlos a la hora de la cena».

La situación que describe la docente no es particular de esa zona de Circunvalación y Rouillón, donde crece el barrio toba, llamado Libertad. Ni son novedosas las peripecias que hacen las directoras de las escuelas para estirar los fondos destinados al comedor.

La cocina centralizada de Granadero Baigorria que abastece a comedores escolares registró un crecimiento en la demanda de raciones de casi el 10 por ciento, sólo en los últimos dos meses. El martes pasado, como publicó LaCapital, las autoridades del establecimiento mandaron un mail a las escuelas advirtiendo que tendrían que «readecuar los menús» para «cumplir con el presupuesto asignado».

La nota no causó grandes sorpresas. Desde comienzos de mes, señalaron varios docentes, las hamburguesas o las supremas empezaron a hacerse cada vez menos frecuentes, y fueron reemplazadas por guisos, de arroz o de lentejas, según el día.

A la escuela Fontanarrosa llegan las raciones que se preparan en la cocina centralizada. Son 470 platos, de los casi 14 mil que se elaboran a diario. Hace unos años, las raciones eran menos.

«Antes los chicos preguntaban qué había de comer, y si no les gustaba el menú, no iban al comedor. Ahora viene todo el mundo a comer haya lo que haya», cuenta la vicedirectora y asegura que el aumento de comensales se sintió con fuerza este año, tanto como los relatos de las familias que perdieron sus trabajos o sus changas.

Con las meriendas, pasa lo mismo. «Antes algunos no tomaban leche porque no les gustaba, ahora no eligen nada. A la mañana vemos eso sobre todo, preguntan varias veces a qué hora se toma la leche», señala Roberts. La misma demanda se escucha a la salida, pero esta vez son los padres quienes preguntan si sobró algo del comedor.

Roberts lleva 20 años como docente, 18 en la misma escuela de zona sur, y advierte que hace «más de diez años» que los maestros no tenían que atender tantas demandas sociales. «Con los útiles pasa lo mismo. Antes los chicos tenían todas sus cosas, ahora nos piden cuadernos y lápices. Y también el calzado, creo que este mes tuvimos que conseguir zapatillas para 20 o 30 chicos que no tenían con qué venir a la escuela», relata.

Con el tupper

Roque Barreto es docente de la escuela Nº 1.162, de barrio Matheu, un colegio donde asisten unos 514 chicos, y muchos almuerzan allí. «En esta escuela el número de raciones se mantiene más o menos estable. Lo que sí se ve es que los chicos piden repetir más veces la merienda y también que hay mucha más demanda de padres que vienen a buscar comida con los tupper», asegura.

Para garantizar la merienda, a la escuela llegan $ 4,60 de la provincia y $ 0,68 de Nación por cada niño. Números que con el crecimiento del precio de los alimentos obligan a verdaderos ejercicios de economía para poder ofrecer leche, alfajores o galletitas. La tarea queda en manos de las directoras.

El menú más preciado

En la cocina de la escuela Nº 84 José Mármol se preparan a diario unos 300 platos para el comedor escolar y otros 300 para la escuela Nº 681, también de la zona de barrio Ludueña. Carlos Martín lleva 22 años como cocinero en la escuela Nº 84.

«Nosotros no vemos un gran crecimiento de la demanda. Si pasa que vienen sí o sí, no faltan nunca. Antes los chicos comían algunos días en la casa y otros en el comedor. Ahora vienen todos los días», afirma.

El menú de ayer fue milanesas, el de hoy será ravioles con salsa. El presupuesto para cada plato es de unos 15 pesos ($ 13,48 de la provincia y $ 1,61 de Nación). «Los números los maneja el ecónomo, pero se puede cocinar rico y variado. Es imposible darles carne los cinco días a la semana, pero incluimos mucho pollo, cerdo. Lo que más les gusta a los chicos es el pollo al horno, y tratamos de dárselo mínimo dos veces al mes», repasa.

No es fácil. «Hay que controlar a los proveedores, la lista de precios, buscar la forma, pero tironeando se puede mantener el nivel de las raciones», dice Carlos. Aunque los precios aumenten y aunque cada vez haya más chicos en la mesa.

Fuente: La Capital