Rosario: El primer secundario virtual entre municipio y UNR ya tiene 160 estudiantes

"Otra vuelta" es una extensión de la nueva Escuela en Ciencias Sociales de la Universidad que a partir de este año comenzó a articula en los barrios a través de los espacios territoriales del Nueva Oportunidad. Una forma colectiva de terminar la escuela

«Otra vuelta» es una extensión de la nueva Escuela en Ciencias Sociales de la Universidad que a partir de este año comenzó a articula en los barrios a través de los espacios territoriales del Nueva Oportunidad. Una forma colectiva de terminar la escuela

Soledad Nace arranca una nueva unidad en el salón del primer piso del polideportivo Parque del Mercado, en la zona sur, y propone nada menos que hablar sobre el derecho a la educación. Despliega leyes y conceptos, desarrolla ideas en conjunto y al mismo tiempo todo eso sucede en un aula habitada no solo por la docente y sus alumnos, también están los acompañantes -figuras centrales en este proceso de aprendizaje- y los chicos, esos hijos de los adultos que se proponen terminar el secundario y que no tenían a quién dejar al cuidado. «Nada de eso debe ser un obstáculo», dice la docente con plena convicción de que «nadie aprende en soledad. La única diferencia es que en la educación de los niños y los adolescentes se plantea el acompañamiento de la familia, de la comunidad y de un colectivo, que a los jóvenes y adultos no se les da, pero que también necesitan. Reconocer que en la educación todos necesitamos de otres».

Un poco de todo eso -de terminar el secundario cuando la escuela tradicional o incluso las alternativas para adultos no dieron las condiciones, de construir espacios de aprendizajes colectivos y de hacerlo en sus propios territorios- se trata «Otra vuelta». La propuesta la lleva adelante la Universidad Nacional de Rosario (UNR) a través de su nueva escuela secundaria con orientación en ciencias sociales y humanísticas, y que en los barrios se lleva adelante a través del Programa Comunidades Digitales del Nueva Oportunidad, que viene trabajando en la inclusión de jóvenes y adolescentes a través de espacios de capacitación, contención y acompañamiento con organizaciones sociales.

En los hechos, tras una prueba piloto hecha en 2021 en el Distrito Oeste, este año ya son 35 los estudiantes que solo allí ya transitan el segundo de los cinco módulos previstos, un trayecto total de dos años y seis meses estipulado desde el inicio hasta la finalización del cursado.

Formalmente, el primer bachillerato virtual de la UNR se puso en marcha este año y en seis anclajes de la ciudad son más de 160 los que están cursando. Incluso en algunos barrios con una «alta demanda» que quedó por fuera de las inscripciones y que espera sumarse en las próximas cohortes.

Víctor Zapata, coordinador de las áreas educativas del Nueva Oportunidad, señaló que se trata «de la primera escuela secundaria universitaria que se cursa de manera semipresencial en el país» y remarca varias de las características no solo del funcionamiento de la experiencia, sino además de la propia conformación de los espacios y quienes los integran.

«Los chicos en todos los casos vienen ya de procesos de trabajo a través de diferentes organizaciones, lo que hace que lleguen a un espacio donde concurren presencialmente dos veces a la semana, con un fuerte hincapié en la grupalidad, pero donde además trabajan en el resto de los días a través de los espacios de las Comunidades Digitales del Nueva Oportunidad y eso lo hacen con acompañantes, que son figuras presentes más allá de los docentes», detalló.

Es que justamente la experiencia educativa de «Otra vuelva» es la primera en reconocer en el proceso de aprendizaje no solo a los profesores y docentes que son parte fundamental en la formación en cada uno de los cinco módulos, sino además a los referentes territoriales de los jóvenes que están también presentes y que muchas veces ayudan a resolver esas trabas «extraescolares», que son las más de las veces las que los terminaron expulsando de las escuelas y espacios educativos tradicionales.

«La escuela lo que hace es formalizar el acompañamiento, porque los chicos se inscriben a través de organizaciones donde vienen de un proceso donde hay referentes territoriales y la escuela también reconoce ese rol que es el construye tejido en el territorio, permite sostener el proceso, los reconecta si es necesario, acompaña las tareas y reconoce su trayecto», explica Zapata, que además no deja de señalar la conflictividad que muchos de los chicos tienen en los territorios donde funcionan las 46 comunidades digitales del Nueva Oportunidad.

De la poesía al secundario
«La poesía es el patrón de las emociones. / Una poesía tiene aroma a café. / La poesía es como ir un día de pesca. / Una poesía es una familia más. / La poesía se parece al sol del amanecer. / Una poesía es una estrella más en el universo. / La poesía es a veces un latir del corazón, / unas cataratas, un viaje, / una parálisis, un descontrol, / un buen mate amargo bien cebado. / La poesía es como comerte un helado / en la primavera».

Cucho, como todos le dicen aunque se llama José Carlos Asencio, llegó antes que al secundario a la poesía, al rap en los talleres de la zona oeste porque él es de barrio Bella Vista. E incluso el año pasado no solo fue parte del grupo inicial que hizo la prueba piloto en el inicio del programa «Otra vuelva», sino que además formó parte de «Reverso», el libro que publicaron desde los talleres de poesía.

«En el barrio siempre hay problemas. Escribo la realidad de lo que sucede, pero a veces también hago canciones de amor», dice remarcando la r y reconociendo después que «el amor pasa mucho también en el barrio». Al secundario llegó a través de Álvaro, que se lo propuso.

«Me puso feliz, me dijo que no era una escuela normal y lo agarré fuerte para seguir adelante», cuenta en el Distrito Oeste, el lugar donde va dos veces a la semana para cursar y reconoce que «lo que mejor de la escuela es que todo es en grupo y hay una energía muy buena».

Belén, compañera de clase ya en el segundo módulo entre los 35 que cursan en oeste, viene desde el barrio Toba de Roullión y más de una vez con Amaia, su nena más chica. La más grande ya tiene 15 años, apenas algo más de la edad que tenía ella cuando dejó el secundario del barrio.

«Se me complicó con el nacimiento de ella, intenté dos veces en un Eempa, pero tuve que dejar, se hacía difícil y estaba poco con mi hija», dice la joven de 29 años que es parte desde hace seis de los espacios del Nueva Oportunidad, que pasó por varios espacios de capacitación y ahora acompaña a otros adolescentes y que ahora se sumó a la escuela y buscó sumar a otras jóvenes.

«Les dije a muchas de las chicas del barrio. Algunas me creyeron y otras no, somos siete las que estamos viniendo desde allá para hacer la escuela acá», contó.

De puertas abiertas
El aula del Parque del Mercado es un área de convivencia en una de las zonas más hostiles de la ciudad en los últimos tiempos y así lo reconocen los propios coordinadores del Nueva Oportunidad. Ese sur dividido por los conflictos entre los territorios del barrio Municipal, las torres de Grandoli y Gutiérrez, las propias calles de Tablada, el sector de Villa Manuelita y la zona misma del Parque del Mercado se reconfigura de una manera diferente en el aula de puertas abiertas frente al cual está Soledad dos veces a la semana y donde muchos de los habitantes de esas diferentes zonas, se encuentran.

«Acá todos conviven», dicen los coordinadores. Y hacen mucho más que eso en un espacio de aprendizaje abierto y que busca ser de construcción colectiva.

Leila es acompañante en varios espacios del Nueva Oportunidad desde hace tiempo, sin embargo, en sus intentos de terminar el secundario desde que lo dejó a los 13 años, esta es la primera vez que logra resolver «las formalidades de papeles» que le obstaculizaban el cursado por haber venido de Entre Ríos. A la clase va con sus hijos, uno compañero y otro de acompañante.

«La idea es que todos estamos involucrados en esto de venir a la escuela y educarnos, así que si tenemos que venir con nuestros hijes o personas o cargo, eso no puede significar no venir, sino que que vamos encontrar la manera de que se involucren en la cosa educativa», explicó Soledad.

Florencia, de barrio Moreno, llegó a través de un compañero de militancia y Franco, que consiguió trabajo, necesita el título. «Ya muchas puertas se me cerraron por no tener secundario», dijo.

En el aula, además de Soledad están los acompañantes, los que ceban el mate, preguntan cómo están, acompañan en las tensiones extraescolares y también en las escolares propiamente dichas.

«Todos tenemos en algún momento la necesidad de que alguien, un externo se nos siente al lado y nos diga que podemos hacerlo», aseguraron, convencidos de que «esta es una figura que está en este espacio y en forma acotada, pero es un modelo que las experiencias y las frustraciones en los tránsitos escolares de quienes están ahora acá, muestran que debería amplificarse y universalizarse».

Fuente: La Capital