Salta: Un merendero que ya no tiene espacio por el incremento de gente

A principios de año asistía a 70 personas y hoy van 380.

A principios de año asistía a 70 personas y hoy van 380.

Marina tiene a su cargo un merendero comunitario que en cualquier momento se transforma en comedor.

Lo que empuja a esta transformación es que el merendero pasó de contener a 70 niños, en enero de este año, a asistir a más de 380 personas en este septiembre de Milagro salteño.

«Ahora vienen a comer familias completas, los viejos, hasta los estudiantes de la UNSa que son del interior vienen porque la plata ya no alcanza para nada», dijo Marina conmoviendo al equipo de El Tribuno que se llegó hasta la manzana 405 B, lote 8, entre las calles Raúl Galán y Arrayanes, del barrio 17 de Octubre donde funciona el merendero San Cayetano a partir de las 15. Ya por costumbre una «tropa» de mujeres arranca cocinando a esa hora y concluyen ya entrada la noche.

Para tener una idea, dos fardos de azúcar «que ya no endulzan» les dura solo tres días por la cantidad de gente que llega.

En consecuencia, desde hace un tiempo las mujeres que allí trabajan comenzaron a dejar las colaciones y los postres de merienda para comenzar a preparar comidas abundantes para que las personas se lleven a sus hogares.

«Nosotros ya estamos calculando que la cantidad de personas va a seguir aumentando y es por eso que estamos preparando los espacios para contener a tanta gente. El tema es que si antes nos faltaba ahora es peor», aseguró Marina.

La Municipalidad ayuda con algo a través de la Panadería Social y más son los vecinos amigos que colaboran con una bolsa de cebollas, un horno prestado o madera, porque la garrafa de 10 kilos, en un quiosco de zona norte, cuesta más de 350 pesos. Lo otro que se convirtió en algo inalcanzable es la harina que ya superó los mil pesos la bolsa.

Ahora bien, se trata de un merendero-comedor que tiene una lógica diferente a otros: no pide sino que recauda sus propios recursos.

Hace un tiempo llegó una persona solidaria y les enseñó a cocinar galletas de semillas y otras integrales las cuales salen a vender para recaudar fondos especialmente para la compra de carne.

Luego se animaron a vender pan casero y ahora hasta tortillas a la parrilla venden en esa esquina gris áspera de ripio y tierra.

«Acá están hablando mucho de estallido social y de saqueos, pero yo le quiero decir a la comunidad en general que los pobres tenemos dignidad. Podremos no tener para comer, pero nos rebuscamos como sea para compartir, para trabajar en comunidad. Nosotros no vamos a ir a saquear ningún supermercado ni comercio de nuestros vecinos. A eso lo promueven algunos que son delincuentes, nosotros no robamos. Vendemos nuestras galletas para comprar comida», dijo Marina.

Tienen una dignidad de hierro, pero se puede ver que necesitan de todo para afrontar este aumento exponencial de personas a las que asisten.

Necesitan ollas, platos, cubiertos, tazas, jarras, banquetas, tablones para mesas. Comen en tandas porque siempre calcularon para 70 niños y ahora aumenta mes a mes. También hace falta siempre harina, carne, verduras, mercaderías varias y mucha leña.

Para colaborar o por mayor información comunicarse directamente con Marina al teléfono 156-377996.

«El máximo sueño de nosotros es tener un frezzer porque así podríamos comprar mayor cantidad de carne a mejor precio», dijo la mujer.

Fuente: El Tribuno