Unos 60 grupos familiares con niños mendigan en las calles de Santa Fe

El dato -estimativo- se desprende de un relevamiento que realiza el Área de Política Social del municipio. Las infancias y adolescencias más vulnerables quedaron muy afectadas por el coletazo del Covid-19. Cómo son las estrategias de asistencia y acompañamiento.

El dato -estimativo- se desprende de un relevamiento que realiza el Área de Política Social del municipio. Las infancias y adolescencias más vulnerables quedaron muy afectadas por el coletazo del Covid-19. Cómo son las estrategias de asistencia y acompañamiento.

En la ciudad, hay unos 60 grupos familiares con algún niño o niña que están en situación de mendicidad, es decir, que realizan algún tipo de actividad vinculada a la subsistencia en la calle -no sólo pedir limosna, sino también vender informalmente flores o bolsas de residuos, por ejemplo-. Esos menores están acompañando a algún adulto o realizando ellos mismos esas tareas.

El dato es preliminar y estimativo, se desprende de un relevamiento que está en marcha -comenzó en octubre del año pasado-, y es realizado por los equipos de territorio del área de Acción Social del municipio, junto con la ONG Juanito Laguna. Ese número es un «piso»: puede haber más grupos familiares en esta situación dentro de una capital de más de 400 mil habitantes.

Pero esa cifra per se es fría; oculta una realidad social muy compleja y de múltiples aristas. Quizás represente una parte de la pobreza estructural de décadas, y también la «nueva pobreza» que va produciendo la propia pandemia: es que en los barrios, con la crisis socioeconómica, se cortaron las changas, los pequeños trabajos de albañilería, el servicio de cuidado de personas mayores. Y la calle se vuelve a veces el único espacio para la subsistencia de muchas familias.

«El trabajo en territorio que venimos realizando es de una profundidad que va más allá del dato o de cuántas fichas de relevamiento se hicieron. Desde el municipio, el objetivo de este trabajo es poner en tema, en agenda la problemática, visibilizarla», pone en contexto en diálogo con El Litoral María Victoria Rey, secretaria de Políticas de Cuidados y Acción Social del municipio.

Alta movilidad
La mayoría de estos grupos de personas vulnerables proviene del norte y noroeste, incluso de Recreo y de Ángel Gallardo. Con respecto al género de los menores, hay más niños que niñas pidiendo limosna; y la franja etaria es variada: va hasta los 18 años.

Existe una gran movilidad entre estas personas: van de un punto a otro del ejido urbano Es una población dinámica porque las familias con sus niños en situación de mendicidad se van trasladando en función de los lugares que consideren más oportunos para lograr esa subsistencia cotidiana.

Los equipos de trabajo social no toman como referencia sólo el micro y macrocentro, que es donde más se visibilizaba la problemática. «Nuestros equipos nos referenciaban la presencia de niños en Peñaloza, Blas Parera, Castelli. De golpe, las familias empiezan a transitar otros puntos de la ciudad en busca de una estrategia de supervivencia. Y el niño o niña por lo general va acompañado; pocas veces lo vemos solo pero en la gran mayoría de los casos hay un adulto ahí como referente», añade Rey.

En muchas ocasiones el menor es parte de esa estrategia, pues realiza alguna tarea para la subsistencia: mendicidad, venta de bolsitas de residuos o flores, etcétera. Pero otras veces sólo acompaña a la mamá o el papá, quienes realizan alguna tarea informal, cuidando coches. Éstos llevan a su hijo o hija porque no tienen con quién dejarlo al cuidado.

Construir una relación
En los equipos hay trabajadoras sociales del área de Acción Social que están en comunicación permanente con el servicio local de niñez. «Van trabajando en el territorio. Cada caso es diferente -aclara Rey-, y se actúa en función de la especificidad. Luego de establecer una relación consensuada, se los ayuda para que pueda gestionar -por ejemplo- la AUH, la tarjeta Alimentar o algún otro plan social, incluso el DNI. Acompañar en esa gestión aliviana un poco la vida de estas personas vulnerables».

Pero primero estos equipos de territorio tienen, al acercarse a ese grupo familiar con un menor en situación de mendicidad, una difícil tarea: generar un vínculo. Al mismo tiempo que relevan, intentan construir una relación que en muchos casos no es sencilla, pues ocurre que una familia no acepta en primera instancia el intento de establecer contacto.

«Hay grupos familiares que tienen muchos años en la calle, es decir, su estrategia de subsistencia centralmente está en la vía pública; otras familias son nuevas, empujadas la crisis socioeconómica que desató el Covid. Porque muchas de éstas, ahora en situación de mendicidad, antes tenían changas o trabajos en casas particulares, por ejemplo, y eso se fue cortando por la pandemia», explica la secretaria.

Rey insiste en que se trabaja mucho para lograr una construcción cotidiana con esas personas, principalmente los menores: «Esto ya no tiene que ver con no querer ver a esa infancia vulnerable, sino todo lo contrario: se trata de saber quiénes son y dónde están, para analizar (desde la Municipalidad, pero junto a otros estamentos estatales y organizaciones de la sociedad civil) alternativas para lograr que la calle deje de ser de a poco su lugar de subsistencia».

Hay una tendencia a pensar que hay que sacar a los niños de ahí, o a sacarlos de la familia. Que el niño no puede estar en la calle porque está descuidado de por sí. «No es así: hay situaciones puntuales que se trabajan en relación con eso. Pero el tema es mucho más complejo: no cualquier situación amerita que se tome una medida desde el municipio, pues actúan otras esferas estamentales», indica la funcionaria (ver Relacionada).

Rey deja un concepto en claro: «Uno de los pilares del sistema de protección de derechos es escuchar la voz del niño. Esta es una de las claves con la que trabajan los equipos: escuchar qué tiene para decir, para contar ese niño, niña o adolescente respecto de su situación».

Prepararse más
-A propósito de la situación difícil que atraviesan hoy las infancias, ¿qué cree que va a que va pasar una vez pase la pandemia?, preguntó El Litoral a Victoria Rey.

-Lamentablemente, para poder evaluar la situación real de las infancias necesitamos que termine la pandemia. Unicef ya había advertido sobre cómo iba a escalar la cantidad de niños, niñas y adolescentes (NNyA) pobres en la Argentina al finalizar el 2020. Creo que lo que tenemos que hacer todos los niveles del Estado y las organizaciones de la sociedad civil es estar cada vez más preparados.

El compromiso pasa por prepararse cada vez más, porque los cambiantes escenarios (de la crisis sanitaria) nos van obligando a tener cada vez más y mejores políticas sociales, sin mezquindades desde lo político, para garantizar los derechos en el presente. Porque eso de que «las infancias y adolescencias son el futuro» hay que darlo vuelta: son el presente, el aquí y ahora. Y la misión de la gestión municipal es llegar a eso, pero no podemos solos: necesitamos de esa sociedad más empática, donde la preocupación y el involucramiento sean genuinos ante situaciones de vulneración de derechos.

«Uno de los pilares del sistema de protección de derechos es escuchar la voz del niño. Esta es una de las claves con la que trabajan los equipos: escuchar qué tiene para decir, para contar ese niño, niña o adolescente respecto de su situación», afirma Rey.

Protección de derechos
El sistema de protección de derechos está compuesto por un primer nivel de atención (los municipios y comunas); un segundo nivel que es la secretaría de la Niñez y la Defensoría del Pueblo, y luego aparece un tercer nivel integrado por otros actores (la ciudadanía, un centro de día, una organización de la sociedad civil, una institución escolar, un centro de salud, etcétera). «Todos estos estadios conformamos el sistema de protección de derechos para NNyA», explica la secretaria.

En primera instancia se trabajan todas las situaciones que van llegando al servicio local de niñez, y ahí debe saberse qué está sucediendo, es decir, si hay una eventual vulneración de derechos, que las puede haber de diferentes tipos.» Luego de eso, los equipos sociales tratan de conocer ese entorno social, esa vida, las redes de interacción, y ver qué alternativa tenemos para actuar frente a una situación de vulneración (siempre depende de qué tipo de situación): negligencia, maltrato, abuso, etcétera», añade Rey.

Si el equipo local ve que ese entramado familiar no permite garantizar el derecho de ese niño, niña o adolescente, se establece comunicación con la Secretaría de la Niñez, que es que debe tomar una determinación respecto de los informes de los equipos sociales, «los cuales deben estar a su vez muy buen fundamentados -subraya la funcionaria-. Ahí está en manos de la secretaría si se está en condiciones de tomar una medida de protección excepcional (que es retirar a ese niño de ese entorno de vida)».

Con la Defensoría el trabajo articulado es permanente, porque desde allí también se recaban denuncias de casos. «Y el 0800 de la Municipalidad es otra herramienta que permite un registro. No está mal que cualquier ciudadano que ve una situación de vulneración y que le parece que amerita intervención, se comunique al 0800. La solución por lo general no va a depender del municipio, pues están encastrados los niveles de atención con la secretaría, la Defensoría y las organizaciones de la sociedad civil», concluye Rey

Fuente: El Litoral