Uruguay: Miedo al contagio

En los últimos años, Uruguay ha reducido su dependencia de Argentina y Brasil al diversificar su economía, pero el peligro de un impacto negativo por la crisis de esos dos países sigue latente.

En los últimos años, Uruguay ha reducido su dependencia de Argentina y Brasil al diversificar su economía, pero el peligro de un impacto negativo por la crisis de esos dos países sigue latente.
Por Crismar Lujano

Uruguay pone a prueba su resiliencia frente a choques externos. El estrés financiero generado en los mercados de divisas, que en los últimos días ha estremecido particularmente algunas monedas locales de varios países latinoamericanos, ha vuelto a poner de relieve la inherente vulnerabilidad del pequeño país sureño cuando una tormenta se acerca desde el horizonte. Y no es para menos.

Uruguay tiene, al menos, dos grandes vecinos tan complicados como imprevisibles: Brasil y Argentina, cuyos panoramas generales empeoran con el pasar de los días pese –o gracias– a las políticas de sus respectivos gobiernos. Si bien en los últimos años Uruguay ha reducido su dependencia de ambos países al diversificar su economía, los riesgos de contagio parecen seguir latentes si se produce un gran estornudo.

Esta situación explica la reducción de las expectativas de crecimiento. Si en 2017 la economía experimentó una expansión del 2,7 por ciento, para 2018 el desempeño no sobrepasará el 2,5 por ciento pese a que el Gobierno, a inicios de año, se había fijado una meta de 3,0. Desde el Ministerio de Economía, el recorte ha sido calificado de “realista”, dado el escenario de volatilidad. Y es cierto, la economía crece. De confirmarse el crecimiento, este 2018 la economía uruguaya enlazará un ciclo de expansión ininterrumpida de 16 años.  Sin embargo, a pesar del crecimiento, este lo hace de forma asimétrica entre sectores; se concentra en otros de escaso derrame; y presenta debilidad en dos motores económicos clave, como el empleo y la inversión.

Mundo laboral
Los niveles del desempleo siguen ligeramente por debajo de los registrados durante el año pasado. Según datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, para junio de 2018 la tasa de desocupación era del 7,9 por ciento de la población económicamente activa, dos décimas menos que el 8,1 por ciento registrado en abril y mayo. Sin embargo, dado el margen de error de la Encuesta Continua de Hogares, se recomienda una mirada comparativa con otros indicadores laborales, por ejemplo, los números de ocupación:

La tasa de empleo promedio descendió de 58,1 a 56,9 por ciento en el primer trimestre de 2018, respecto al mismo período del año anterior.
Esto representó una caída de casi 25 mil en el número de ocupados.
Se concluye que, si bien durante ese mismo período no se registró un incremento en el desempleo, esto se debió principalmente a un menor número de uruguayos que buscan activamente insertarse en el mundo laboral, y no necesariamente a la creación de nuevos puestos.

Pobreza
Paradójicamente, pese al deterioro de los números de empleo, la pobreza sigue descendiendo en Uruguay. De acuerdo con datos del Ministerio de Desarrollo Social, la cantidad de personas por debajo de la línea de pobreza pasó de 9,4 por ciento en 2016 a 7,9 por ciento en 2017, mientras que la pobreza de los hogares descendió un punto porcentual y se situó en 5,2 por ciento.

El descenso responde a dos razones fundamentales:

1. Aumento de ingresos y, por tanto, de la capacidad de compra de los hogares (algunos por debajo de la línea de la pobreza) con respecto a los precios. Hay que resaltar que el salario real crece a un ritmo de 3,0 por ciento anual.

2. Variación positiva en el nivel de ocupación y/o negativa en el desempleo de las personas con menor nivel socioeconómico

Por su parte, un estudio del Programa de Naciones Unidas Para el Desarrollo titulado “Proceso multidimensional en Uruguay: dinámica del bienestar de las clases sociales en los últimos años”, señala que el país suramericano también ha experimentado un crecimiento de las clases de acceso medio. De acuerdo al documento, entre 2004 y 2017 más de la mitad de los hogares (56,6 por ciento) tuvo movilidad ascendente, es decir, mejoró sus ingresos y su estrato social, mientras que sólo un 38,1 por ciento de los hogares no modificó su estrato social y sólo el 5,2 por ciento tuvo movilidad descendente.

El estudio indica que también hubo mejoras sobre los logros educativos y el acceso a la propiedad de la vivienda. Sin embargo, se constata una caída del apoyo a políticas públicas que apunten a la redistribución. Reza el dicho: cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo. Uruguay está lejos de la fatalidad, pero no por ello deja de ser menos vulnerable. Es pertinente fijar una alerta sobre la inercia del mercado laboral, teniendo, además, en cuenta el nuevo ciclo electoral que se abre en el país el próximo año.

* Investigador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG).

Fuente: Página 12