Vivir gracias a la basura: historias de los que trabajan en El Borbollón
La mayoría de las personas que llegan hasta allí proviene de familias dedicadas desde hace años a la actividad.
07/02/2020 MUNICIPIOSLa mayoría de las personas que llegan hasta allí proviene de familias dedicadas desde hace años a la actividad.
Cuando era apenas una niña de 8 años Rosa Funes pasaba sus jornadas en el basural de El Borbollón, en Las Heras. Mientras jugaba con su imaginación, ayudaba a sus papás a juntar cartones, plásticos y metales para vender en la chacarita. Hoy ya tiene 30, es mamá de dos nenas y sigue asistiendo con su esposo para juntar material y así poder sobrevivir.
El predio no es el mismo que recuerda, ya que hoy está más limpio y ordenado, pero de todas formas su situación particular no ha mejorado. En el año 2001 el lugar se transformó en un relleno sanitario controlado, a cargo de la empresa TYSA.
Sin embargo, por un acuerdo con la municipalidad del departamento, se siguen depositando 12 camiones de residuos por día en un sector separado y destinado a los “recuperadores urbanos”. Hasta allí llegan desde barrios aledaños aproximadamente unas 300 personas al día, muchas de las cuales hace ya décadas viven de la basura.
Por jornada la planta recibe entre 1.300 y 1.400 toneladas de desechos provenientes de Las Heras, Luján, Godoy Cruz, Capital y partes de Lavalle, Guaymallén y Maipú. La semana que pasó fue noticia, luego de que el intendente de Las Heras, Daniel Orozco, rechazara los camiones que llegaban de varios departamentos por una deuda por la manutención del servicio, situación que culminó tras una negociación entre los intendentes.
Por un plato de comida
Como tiene una beba de tres meses, Rosa ya no va todos los días al predio: sólo lo hace cuando puede dejar a la niña con su mamá. “No hago mucho pero para comprar un plato de comida me rinde”, aseguró, a la vez que detalló que su trabajo allí también le permite acceder a pañales y leche. Aunque no está permitido, a veces también se escabulle con su nena de 4 años. “La traigo a juntar juguetitos, pero no a trabajar”, aclaró.
La mujer comentó que lo que más dinero deja es el cobre y el aluminio, pero que le siguen el papel blanco y las botellas blancas. “Por ahí también encontrás alguna ropa que puede servir y hasta algunos teléfonos celulares rotos que si arreglás siguen sirviendo”, relató.
Entre lo más peligroso que suele ver hurgando entre los desechos están las agujas o los trozos de vidrio. “Para evitarlo lo mejor es usar guantes, pero como no siempre tenemos a veces los buscamos entre la basura y los encontramos”, remarcó Rosa.
Una vez que ha juntado una buena cantidad de material junto con su esposo, ambos lo suben al camión de la chacarita donde lo pesan y les pagan lo correspondiente. “No es mucho, calculá que por un kilo de plástico te dan $4”, deslizó. Ella reconoce que aunque ha buscado no encuentra otra alternativa de trabajo. “La única que nos queda es la cosecha, pero es sólo por temporada”, señaló.
Cuidada organización
Miguel Villegas (39) se maneja con soltura por el predio, de hecho es una de las personas que más sabe del rubro y a quien todos llaman cuando hay que explicar el funcionamiento del lugar. “Nosotros estamos divididos en tres grande grupos. Cada uno tiene sus días designados para venir a sacar la basura”, explicó. Él es parte del grupo conocido como “Cooperativa”, ya que alguna vez intentó serlo pero nunca se formalizó, además llegan hasta allí los grupos “El Borbollón” y “Cinco Mil Lotes”. Cada conjunto a su vez está subdividido por turno y por camión. “Somos más o menos seis por camión, cada uno saca lo que puede y lo vende en la chacarita”, detalló.
Él también trabaja allí desde niño y recuerda haber asistido con sus padres. “Pero yo no quiero esto para mis hijos, así que siempre les insisto para que estudien”, remarcó. Para él se trata de un trabajo muy sacrificado que incluye madrugar, pasar frío y mojarse cuando llueve. “Pero no te queda otra, porque si no venís no comés”, dijo con tristeza.
Ramón estima que consigue entre $500 y $600 cada vez que asiste al lugar, aunque siempre depende del tipo de basura que se recolecte. “A veces incluso te llevás una ropita que te sirve”, añadió. La única alternativa para él es la cosecha de ajo, tomate y uva, aunque como es por temporada, una vez que se acaba vuelve al Borbollón.
Marcada experiencia
El sueño de Norma Romero (59) es jubilarse, pero no para dejar de trabajar, sino para tener un sueldo fijo que piensa seguir completando con lo que saca de la basura “por lo menos hasta que le dé el cuerpo”.
Ella lleva 40 años trabajando en el lugar y no se pierde un día, salvo cuando tiene que ir al médico a hacerse chequeos de salud debido a sus diabetes. “Es difícil vivir de esto, pero no me puedo quejar, ya que me ha permitido criar a mis tres hijos y darles estudios”, aseguró.
Por su experiencia ella es una de las más preparadas en cuanto elementos de seguridad: tiene un gorro de ala ancha, anteojos y guantes que la previenen de posibles lastimaduras. Además porta un delantal con bolsillos que le permiten guardar lo hallado. “Me he encontrado de todo acá, menos plata. Parece que una vez alguien encontró y quedó como un mito”, señaló. A pesar de la acumulación de residuos a su alrededor, considera que el lugar está mucho más limpio que cuando empezó. “Si te fijás no hay moscas, ni olores desagradable. Sacan la basura todos los días, y se hace más llevadero”, reconoció.
Por un acuerdo entre Tysa y la Municipalidad de Las Heras, una parte del basural se destina a los que viven de recuperar residuos.
Cada barrio cuenta con un líder
La empresa TYSA se hizo cargo del predio El Borbollón en 2001. En ese entonces encontraron un lugar con un alto grado de abandono y mucha gente que vivía de los residuos. Como no podían operar de esa forma, desde la Municipalidad de Las Heras lanzaron un plan social para indagar en esas personas y tratar de ubicarlas en cooperativas. “Si bien nunca se formalizó, se ubicó un predio aledaño a nuestra área de operación, donde se acordó que, si cumplían ciertas condiciones, la municipalidad les iba a permitir la descarga de una serie de camiones para que trabajaran”, comenzó a explicar Juan Carlos Luna, gerente general de TYSA. Para ello el portón de ingreso al predio se divide en el área operativa de la empresa y el área de donde trabajan los recuperadores que pertenece a la comuna. “A nosotros nos contratan para mantener este predio que es de la municipalidad, dejarles los residuos y sacar el rechazo, lo que no se puede revender, una vez que se van”, detalló. Puntualmente son 12 camiones los que se les dejan. “Cada barrio trabaja algunos días a la semana con un líder que los coordina”, añadió.
Entre las reglas que allí se establecieron figuran no prender fuego, no pelear entre ellos, ni entrar con niños. Si desde la firma observan alguna de estas conductas al otro día no se les deja la descarga. “Es un acuerdo no escrito que nos ha permitido la convivencia desde hace 18 años”, remarcó. Tal como ha observado Luna, quienes allí trabajan lo hacen no sólo por una necesidad económica, sino también por una cuestión cultural y familiar. “En general no están interesados en formalizarse, ellos trabajan cuando quieren y pueden”, observó, a la vez que subrayó que el trato mutuo es de mucho respeto.
Residuos
Según el “Plan de Acción UNICIPIO – Mendoza Sostenible” presentado en 2018, el Área Metropolitana de Mendoza genera un total de 1.339 toneladas por día lo que representa un total de 488.820 toneladas anuales. Según el mismo, sólo el 3% de los residuos son separados y clasificados. El municipio que más genera es Guaymallén seguido por Las Heras y Godoy Cruz.