Cada vez más familias reciben comida en los barrios de Bariloche
Se estima que en la ciudad funcionan entre 25 y 30 comedores y merenderos. Sus responsables coinciden: no es la solución de fondo, “pero no podemos mirar para el costado” ante la crisis.
16/07/2018 MUNICIPIOSSe estima que en la ciudad funcionan entre 25 y 30 comedores y merenderos. Sus responsables coinciden: no es la solución de fondo, “pero no podemos mirar para el costado” ante la crisis.
Sandra Pinchulef junto a los integrantes de la Junta Vecinal del barrio 2 de Abril decidieron abrir un comedor semanal para los abuelos porque vieron la necesidad. El primer sábado, en junio, desbordó y se encontraron con otra realidad: además de unos 20 abuelos, se presentaron familias enteras con numerosos integrantes.
“Nunca fuimos adeptos a tener un comedor en el barrio pero ante la realidad, no podemos mirar para el costado. La necesidad está”, afirmó la mujer que lidera el barrio y con donaciones de sus propios vecinos sostiene este espacio donde se ofrece todos los sábados un plato caliente en el gimnasio Newenche y si sobra comida, se entrega para llevar.
El comedor del 2 de Abril es uno de los últimos que se abrió en Bariloche. Otro espacio reciente fue ideado por Cáritas Diocesana, que creó una “cocina solidaria” y todos los miércoles ofrece el almuerzo -y una bolsa de comida para llevar- a unas 80 personas que detectaron que buscaban alimentos y material para revender en el basural.
El último miércoles en la capilla Don Bosco del barrio Pilar I, frente al basural, donde se improvisó un salón comedor, predominaban los niños. El espacio por momentos quedaba chico y la recirculación era constante mientras los voluntarios cocinaban en grandes ollas sobre mecheros, un calórico guiso de arroz. Nadie quiso hablar respecto de cómo llegó a ese lugar. Sólo una mujer contó que había llegado a la “indigna situación de buscar comida en el vertedero” y estaba esperanzada de conseguir trabajo de puestera en algún campo para poder sostener a sus hijos de 14 y 17 años que todavía van a la escuela.
Los voluntarios también se mostraron parcos. Un cruce mediático semanas atrás con el intendente los llamó al silencio para no opacar la gran tarea solidaria que en ese espacio se realiza.
“No estamos de acuerdo con los comedores, sería bueno erradicarlos pero las emergencias son emergencias por eso hicimos una cocina solidaria por tres meses”, afirmó Alejandro Dalla Cia, director de Cáritas Bariloche.
Los merenderos y comedores son un reflejo de la situación social. La falta de empleo o subempleo, el aumento de la canasta familiar y de los servicios, el recorte de ayudas sociales, son una sumatoria de cosas que concluyen con una necesidad básica.
El Movimiento de la Infancia días atrás indicó que los datos cruzados del censo 2010 y la Encuesta de Hogares de 2014, arrojaban que unos 6.600 niños “pasan hambre” en Bariloche. Estiman que la situación se agravó pero no hay datos oficiales de 2014 a la actualidad.
En el último tiempo crecieron los espacios abiertos por organizaciones o personas en particular que ofrecen algún refrigerio o comida. Se estima que hay entre 25 y 30 comedores y merenderos. La cifra concreta nadie la sabe porque no están nucleados bajo ningún organismo del Estado y en su mayoría tampoco reciben ayuda del gobierno.
El aumento de espacios es consecuencia del incremento de personas con necesidades alimenticias pero el municipio desestima los comedores porque considera que la política de Estado va por otro carril.
“Crear comedores no soluciona el problema”, dijo el intendente Gustavo Gennuso semanas atrás. El jefe comunal expuso su postura a Cáritas cuando se anunció la creación de la “cocina solidaria” y señaló que en el caso de los niños hay cobertura alimentaria desde las escuelas, ya que todos los establecimientos de barrios periféricos tienen jornada extendida (con desayuno, almuerzo y merienda) y en el caso de los adultos que van al vertedero “en un 90% están en algún programa social”.
El intendente descartó que vaya gente de manera masiva al vertedero en busca de alimentos. “Podrá haber alguno pero van a buscar generalmente metal y cosas para vender”, afirmó. Sin embargo, los que el último miércoles se reunieron para obtener un plato de comida en la capilla Don Bosco, lo desmienten.
Para Dalla Cia de Cáritas el panorama es preocupante. “Hay personas que van al basural en busca de comida”, enfatizó y dejó traslucir un malestar porque las autoridades “no están viendo la situación”.
Cáritas y el municipio comenzaron a trabajar juntos semanas atrás, sumando a los Ministerios de Desarrollo Social de la Provincia y de Nación, para “unificar el listado de personas bajo programa y conocer la realidad”. Incluso en el comedor del barrio 2 de Abril, la semana pasada se presentaron operadores de Desarrollo Social para relevar a esas familias que llegan por un plato de comida.
José Lepio de la Red Solidaria admitió que el problema es grave. “Se incrementó en los últimos años la cantidad de comedores y merenderos pero no es un problema actual, está hace tiempo pero nadie lo quiere ver”, indicó.
En promedio el 18,2 % de la población tiene Necesidades Básicas Insatisfechas, según un cruce de datos del Censo 2010 y Encuesta de Hogares 2014.
La capilla que cambia su imagen por completo
La pequeña capilla Don Bosco, en el ingreso al barrio Pilar I, y a solo 200 metros del vertedero, los miércoles cambia su fisonomía por completo. El altar de madera luce rodeado de ropa que se apila por talles o variedad. Sobre el piso decenas de bolsas de nylon nutrida con alimentos no perecederos variados y correteando decenas de niños.
En el salón contiguo, en un rincón, provistos con garrafas de gas, dos grandes mecheros sostienen las ollas de donde brota el aroma de un contundente guiso de arroz. Y cuando la cocinera determina que está en su punto justo, salen las bandejas para cada comensal que espera con ansias un plato caliente.
Desde el 20 de junio, todos los miércoles se repite el mismo ritual en esta capilla. El padre Diego Vázquez abre las puertas a los voluntarios de Cáritas que llegan para hacer la comida para unas 80 personas que buscan su plato caliente y se llevan una bolsa de alimentos secos para tirar el resto de la semana. También si necesitan ropa o abrigo, pueden buscar lo que sea de utilidad.
Todo llegó a este espacio con la “solidaridad de la gente”, remarcó Susana, una de las voluntarias mientras sostiene en brazos a una bebé de trece días que nació en este contexto.