El día después y el garrote de Nixon
Es sabido que en política no hay camino sin piedras ni baches. Y una prueba la tuvimos este sábado, cuando más allá del esforzado montaje de la plataforma 75Octubres, el ataque cibernético coordinado de jáquers dicen que de 40 países liquidó todo en minutos, cual bomba atómica comunicacional.
19/10/2020 OPINIÓNEs sabido que en política no hay camino sin piedras ni baches. Y una prueba la tuvimos este sábado, cuando más allá del esforzado montaje de la plataforma 75Octubres, el ataque cibernético coordinado de jáquers dicen que de 40 países liquidó todo en minutos, cual bomba atómica comunicacional.
Pero también, y esto es lo fantástico, la monumental cretinada provocó que en minutos casi todo un pueblo se lanzara a las calles a celebrar la fiesta que había sido boicoteada. Con manifestaciones imaginativas, cánticos originales, color y alegría, una multitud impresionante ocupó calles y avenidas en la capital y en muchas ciudades y pueblos, con tal originalidad y buen humor que convirtieron la bronca y el desánimo en una fiesta popular exquisita, digna de la mejor tradición peronista.
Después del sainete del incalificable fiscal Stornelli pidiendo censura preventiva para Nodio, el observatorio contra la desinformación recién creado del Congreso al frente del cual se designó a la periodista Miriam Lewin, y en circunstancias en que fueron amenazados tres colegas de verdad independientes (Roberto Navarro, Ari Lijalad y Franco Mizrahi), pareció que en el fin de semana les salían todos los tiros por la culata a los mentirosos y autoritarios asociados al expresidente Macri, ahora atacado de incontinencia verbal. También esto estimuló a que el pueblo peronista saliera a las calles.
Y como es inevitable, este 17 de Octubre seguramente también dejará enseñanzas. Una de ellas: la velocidad que puede tener la respuesta popular. Como si miles, millones de compatriotas hubiesen razonado al unísono: «¿No nos dejan celebrar el aniversario del nacimiento del peronismo virtualmente? Pues entonces, a la calle».
Y así fue. Y fue, a juicio de algunos, una maravilla. Porque permitió expresar y revalorizar la alegría, la esperanza y la importancia de la movilización callejera como instrumento político histórico del peronismo. Y esta manifestación en particular, además, puede haber cambiado usos políticos ya que autoriza preguntas como: ¿y ahora quién los para? Porque se viene el 27 de octubre, que es otra fecha de alta significación: décimo aniversario de la muerte de Néstor Kirchner y primero del triunfo popular en la primera vuelta de las elecciones nacionales del año pasado que consagraron a Alberto y Cristina.
Cierto que el Presidente había dicho, con su serenidad habitual, que «no se trata de ver quién hace el banderazo más grande: el acto de hoy tiene que funcionar como un punto de inflexión porque el odio nos posterga mucho”. Y tan cierto como eso fue comprobar que afortunadamente no fue el odio el protagonista de la movilización. Lo que dejó en claro que esos panes venenosos son comida exclusiva de anticuarentenas, ignorantes y fascistas.
Esa ausencia de odio y resentimiento, sumada a la alegría esperanzada de cientos de miles de trabajador@s de todas las edades y condiciones, magnificó esta manifestación popular masiva, pacífica y alegre, verdadero carnaval de ciudadanos y ciudadanas responsables, de barbijo en boca, prudentes distancias y coches y camiones que le pusieron música de bocinazos a la jornada, con un decidido apoyo a Alberto Fernández.
Por cierto, una de las incógnitas que el sábado desesperaba a más de uno era la presencia, o no, de CFK en el acto de la CGT. Inquietud a la que el Presidente respondió con naturalidad cuando al finalizar el acto le preguntaron por ella. Respondió, con lógica y picardía: “Cristina está”. Y es que de hecho ella no se muestra ni da entrevistas, lo que parece una sabia estrategia para no exponerse al cuete, como pretenden los mentimedios que la atacan. Sería darle aire al fuego malicioso de los que esperan que asome la cabeza para cascotearla.
Esta columna cree que está muy bien que ella se resguarde, y sobre todo que no salir protagónicamente en los diarios es también una manera de cuidar a Alberto. Esa estrategia de no interferir y acompañar en silencio y con perfil bajo al Presidente, sin dudas fortalece a ambos porque, finalmente, ella es la Vicepresidenta de la Nación. Lo dijo con su hijo Máximo: «Algunos criticaban el estilo de la expresidenta y decían que eso hacía que en ciertos sectores hubiera molestia. Los modos de Alberto son otros y la reacción es la misma».
Sostiene esta columna desde hace mucho que debe ser frustrante, por lo inútil, cada intento de seducir y convivir con los miserables. No existe manera alguna de contentarlos ni de confiar en su amistad, porque su razón existencial es diametralmemte opuesta a la del peronismo, el kirchnerismo, el populismo o como se quiera llamar al pueblo soberano y solidario. No parece haber modo de que el FMI, la banca rapiñera, Clarín, La Nación, Techint, los latifundistas y agroexportadores, y el empresariado macrista en general, sean confiables y colaborativos con nuestro gobierno. Más tarde o más temprano van a traicionar. Desde el gobierno de Raúl Alfonsín, éste es un karma de la política argentina. Y es claro que podemos estar errados en esta generalización, pero todo acercamiento a esos poderes conlleva alejamientos del sustento popular.
Desde ya que pensar, decir y escribir lo anterior no significa negar su existencia y desatenderlos. Es imposible y necio ignorarlos, como es ineludible y sabio dialogar con ellos e incluso negociar lo que no sea desdoroso ni dañino. Lo que esta columna viene sugiriendo, y ratifica, es la necesidad de que todo diálogo con los sectores de la antinación y el neocoloniaje se haga sin mucha ilusión. En todo, caso cabe recordar risueñamiente la actitud que se dice que tenía Richard Nixon cuando negociaba con los lideres soviéticos: «Hay que hacer como con los osos», dicen que decía a sus asesores antes de recibir a un líder de Moscú, «hay que hablarles con voz firme y sin gritar, y mirándolos fijamente a los ojos. Pero sosteniendo con la mano atrás, bien firme, un enorme garrote para darles por la cabeza cuando haga falta».