Colombia, entre la tristeza y los sueños de paz
Suba es una localidad del distrito de Bogotá, Colombia. Allí vive Lilia Niviayo Mesa, una maestra de preescolar de cincuenta años que se define como “mujer raíz muisca”.
20/05/2021 EL MUNDOSuba es una localidad del distrito de Bogotá, Colombia.
Allí vive Lilia Niviayo Mesa, una maestra de preescolar de cincuenta años que se define como “mujer raíz muisca”.
En ese sentido, cuenta: “Los muiscas somos los habitantes originarios del territorio de Suba y otras localidades y municipios cercanos. Nos llamamos ‘raíz’ porque nuestros padres y abuelos se denominan ‘raizales’ de este territorio (en relación a una comunidad étnica con una cultura propia desarrollada a partir de raíces africanas, europeas y caribeñas)”.
Lilia, licenciada y magíster en educación, participa activamente en el sindicato del sector.
Cabe recordar que Colombia está sumida en una serie de protestas desde el 28 de abril, a partir de la intención, por parte del gobierno del presidente Iván Duque, de implementar un conjunto de medidas, en especial de carácter tributario.
“En nuestros barrios vemos el aumento del hambre de nuestros vecinos”, expone Lilia.
“La respuesta a esa necesidad de la gente es la desfachatez de presentar una serie de reformas lesivas para los trabajadores y la población más vulnerable”, indica.
“La acción del Paro Nacional (tal el nombre con el que se reconoce al movimiento de protesta que ha copado las calles colombianas) corresponde a un acumulado de violencias e inequidades sociales de décadas, que el mal manejo de la pandemia agudizó”, expresa Lilia.
La mujer considera que “el gobierno no resuelve la garantía de derechos fundamentales a la mayoría de los colombianos”.
“No se tienen oportunidades laborales dignas, ni de acceso al alimento, la educación y salud, entre otras cosas, pero los asesinatos sistemáticos de los líderes sociales continúan, así como también los aumentos del presupuesto al Ministerio de Defensa (en una política de guerra)”, sostiene.
En ese punto, habla de “un balance nefasto” en relación a la respuesta del gobierno a las protestas. Menciona que cincuenta manifestantes fueron asesinados, y se refiere a una cantidad de heridos cercana a los seiscientos.
Además, cita a “mil cuatrocientos detenidos en forma arbitraria, quinientos veinticuatro posibles desaparecidos, veintiún agresiones sexuales a mujeres, y demás hechos que no paran”.
“El 17 de mayo, la orden del presidente fue utilizar el máximo despliegue de la fuerza pública para desbloquear las vías, lo que representa mayor violencia”, sostiene.
“Inicialmente, como ha sido siempre, solicitamos una mesa de diálogo para buscar soluciones, sin embargo, la respuesta del gobierno, hasta el momento, es de un trato de guerra a las personas que salimos a protestar”, afirma.
Así, explica que, para que se desarrolle una verdadera conversación, se necesitan garantías. “Deben desmilitarizar, y tienen que cesar los asesinatos por parte de las fuerzas bélicas de nuestro país, donde el presidente Duque es el único responsable, ya que él da las órdenes”, apunta.
Opina que no se puede decir que se pretende negociar cuando, por otro lado, “dan ese tratamiento a la protesta”.
Ante la situación que describe, si bien aclara que no es el deseo de la mayor parte de la población, considera que la problemática puede extenderse en el tiempo.
“A nivel personal, vivo este paro participando en las acciones de protesta como mujer de pueblo originario y, también, como maestra de sector público”, señala.
“No podría ser ajena a todo lo que pasa y afecta a la mayoría de nuestros hermanos”, añade.
De esa manera, expone que atraviesa por muchas emociones relacionadas con “la rabia, al ver un gobierno indolente que quiere terminar todo a bala”.
“Me ronda la tristeza al ver tantas vidas terminadas, pero, a su vez, me lleno de alegría ante la resistencia de mi pueblo, que busca sueños de libertad”, concluye.