Derrota, pero todo sigue en disputa
Las lecturas que pueden hacerse del resultado son muy variadas, pero hay por lo menos tres con las que debería poder coincidirse.
15/11/2021 OPINIÓNLas lecturas que pueden hacerse del resultado son muy variadas, pero hay por lo menos tres con las que debería poder coincidirse.
La primera es de anoche y pasa por lo que se sintió en los medios, en las redes, en los búnker, en los comentarios generalizados que llegaban de un lado y otro.
Desde el Frente de Todos se percibía claramente la sensación de haber sacado la cabeza de abajo del agua.
Desde Juntos, más allá de los números “objetivos” favorables, no podían disimular el golpe que (les) produjo la paridad en provincia de Buenos Aires.
La segunda observación es que esas impresiones iniciales, más allá de lo sensitivo, son muy difíciles de “administrar” políticamente por la fuerza de lo contradictorio, de lo paradójico, que dejó el resultado-país a partir de que la recuperación oficialista en territorio bonaerense tapó al resto.
Una de las preguntas inmediatas, que cae por su propio peso, es qué festeja el FdT, o qué lo tranquiliza, si perdió nada menos que el quórum propio en el Senado. Si justamente en la provincia de Buenos Aires se acabó la invencibilidad del peronismo unido. Si en términos técnicos apenas le da para destacar que revirtió las cifras en Chaco y Tierra del Fuego, con el único agregado (muy destacable, por cierto) de haberla dado vuelta en localidades bonaerenses como Quilmes y San Martín. ¿Acaso se celebra ser los vencedores morales, o algo así, porque también se sumaron tres diputados, como subrayó Sergio Massa en su intervención de anoche?
Al revés, ¿por qué el clima de desilusión entre los cambiemitas si precisamente ocurrió todo eso y ratificaron sus palizas en el orden nacional?
La respuesta es tan “sencilla” como aquello de que, al igual que en la economía, (casi) todo es una cuestión de expectativas.
Dicho en usada y silvestre metáfora futbolera, si se espera una goleada que encima te sacará de la lucha por el campeonato, y resulta que hacés un partido más meritorio que lo imaginado porque la defensa estuvo a la altura de las circunstancias, y seguís en carrera, más vale que se festejará el “empate” o la derrota digna.
Pero además, algunos nombres del resultado tienen una imagen propia que vale contraponer.
En primerísimo término, Axel Kicillof.
Al cabo de las primarias, se lo rotuló virtualmente como un muerto político. Ahora, su figura (y desde ya que la de algunos intendentes, que mostrarán los porotos recuperados) se presenta protagonista de la remontada en la dichosa madre de todas las batallas. Y en buena medida, otro tanto lo cabe a Máximo Kirchner.
Enfrente, María Eugenia Vidal volvió a ganar por una distancia enorme pero no sólo no pudo cruzar la barrera simbólica del 50 por ciento sino que, sería evidente, tampoco pudo retener votos internos escapados hacia un lunático que afrenta a algo mucho más grave que la falta de conciencia política.
A su vez, esa “mediocre” cifra de Vidal (se destacan las comillas) afecta a Larreta por su decisión de mudarla a la Ciudad. Volverá entonces la polémica en torno de si no era mejor la comandante Pato, cuando resulta que ganaron con el 47 por ciento….
Más luego, la remontada bonaerense deja abierto el camino para interpretar que la imagen de un Presidente muy golpeado se revitalizó, en tanto el peronismo salvó la ropa, gracias a intendentes y movimientos sociales enojados con Cristina que actuaron en defensa propia.
Pero también se puede interpretar que fue Cristina quien salvó las papas por la sacudida que pegó con su carta y sus gestos.
Y hay más interpretaciones todavía: lo determinante no fue ni el Presidente que se mostró en rol de articulador sectorial, ni Cristina con la potencia de su imagen en el núcleo duro, ni la movilización del aparato. Ni la “platita”. Ni la sensación módica, pero sensación al fin, de que la recuperación económica comienza a sentirse en los franjas más humildes.
Puede haber pasado, simplemente, que esos sectores reaccionaron ante la enorme amenaza del retorno triunfal, fanfarrón, de lo peor de lo peor.
Por último, la observación número tres con que podría coincidirse, a salvo de subjetividades, es que el drama económico sigue estando ahí porque no hay recuperación que valga si no se encuentra una fuga contra la horca del Fondo Monetario.
Ese fue el pasaje más relevante del mensaje presidencial de anoche, junto con la insistencia de que no habrá arreglo a costa de un ajuste antipopular y la mención de que en eso hay pleno acuerdo en el Frente de Todos.
Es en segundo lugar que viene la cita de Alberto Fernández acerca de convocar al diálogo con una oposición que se necesita “patriótica”. Es decir que puso, para ese diálogo, una condición innegociable.
Larreta, en su discurso en el búnker cambiemita, ya obviamente en carácter de presidenciable, recogió el guante y dijo que la grieta conduce a nada. Que se necesitan consensos. Macri lo miraba detrás con cara de piedra.
Así, quedaron expresados los matices -ideológicamente no son otra cosa que eso- entre esas figuras de una derecha con chances personales diferentes.
Macri simboliza el fracaso corroborado y sabe que lo suyo, aunque en este país nunca se sepa del todo, ya es sólo lo testimonial. Dejó clara su disposición a negociar con Milei, que a valores de hoy y hacia 2023, con sus bravos libertarios, terminará como colectora cambiemita.
Pero Larreta quiere ser presidente y entiende que lo último que le conviene es una Argentina incendiada, con un peronismo que se autopercibe revivificado desde anoche y dispuesto al enfrentamiento. Para eso es peronismo: jamás soltará el poder así como así (distinto es para qué lo quiere) y Cristina tensó los límites pero, también hoy por hoy y más desde anoche, nadie la imagina rompiendo.
El problema es que una parte del establishment, si no toda, sí quiere un país incendiado. En consecuencia, ¿qué negociaría la oposición modosita que encarna Larreta? ¿Cómo resolvería políticamente ese intríngulis?
Está en discusión cuál modelo de salida o administración capitalista se quiere afrontar. Como siempre vale aclarar, mientras hablemos de política real y no de poesía.
Y, al margen de las iniciativas productivas que faltan y en las que el Gobierno viene (muy) atrasado, la llave es cómo se arregla o no con el FMI. De vuelta: fue lo más claro, lo más directo, que el Presidente dijo anoche. Literalmente, señaló que la reactivación económica no tiene destino si no se sale de ese encierro.
Cabe otra reiteración, para la que no hacía falta esperar al resultado.
Aun recortando las diferencias en La Provincia, como sucedió, no variaría ni varía que el Gobierno y el Frente de Todos quedan obligados a una muestra de fortaleza y unidad inmensa. Inédita.
Alberto y Cristina tendrán la palabra. Y los hechos.
Por Eduardo Aliverti