Neuquén: La historia de los dos años de la toma Casimiro Gómez

Marisa Huequelef fue una de las primeras mujeres que participó de la ocupación de los terrenos sobre la Autovía Norte.

Marisa Huequelef fue una de las primeras mujeres que participó de la ocupación de los terrenos sobre la Autovía Norte.

“Te das cuenta cuánto podes soportar y aguantar por un pedazo de tierra para vos y el futuro de tus hijos”, dice Marisa Huequelef, una mujer de 44 años que hace dos años fue una de las primeras en protagonizar una toma de terrenos en la calle Casimiro Gómez, a la vera de la Autovía Norte, junto a otras mil familias que con el correr de los días llegaría a más de 2 mil. Recuerda que fue un 3 de febrero de 2020 cuando cansada por pagar un alquiler de 20 mil pesos en una casa en el barrio San Lorenzo decidió juntar sus pocas cosas en un bolso e instalarse con su hijo Teo, de 8 años, en un pedazo de tierra y levantar una casilla con maderas, nylon, chapas y alambres.

A Marisa como a los otros ocupantes de esa extensa meseta de tierra seca donde habían levantado sus precarias casillas sólo los perseguía la ilusión de poder levantar allí sus casas y a fuerza de voluntad contar con un poco de agua que iban a cargar en bidones recipientes en un terreno cercano. A pesar del intento de las autoridades de frenar la toma y desalojarla, ésta se fue consolidando, dividiéndose los terrenos de 10 por 20 metros. Lejos estaban de imaginarse que un mes después se confirmaría el primer caso de Covid-19 en Argentina que sumergió al mundo entero en una pandemia y a estas familias los obligó a quedarse dentro de sus ranchos.

“Al principio tuvimos la represalia de la policía que no nos dejaba entrar materiales para hacer las casillas ni agua, incluso rompieron un caño principal donde íbamos a cargar los bidones. Imagínese éramos todas familias con criaturas, y hubo muchos casos de deshidratación”, cuenta la mujer rodeada de sus cuatro perros. Tampoco había luz ni gas.
El 2 de febrero de 2020 unas 45 familias se asentaron en los terrenos ubicados a la vera de la Autovía Norte. A los pocos meses, ya había más de 2 mil familias.

A pesar de las restricciones por la pandemia y del temor a contagiarse de un virus que poco se conocía, la solidaridad emergió entre los vecinos de la toma, explica Marisa. “Hubo y hay mucho apoyo entre los vecinos, por supuesto tenemos diferencias como en todo barrio”, afirma. Cuando se le prendió fuego la casa a Paola la ayudamos a levantarla de nuevo”, ejemplifica y acota que hubo varios casos de violencia de género. Ella decidió abrir una pequeña despensa la cual sigue atendiendo a través de la ventana de la casilla.

Así como la casilla de Marisa se transformó en un minialmacén, en otras se montaron comedores y merenderos que asistían a las familias. Es que la comida siempre fue un problema a solucionar todos los días. Cáritas, organizaciones sociales y particulares acercaron sus donaciones para los comedores.

“Te das cuenta cuánto podés soportar y aguantar por un pedazo de tierra para vos y el futuro de tus hijos”, dice Marisa, de 44 años.

En la actualidad queda el merendero “Los Peques de Casimiro” que organizaron Gladys Vilca y su hija Paola para atender la necesidad de comida y ropa de decenas de niños de la toma. Al principio el merendero funcionaba un día a la semana y luego empezó a abrir lunes, miércoles y viernes para darles de comer a más de 60 niños por día. «Las familias de la toma aún recuerdan con mucha emoción a Gladys, que murió el 6 de diciembre del año pasado a los 49 años por Covid. “Gladys era buenísima para todo. Cuando murió nos cayó remal porque ayudaba a mucha gente”, recuerda María, que hace un año llegó a la toma junto a familiares.

Cuando llegaron del sector 7 de Mayo, se instalaron “a tres casitas de distancia del merendero de Gladys”. “El primer día que llegamos junto a mi cuñada, mi suegra y nuestros hijos dormimos al aire libre, al otro día empezamos a armar la casilla en el pedazo de terreno que nos dieron. Los primeros días no podíamos acostumbrarnos, nos faltaba todo, no teníamos luz, agua, nada. Además andaban los alacranes y todo tipo de bichos”, recuerda María que para subsistir sigue juntando latas y cobre en el basural.

“El primer día que llegamos junto a mi cuñada, mi suegra y nuestros hijos dormimos al aire libre, al otro día empezamos a armar la casilla en el pedazo de terreno que nos dieron. Los primeros días no podíamos acostumbrarnos, nos faltaba todo, no teníamos luz, agua, nada. Además andaban los alacranes y todo tipo de bichos”, cuenta María, que todos los días llega al basural para juntar latas y cobre para subsistir.

Marisa recuerda que hace un año atrás estaban cortando el tránsito en la Autovía Norte en reclamo de la reconexión de la energía eléctrica. Los manifestantes explicaban que habían pedido la colocación de un transformador comunitario para las más de 200 familias que estaban asentadas en la toma y al no tener respuestas se habían «enganchado» del sistema de tendido eléctrico público.

Marisa y María coinciden en recordar el día que cayó una fuerte lluvia en la ciudad “que inundó la toma”. “Gladys metió en su piecita de material donde no había entrado mucha agua a cinco familias para que no se sigan mojando”, dice María y se emociona.

Marisa muestra con emoción la enredadera y flores con que está intervenida su casilla. Fue a fines de diciembre de 2020 y enero de 2021 que un grupo de artistas se acercaron un fin de semana hasta la toma y desplegaron pinceles y latas de pintura para pintarles las casillas a unas diez familias. «Nos hacía falta color, vida, nos encantó que vinieran a pintar», señala Marisa. Y acota que las familias les pedían a las artistas qué querían tener en ese frente armado con chapas y maderas. «La idea fue darle color y vida a ese espacio, transformarlo en un museo al aire libre», explicó Elisa Algranati, una de las artistas que realizaron las intervenciones.

En algunas casillas se montaron comedores y merenderos para asistir diariamente a los niños y adultos que vivían en la toma.

A la espera de la reubicación
Ese paisaje opaco y árido que presenta este amplio sector a la vera de la Autovía Norte ya no luce de la misma manera que en los meses anteriores. El lugar se fue deshabitando, muchas casillas lucen vacías y algunas construcciones de material quedaron sin terminar. Ya no son miles las familias que permanecen en la toma Casimiro Gómez. Según Marisa quedaron unas 200 familias. «Muchas se fueron porque no pudieron soportarlo, algunas por la pandemia se fueron a casas de familiares, o consiguieron trabajo y pudieron alquilar algo», explica.

Según el Instituto Municipal de Urbanismo y Hábitat (IMUH), entre el primer año de la toma y diciembre de 2021, unas 1100 familias decidieron abandonarla. En tanto, en la actualidad unas 300 familias esperan ser reubicadas en un loteo que se está desarrollando al norte de Colonia Nueva Esperanza. En diciembre del año pasado, el IMUH y el Ministerio de Seguridad de la provincia arribaron a un acuerdo con los ocupantes de la toma para la reubicación de las familias que permanecen en el lugar.

El presidente del IMUH señaló que las familias serán relocalizadas en terrenos con servicios.

«Estamos de acuerdo con ser reubicados porque allá vamos a tener los servicios. Acá tenemos luz a cuenta gotas, agua tenemos que pagar para que nos las traigan. Los lotes van a estar divididos y cada uno va a construir. Nosotros les dijimos que queríamos pagar la tierra porque todos somos laburantes, no queremos que nos regalen nada», explica Marisa. «Estoy con muchas ganas de tener un lugar, empezar a edificar y con más fuerzas», se entusiasma.

El mismo entusiasmo expresa María al percibir que «va a cambiar porque vamos a tener una casa de material y no vamos a estar sufriendo con el tema del agua, de la luz, si llueve, si se inunda la casilla».

Marisa dirige su mirada a las casillas que están alrededor de la suya. Siente que estos dos años en la toma ha sido una experiencia más en su vida. «Conoces mucha gente, te organizas enseguida para pelear por algo y conseguirlo, dejamos las diferencias de lado y nos organizamos y ayudamos enseguida. Te das cuenta cuánto podes soportar y aguantar por un pedazo de tierra para vos y el futuro de tu hijo».

Fuente: La mañana Neuquén