La CNEA les enseñará a los recicladores de Bariloche a arreglar las máquinas de su planta
La iniciativa busca que el propio equipo de reciclado pueda hacer el mantenimiento de los equipos y tener los conocimientos para enfrentar los desperfectos técnicos que se presentan en el día a día.
11/04/2022 MUNICIPIOSLa iniciativa busca que el propio equipo de reciclado pueda hacer el mantenimiento de los equipos y tener los conocimientos para enfrentar los desperfectos técnicos que se presentan en el día a día.
La Asociación de Recicladores de Bariloche (ARB) firmó un convenio con la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) para recibir asistencia técnica y capacitación sobre la maquinaria para mejorar la operatividad de la planta, algo que se hará de manera institucional y no «como un favor» ya que «son ellos los que nos ayudan a nosotros», dijeron desde la CNEA.
La iniciativa será implementada por el equipo de ingeniería de la gerencia de Investigación Aplicada del Centro Atómico Bariloche y está prevista, en una primera etapa, para los próximos seis meses.
«Que hoy nos quede chica la planta habla de que algo está pasando. Nunca en mi vida vi tanto material acumulado», señaló Gladys Pichiñanco, presidenta de la ARB.
Desde el balcón de la planta, ubicada dentro del vertedero municipal de Bariloche, se ve la cinta transportadora con las acopiadoras de plásticos, dos prensas, la picadora y los fardos de latas, listas para que se las lleve el camión.
Cada semana llegan a la planta los residuos secos de Dina Huapi y de los centros de acopio, los fijos y los itinerantes, ubicados en distintos barrios de la localidad de Bariloche.
«Hay que entender que la responsabilidad con la basura no termina en una bolsa que se saca a la vereda. Tenemos que saber a dónde va la basura que generamos, si queda en el camino, si se recicla, si se entierra o qué pasó», remarcó Pichiñanco.
Y advirtió que «en los basurales a cielo abierto, cuando llueve, se hacen ríos de líquido lixiviado que salen del manto y van directo a los barrios. Es contaminación pura».
El líquido lixiviado es el que se forma a través de la disolución de los compuestos que contiene la basura, o bien cuando entra en contacto con el agua.
Desde hace tres meses algo cambió para las 70 personas que trabajan en la planta de reciclaje: como reciben tanto material seco, ya no tienen que entrar al manto, donde los camiones de basura tiran las bolsas de los residuos mezclados -secos, orgánicos, reciclables y no reciclables- que recolectan por la ciudad.
«Cuando llegué acá estaba con mi hija de cuatro años y juntábamos lo que podíamos. Sabía que se podía entrar pero con cuidado porque había una empresa privada que te sacaba, a los tiros si era la noche o muy temprano. Durante el día a veces nos dejaban pasar. Había otras personas con sus hijos. Por muchos años comimos de acá, nos vestimos de acá, y ya en el 2001 no pudieron mantener el cerco porque la necesidad era demasiada, había muchísima gente en el vertedero», relató Pichiñanco, que forma parte de la ARB desde sus inicios.
Al principio no había organización: quienes llegaban primero se quedaban con el bronce, el cobre y otros metales, que era lo que mejor se vendía. Los demás juntaban botellas, cartón, lo que hubiera. «Era una batalla de gente que se arrojaba a un camión para sacar lo que podía», recordó la actual presidenta de la ARB.
«Yo no sabía cómo expresarme, no hablaba con nadie ni podía confiar porque venía de un hogar donde había mucho maltrato. De ahí salí con miedo a saludar, a hablar, a mirar para arriba. Pero en estos años aprendimos a hacer de todo, incluso a dar charlas para los chicos de las escuelas, algo que yo nunca imaginé que podía hacer», agregó.
José García tiene 34 años y es uno de los seis recicladores que cursa la capacitación con el equipo de profesionales de la CNEA.
José nació en Bariloche, en el barrio 2 de Abril donde todavía vive, y hace nueve años se acercó a la ARB en busca de trabajo.
«Cuando llegué no sabía nada, fuimos aprendiendo acá. Yo trabajaba en construcción y en el invierno siempre me quedaba sin trabajo, entonces hablé con Zulema -Montero, expresidenta de la asociación- y empecé a juntar botellas», relató García.
Además de cuidar la planta, junto a su compañero trabajan con una máquina, la picadora, que se usa de noche porque hace mucho ruido.
«Nosotros no tuvimos ningún tipo de formación. Cada vez que se nos rompe una máquina viene un técnico de la Municipalidad que nos ayuda a arreglarla y vamos aprendiendo», explicó García y aclaró: «sólo sabemos resolver la urgencia. Cuando se rompe una máquina hay que mandarla a arreglar y eso puede tardar meses y es muy caro. Para nosotros es un problema porque se nos frena todo el trabajo».
Para llegar a la planta hay que atravesar un camino de ripio de unos 500 metros hacia adentro del vertedero. A los costados hay heladeras ahuecadas, lavarropas sin puertas y en especial autos, algunos más oxidados que otros. Después está la barrera de seguridad y el lugar de acopio, donde llegan los residuos secos y donde también se acumulan los fardos de botellas de leche, cartones y plásticos multicolores listos para vender.
Dentro de la planta, la cinta transportadora ocupa gran parte del galpón y se conecta con la picadora. También están las prensas y el autoelevador, y la picadora de vidrio y cortadora de neumáticos que entregó este año el Ministerio nacional de Ambiente y Desarrollo Sostenible en el marco del Plan Federal de Erradicación de Basurales a Cielo Abierto.
Dentro del plan de capacitaciones que la CNEA propuso a la ARB, la idea principal es que el propio equipo de recicladores pueda hacer el mantenimiento de las máquinas y tener los conocimientos para enfrentar los desperfectos técnicos que se presentan en el día a día.
En el taller, a cargo de Carlos Talauer, se dedican a desarrollar y preparar la maquinaria que demandan los y las investigadoras de la CNEA.
«Notamos que nos convocaban cuando los equipos ya estaban rotos. Buscamos que ahora puedan prever y hacer mantenimiento programado para que no lleguen al punto de tener que cortar la operatividad de la planta», agregó el ingeniero.
El convenio tuvo su origen hace más de dos años, cuando a Adriana Serquis, actual presidenta de la CNEA, le consultaron por alguien que pudiera ayudarlos con el mantenimiento de una máquina que se había roto.
«Fue la gente del taller mecánico a darles una mano y entonces surgió la idea de hacerlo de forma institucional y no como un favor», señaló Serquis.
Para ella, la ARB hace un trabajo indispensable para la ciudad.
«Son ellos los que nos ayudan a nosotros y no al revés. Es muy necesario su trabajo, especialmente frente a los grandes generadores de residuos como el Centro Atómico, IVAP o los hoteles», agregó la presidenta de la CNEA.
Desde marzo, José García y otros seis miembros de la ARB se encuentran dos veces por semana con el equipo de la CNEA para capacitarse y mejorar el trabajo en la planta. «Después de estar buscando materiales en medio del manto de basura, con lluvia, viento, nieve, trabajar en la planta y aprender cosas nuevas es un sueño para nosotros», remarcó Pichiñanco.
Los residuos reciclables, limpios y secos, se pueden depositar en los Puntos Verdes fijos -sobre Av. De los Pioneros, en la rotonda del Km 8, en el barrio Las Victorias y en el Centro Cívico de la ciudad- o bien consultar por los puntos de acopio itinerantes que anuncia la ARB cada semana a través de sus redes sociales.