Tras un año de elecciones en 22 provincias, «el país tendrá el poder más repartido»

A las puertas de la definición presidencial, Fanny Maidana, doctora en Ciencia Política, analizó con El Litoral el panorama que dejó la dilatada secuencia electoral, que atravesó a casi todos los distritos desde febrero a noviembre

A las puertas de la definición presidencial, Fanny Maidana, doctora en Ciencia Política, analizó con El Litoral el panorama que dejó la dilatada secuencia electoral, que atravesó a casi todos los distritos desde febrero a noviembre.

El 12 de febrero. Ese fue el primer mojón en este intenso año político que aún no termina, porque resta definir en balotaje quien será el próximo Presidente argentino. Pero ya ese día, con las PASO en La Pampa, se puso en marcha el extenso calendario electoral que atravesó a casi todas las provincias, menos a Santiago del Estero y Corrientes que luego de la intervención federal están defasadas del resto y designan autoridades en coincidencia con las elecciones intermedias; es decir, lo harán en 2025.

A partir de entonces, prácticamente todos los meses hubo comicios en algún distrito provincial, sean primarias o generales. Como en el caso de Santa Fe que fue a las urnas en julio y en septiembre para definir, entre otras autoridades, a su gobernador y vice.

Fanny Maidana, doctora en Ciencia Política, acompañó, a lo largo del año, todo este proceso con análisis sobre los sistemas electorales que conviven al interior del país, la incidencia de los distintos calendarios electorales, y la participación en las urnas. Y lo vuelve a hacer en este cierre de ciclo.

Una vez más el diálogo con El Litoral está mediado por la tecnología, pero esta vez entre uno y otro abordaje de los sucesivos vuelos que, por estos días, la llevaron a México en el marco del Programa Intercambio Académico Latinoamericano que la tendrá dictando clases y conferencias en la Universidad Autónoma de Tlaxtala, en representación de la Universidad Nacional del Litoral.

– ¿Qué lectura merece la distribución de poder que va a caracterizar el mapa político del país después del 10 de diciembre?

– Sin lugar a dudas esta es una elección bastante paradigmática, porque en varias provincias perdieron los oficialismos. Un ejemplo es lo del Movimiento Popular Neuquino, el caso de San Juan, San Luis o Santa Cruz, donde teníamos al Frente para la Victoria que no logra sostener después de mucha conflictividad. Es una provincia que todavía tiene vigente la Ley de Lemas.

En el caso de Neuquén, pierde el oficialismo, pero gana un desprendimiento de ese partido provincial (Rolando Figueroa, frente Comunidad). Algo similar ocurre en la provincia de San Luis con Juntos por el Cambio (Claudio Poggi). En ese sentido, la situación va a ser bastante particular por lo repartido que va a estar el poder.

– ¿Cómo va a afectar el próximo período el hecho de que haya 10 provincias gobernadas por Juntos por el Cambio y un presidente de otro partido? ¿Estas condiciones podrían abrir la puerta a un mayor federalismo?

– No se si más federalismo, pero si me parece que va a forzar a que se den conversaciones en términos estrictamente políticos. Para desarrollar determinadas políticas, sí o sí se necesita del acompañamiento y la anuencia de los gobernadores; entonces me parece que va a haber un gran desafío de construcción de acuerdos y diálogos que cuando el oficialismo nacional tiene mayoría de gobernadores no se da, sino que se resuelven mucho más fácilmente.

Se lo vio el domingo (22 de octubre) en el discurso de Sergio Massa y fue bastante claro en esta cuestión de tener que construir y dialogar. Me parece que es algo que va a ser necesario por este cambio de escenario en quienes encabezan los gobiernos provinciales.

– Sin embargo, en las provincias habrá menos gobernadores peronistas, los de Juntos por el Cambio están en medio de una crisis de la coalición y no habrá ninguno libertario. ¿Esto puede condicionar el desenvolvimiento coordinado?

– Hay un montón de cosas para resolver. La situación de Juntos por el Cambio en este momento es bastante crítica. Sus gobernadores electos han logrado llegar a un acuerdo pero tienen que ver cómo se articulan en función de cómo evolucione el futuro del espacio político. Hay una clara apertura a favor del acuerdo con (Javier) Milei y en contra, y vamos a ver cómo se resuelve eso en función de quién gane en el balotaje. También me parece que los gobernadores tienen un plafón político en representación de sus provincias que les da la posibilidad de sentarse a negociar con quien fuera que gane en el gobierno nacional.

– ¿Hasta qué punto influyó el calendario electoral para que se impusieran lógicas provinciales o nacionalización de los comicios, según el caso?

– Se observan dinámicas distintas cuando la elección es provincial y local que cuando es nacional. En el caso de Entre Ríos, la gente prefirió votar más en la categoría de presidente que en la de intendente y concejales que son las autoridades que resuelven a diario sus problemas. Y sin embargo hubo más participación en la categoría nacional que en la local.

– ¿Podríamos definir al electorado argentino como voluble, o volátil, o más allá de quiénes sean los candidatos más votados se pueden identificar ciertas constantes?

– Hay bastante material escrito en la Ciencia Política que dice que cuando los partidos no se coordinan internamente para hacer una oferta electoral interesante, son los electores los que terminan coordinando para resolver esas indefiniciones de los frentes. Y me parece que eso se vio en la elección general. Está claro que ya no vivimos en una democracia de partidos como en la década del ’80 ó ’90, cuando éstos tenían un mínimo de 30 por ciento de voto cautivo y a partir de ahí empezaban a construir. Eso está desdibujado ahora y el contenido emocional del voto es muy grande y se define sobre la marcha. Lo que no implica que los partidos de frentes electorales dejen de tener un rol importante. En estos días vemos cómo la democracia y el funcionamiento institucional requiere de los partidos pero la cuestión electoral está mucho más vinculada a las personas, candidatos y candidatas; ahí los ciudadanos eligen «lo menos peor» en función de su percepción y de sus emociones. Muchos se preguntan cómo salió primero Massa (en las generales) con la situación económica y la inflación. Eso demuestra que hay otros elementos que condicionan el voto y no tienen que ver solamente con lo económico.

¿La obligatoriedad de las PASO, a la luz de la sangría que produjo este año en lo espacios políticos, sobre todo en la oposición, debería ser revisada?

– Fue una campaña muy violenta en términos discursivos dentro de las alianzas, pero creo que eso tiene que ver con las estrategias de los frentes y de la forma en que se dio la dinámica este año.

El año pasado y a principios de este año cualquiera hubiera dicho que ganaba Juntos por el Cambio, por la situación económica, por la necesidad del oficialismo de poner como candidato a alguien que no fuera del riñón del kirchnerismo y porque se creía que el discurso de Milei no iba a penetrar tanto. Hay un tema que se estudia en Ciencia Política y dice que la primera vuelta tiene un carácter mucho más sincero: el elector vota a quien realmente quiere, aún sabiendo que ese candidato no va a ganar. Y en la general se expresa un voto más estratégico: se vota a tal candidato para que no gane aquel, o se cambia el voto. En el caso de Milei, me parece que, con su alianza con parte de Juntos por el Cambio, lo plantea como dentro de la casta que condena o dice que viene a terminar. Eso puede hacer que muchos de sus votantes reorienten su voto.

Fuente: El Litoral