Agroalimentos: cómo renovar la locomotora de la economía

El Banco Mundial presenta en Rosario un estudio sobre la situación del complejo agroalimentario argentino y los desafíos que enfrenta en materia de crecimiento, inclusión y sostenibilidad ambiental

El Banco Mundial presenta en Rosario un estudio sobre la situación del complejo agroalimentario argentino y los desafíos que enfrenta en materia de crecimiento, inclusión y sostenibilidad ambiental

El sector de los agroalimentos es un actor fundamental para el crecimiento de la Argentina, la inclusión y el desarrollo sostenible. Pero en las últimas décadas cedió participación en el mercado mundial y perdió dinamismo en comparación con otros países líderes del segmento. Una parte importante del problema tiene que ver con políticas públicas que distorsionan la actividad y le cargan una mochila a los productores. Un informe realizado por el Banco Mundial, que será presentado el lunes próximo en la Bolsa de Comercio de Rosario, repasa esas dificultades pero al mismo tiempo propone una hoja de ruta para superarlas y asumir los desafíos económicos, sociales y ambientales del momento. Inscripción a la jornada aquí.

El informe “Hacia un sector agroalimentario más competitivo, inclusivo y resiliente” es una completa radiografía de este entramado productivo que cumple un papel crucial en la economía argentina. Un estudio similar se había realizado hace una década, de modo que este nuevo análisis permite captar los cambios del período.

Diego Arias, gerente de la Práctica de Agricultura y Alimentos del Banco Mundial, adelantó a La Capital algunas de las conclusiones del informe. El punto de partida es que “el sector agroalimentario de Argentina mostró un crecimiento general” en el período analizado pero al mismo tiempo necesita realizar cambios en las políticas para “mantener su competitividad en el mundo y reducir su vulnerabilidad a los impactos externos”.

El peso del sector de los agroalimentos
Los datos muestran, por ejemplo, que en 2021 las cadenas de valor agrícola y agroalimentaria representaron el 15,7% del Producto Bruto Interno (PBI) argentino, el 10,6% de los ingresos tributarios, entre el 17% y el 24% del empleo en el sector privado, y el 61% de las exportaciones. Argentina es el tercer exportador neto de alimentos del mundo.

El crecimiento de la productividad total de los factores en el sector agroalimentario superó, además, el aumento general del PBI, con un incremento del 3,7% anual desde 1973. Esto tiene que ver con la adopción de nuevas tecnologías. Por otra parte, la difusión masiva de la siembra directa contribuyó a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) por unidad de producción. Arias también destacó el papel clave que jugó el ecosistema de innovación de Argentina en el apoyo a este crecimiento de la productividad.

Pese a esto, el informe del BM advierte que las exportaciones agroalimentarias cayeron 1,3% anual en la última década y la participación de Argentina en los mercados agroalimentarios internacionales disminuyó del 2,7% en 2011 al 2,2% en 2021. El gerente de la Práctica de Agricultura y Alimentos del organismo menciona un dato clave que ayuda a explicar este estancamiento relativo: en otros países protagonistas del mercado global alimentario, el apoyo oficial explica entre e 2% y el 20% de los ingresos agropecuarios, mientras que en Argentina esa relación se invierte y es el sector el que pierde el 19% de sus ingresos por la intervención estatal.

“Algunas medidas, como las restricciones a las exportaciones y los impuestos a la exportación elevados y variables, afectan específicamente al sector agroalimentario”, señaló Arias. Otras políticas, como los tipos de cambio diferenciados, las restricciones a las importaciones y el impuesto a los ingresos brutos, repercuten en todas las áreas de la economía.

El economista también advirtió sobre el bajo nivel de inversión en bienes y servicios públicos para el sector, como la investigación, el fortalecimiento de las capacidades, la gestión de los recursos naturales y la infraestructura rural.

Este combo profundiza la vulnerabilidad del sector y sus actores tanto en materia social como ambiental. Aparece aquí la mención a “la falta de acciones para aumentar la resiliencia climática, especialmente en lo que refiere a las sequías”.

De hecho, la brutal seca de 2023 provocó una caída del 45% en la producción de los tres principales cultivos, una disminución del 40% en los ingresos por exportaciones de soja y pérdidas totales por u$s 20.000 millones, equivalentes al 3% del PBI. El drama impactó en toda la economía, al acentuar la escasez de dólares y generar más inflación.

Sostenibilidad social y ambiental
Y los pequeños productores de las zonas más remotas son los más dañados por las “políticas distorsivas”, al registrar “márgenes más bajos de rentabilidad y un menor acceso a servicios”. Es importante tener en cuenta, como explica Arias, que el 50% del consumo doméstico de alimentos es producido por las pequeñas unidades de agricultura familiar. Un segmento que mantiene una “elevada pobreza rural, en especial entre las comunidades indígenas”.

Este panorama tiene su costo ambiental. Según el estudio del Banco Mundial, entre 2001 y 2014, Argentina perdió más del 12% de su superficie forestal “Si no se implementan medidas de adaptación, los daños causados por las inundaciones podrían reducir el PBI en un 0,5% al año para 2060, y las sequías persistentes podrían provocar una disminución del 4% anual para 2050”, agregó el funcionario del organismo.

La sostenibilidad ambiental es un capítulo cada vez más urgente de la producción agroalimentaria. Esto es así por una doble vía. Como explica Arias, por un lado está la deadline de los países compradores para certificar las exportaciones de alimentos de los países proveedores como provenientes de buenas prácticas. En 2025, por ejemplo, entra en vigencia la exigencia de la Unión Europea de demostrar que los productos que ingresan a ese mercado provengan de zonas libres de deforestación.

La otra vía no tiene que ver con restricciones sino con oportunidades de mercado, a través de prácticas como la agricultura regenerativa que conviertan al sector agroalimentario en proveedor de servicios de remediación ambiental y secuestro de carbono. “La agenda de desarrollo del país y del sector agroalimentario requiere de créditos a largo plazo y hay disponibilidad de financiamiento atado a tecnologías climáticamente inteligentes”, explicó Arias. Subrayó que hay una oportunidad de captar este “financiamiento climático”.

El futuro
Pero enfrentar estos desafíos requiere de “una nueva visión y un entorno normativo más adecuado”, subraya el informe. Con un nuevo enfoque, agrega,” se podrían abordar tres esferas prioritarias: competitividad agroalimentaria y rendimientos económicos, conclusión socioeconómica y resiliencia y sostenibilidad ambientales”.

“El sector agroalimentario puede consolidar su rol como generador de ingresos, empleos, seguridad alimentaria y resiliencia, lo que allanará el camino hacia la recuperación económica”, aseguró Arias.

Presentación en la Bolsa de Comercio
El informe sobre la radiografía del sector agroalimentario que realizó el Banco Mundial se presentará este lunes en la Bolsa de Comercio de Rosario, durante una jornada de trabajo que comenzará a las 8.30 y finalizará a las 17.30. Serán de la partida el presidente de la entidad anfitriona, Miguel Simioni, el secretario de Bioeconomía, Fernando Vilella y la directora País para Argentina, Paraguay y Uruguay del Banco Mundial, Marianne Fay.

Durante la mañana, Arias, el gerente de la Práctica de la Agricultura y Alimentos para América latina y el Caribe del BM presentará el contenido del reporte. También disertará Edward Brenyan, economista agrícola líder del BM, y Emilce Terré, de la Dirección de Información y Estudios Económicos de la Bolsa de Rosario.

También habrá paneles sobre innovación y sostenibilidad en el sector agroalimentario, resiliencia y biosoluciones, ganadería regenerativa y trazabilidad, a cargo de especialistas de organismos públicos y privados, y economistas del Banco Mundial.

Fuente: La Capital