Un informe afirma que la clase media en Argentina significa apenas el 42% de la población en la actualidad
El informe de la consultora W remarca que el porcentaje de población abarcada en la clase media en el país bajó un 28% en tres décadas.
14/08/2024 El PaísEl informe de la consultora W remarca que el porcentaje de población abarcada en la clase media en el país bajó un 28% en tres décadas.
La clase media, que llegó a representar el 70% de la población hace tres décadas, actualmente suma entre los dos fragmentos en que se dividió apenas 42% (la media baja 25% y la media alta 17%).
El desprendimiento de la estructura socioeconómica argentina derramó en la clase baja no pobre y ensanchó la base pobre de la pirámide social, y entre ambas ocupan el 53% de la sociedad, de acuerdo con el relegamiento que realiza la consultora W, que orienta Guillermo Oliveto.
Si bien las delimitaciones están realizadas en función de los cortes en las remuneraciones, subsiste aún un componente imaginario que mantiene una parte del terreno económico perdido en los hábitos que añora pese a que ya no pueda pagarlos.
El techo, el auto, las vacaciones, la salud y la educación con pretensiones de calidad, los haberes jubilatorios, el confort hogareño, las salidas, no son fáciles de eliminar como deseo colectivo de clase para el 28% aritmético que dejó de pertenecer por la pérdida constante de poder adquisitivo en sus ingresos.
Comida y bajo techo
Hoy, la lucha a brazo partido involucra a los alimentos y los servicios esenciales, como el agua, el gas y electricidad, los financieros, prepagas, educación, gastos comunes por la vivienda e información y comunicación, sin contar el techo propiamente dicho.
Debajo de esa línea queda la pobreza y por arriba el escalón hacia la idea de bienestar que encarnaba la pertenencia a la clase media y que se ha ido alejando del alcance.
Oliveto y su equipo de sociólogos y antropólogos chequearon la nueva identidad de la clase media residual a través de 10 focus groups, que además de las cuestiones económicas, abordaron también la temática cultural, educativa, además de repasar hábitos y costumbres, así como valores, ideales, hitos e íconos.
«La percepción generalizada que define la identidad de clase media es que ese sujeto gregario en la práctica está en acelerada contracción y transformación. Se reduce, se comprime, se acota. Para varios, directamente ya no existe», explica.
Aclara al respecto: «Especialmente si de lo que se está hablando es de aquellos registros de los años ’80 y parte de los ’90, cuando sus integrantes podían ahorrar, proyectar, comprar una casa, vacacionar de manera previsible, crecer, progresar sobre la base del esfuerzo, educar a sus hijos y dejarles un legado patrimonial y moral».
Degradación de la clase media
La degradación que perciben los nuevos entrevistados ha sido en etapas y terminó siendo transversal, con lo que dejó a muy pocos sin tocar. Se valida así el nuevo significante del ‘empobrecimiento’ como un elemento explicativo que adquiere centralidad y gana densidad».
“Con solo mirar los datos básicos de la economía era posible imaginar y prever este desenlace. El PBI cayó 5% entre 2011 y el primer trimestre 2024. El consumo de productos básicos tuvo un derrotero todavía mucho peor. Entre 2011 y el primer semestre de este año, cayó 16% en volumen. Lo que equivale a un -29% per cápita. Si bien este es el arco de tiempo más reciente que especifican, el punto de referencia de base se ubica en la década del ’80”, desgrana los datos del diagnóstico.
“Ahora son las personas de a pie, no los economistas, los políticos o los técnicos, las que observan y sienten el deterioro progresivo que fue minando las bases culturales y sociales de nuestra cotidianeidad”, aclara.
Se trata de un proceso de largo alcance cuyo primer hito central y estructurante la gran crisis del fin de la convertibilidad. Observa que en la recuperación 2003-2007 se produce una reconfiguración del pacto ciudadanos-gobierno.
El consumo y las experiencias del presente reemplazaron el valor de los proyectos de largo plazo como eje organizador de la vida cotidiana en aquellos años ’80 y buena parte de los ’90.
Goces y satisfacciones instantáneas, propias de una era donde la vidriera infinita de la tecnología hipertrofió el deseo, “operaron como un efectivo ansiolítico para mitigar el malestar por la pérdida de horizonte que trajo la poscrisis”, interpreta.