La chacra Municipal de Centenario enseña a cada familia a hacer su casa de barro
Centenario tiene su propio taller de construcción en barro y en estos meses la ciudad tendrá una ordenanza habilitada para edificar en tierra cruda.
23/05/2025 MUNICIPIOSCentenario tiene su propio taller de construcción en barro y en estos meses la ciudad tendrá una ordenanza habilitada para edificar en tierra cruda.
Hay una casa que se levanta en Centenario, que no es una casa común. Tiene paredes que respiran, botellas que capturan la luz, maderas que hablan con el viento y cimientos pensados desde la sabiduría. No es una casa para vivir, sino para enseñar a vivir de otro modo. Para recordar lo que la tierra siempre supo.
La construyen a muchas manos, en la Chacra Municipal de Centenario, donde se dicta el taller de bioconstrucción para unas 40 personas, pero sobre todo, para mujeres que buscan tener su vivienda propia, no siguiendo modas ni catálogos, sino su propio camino de cambio.
La casa es una suerte de lugar de encuentro, refugio, y el modelo de práctica del taller de bioconstrucción que se dicta dos veces por semana, ya hace varios meses, a cargo de la ingeniera agrónoma Alicia Manucci, quien es secretaria de Desarrollo Sustentable de la Municipalidad de Centenario.
El taller está coordinado Marcelo Scatizza, un hacedor que rescata técnicas ancestrales para ponerlas al servicio de la gente. Es una suerte de «chacra escuela», que se dicta los martes y jueves de 14 a 18, en calle Jaime De Nevares y Celina Cichero, camino al puente Centenario-Cinco Saltos.
Casa de barro: se habilitará por ordenanza
Pero este taller, también es un botón de una muestra aún más grande. Centenario preparó hace un tiempo una ordenanza para reglamentar conducción con materiales crudos, que está en debate en el Concejo Deliberante. Ya se intentó implementar en 2016, pero fracasó. Muchas discusiones y, quizá, lobbies de las formalidades de la arquitectura.
“Estamos tratando de recuperar saberes que fueron desplazados por la industria y el cemento. Pero el barro es sabio y dura. Hay construcciones de hace 9 mil años que siguen en pie», dice Marcelo, mientras señala una de las paredes, hecha con quincha, que es básicamente cañas, madera y barro.
Cada pared de esa casa experimental será distinta: adobe, barro, madera sin aserrar, botellas recicladas. Es una enciclopedia viva de formas de habitar. La casa de la chacra municipal tiene historia y muchos en Centenario recuerdan una foto que se hizo viral en 2020, previa a la pandemia, cuando una decisión política desafortunada terminó con una casa hecha escombros. Cinco años después, todo volvió a empezar.
El taller de bioconstrucción en la «chacra escuela», que se dicta los martes y jueves de 14 a 18, en calle Jaime De Nevares y Celina Cichero, camino al puente Centenario-Cinco Saltos.
“Acá no enseñamos solo a construir. Enseñamos a mirar, a detenerse. A preguntarse qué materiales hay alrededor, qué se puede usar, qué sobra y qué puede ser usado”, dice Marcelo.
Pero este taller no sería lo que es sino por quienes lo habitan. Malela Ceballos, una joven de Centenario, dice que la bioconstrucción le permite “recuperar recursos que el sistema llama basura: botellas de vidrio, plástico, ecobotellas. Me hace repensar los espacios», explica.
La mujer sueña con hacerse su propia casa, pese a que no es algo económico. Se necesitan manos y espíritu colaborativo. En la jerga, se denominan las «mingas», donde los grupos comunitarios se juntan alrededor del barro y completan una tarea constructiva en una jornada.
«No quiero una casa gris y estereotipada. Quiero una casa con alma, con sol, con energía natural, con mi sello”, explica Malela.
Está también Marina Andueli, que viaja desde Fernández Oro para participar del taller, junto a sus compañeros. El grupo se mantiene estable en poco más de 20 personas, pese a que mucha gente pasa a una clase, toma algunas anotaciones y se va.
“Me gustaría usar estas técnicas en mi casa. Pero también sueño con armar un espacio cultural, un refugio hecho con nuestras manos. Esto es hecho con nuestras manos. Esto no es sólo para mí. Es para todos, es colectivo», sostiene.
La experiencia es gratuita, abierta, generosa. Es, como dice Marcelo, “un trabajo con otros, para otros. Un modo de reconectar con la tierra, pero también con nosotros mismos”, dice la chica, que tiene una visión más comunitaria alrededor de una construcción de barro.
«Que cada familia pueda hacerse su casa»
“El objetivo que tenemos con este taller es que cada familia pueda construir su casa con elementos naturales, como lo hacían nuestros ancestros”, explica Manucci.
Y hay algo fundamental. Centenario ya tiene preparada una ordenanza que habilita la construcción con tierra cruda, lo que permite que estas viviendas no sean solo un sueño o una experiencia alternativa, sino una realidad con respaldo legal. “Esto les da seguridad y habilitación a las familias”, destaca.
Pero la construcción en barro es mucho más que una técnica, es una forma de vida. En este taller, además de paredes y cimientos, se construyen hornos de barro. “Una de las cosas más lindas que tiene la bioconstrucción es eso: la cocina. Estamos armando hornos tradicionales, de tambor. Cada uno es una forma distinta de cocinar y también de encontrarse”, cuenta Manucci con orgullo.
Estos son tiempos de viviendas impagables para muchas familias y de ciudades cada vez más hostiles. El barro aparece como una alternativa real, amorosa y revolucionaria, pese a que hace décadas ha tomado auge en el Alto Valle.
Una pared de quincha puede no parecer gran cosa al lado del cemento. Pero tiene algo que el cemento nunca podrá dar, que es la vida.