Ruperto, el criancero y tejedor que mantiene viva la cultura de Neuquén

Desde la cría y esquila de animales pasando por el hilado, el teñido y tejido, el hombre del paraje Pichaihue interviene en todo el ciclo productivo de la lana.

Desde la cría y esquila de animales pasando por el hilado, el teñido y tejido, el hombre del paraje Pichaihue interviene en todo el ciclo productivo de la lana.

Empezando con la cría de sus animales y hasta llegar a las prendas tejidas que comercializa, Ruperto Morales es un verdadero protagonista de las distintas etapas de la producción de la lana en la ruralidad de Neuquén. El criancero y tejedor es el reflejo de la cultura de sus antepasados y uno de los tantos personajes que habitan en el interior de la provincia.

Este hombre de 39 años de la comunidad mapuche Millaín Currical, asentada en cercanías a Caviahue, recibió con alegría tiempo atrás la llegada de la empresa Artesanías Neuquinas -dependiente del ministerio de Desarrollo Humano, Gobiernos Locales y Mujeres-, en la recolección que se realizó en el norte de la provincia.

Un empuje para seguir con el tejido
Allí pudo ofrecer sus tejidos que la empresa estatal luego comercializa en sus distintos puntos de venta. “Estoy contento, está bueno que vengan a recolectar, te da más ánimo para seguir haciendo pilchas”, comentó con entusiasmo.
Si bien culturalmente el tejido está más vinculado a las mujeres, mayormente encargadas de la labor en el telar, Ruperto parece ser la excepción.

Oriundo del paraje Pichaihue, cerca de Loncopué, cría ovejas, chivas, caballos y vacas. Se encarga de la esquila, “le saco el vellón a la oveja para hilarlo”, contó, interviniendo desde el inicio del ciclo productivo.

Criancero y tejedor
Pero no solo eso, sino que prepara la lana, hila, tiñe y teje. “Yo empecé con una maestra de acá de Pichaihue, Margarita Millaín, que me enseñó a hilar y también mi mamá María, y así fue como empecé a tejer”, explicó.

Recordó que “cuando empezó Artesanías Neuquinas a recolectar yo tenía 18 años. Desde ahí empecé a trabajar, a venderles las piezas y también en forma particular”.

Ruperto realiza el hilado con la rueca, y asegura que una pieza lleva bastante tiempo de elaboración. “Primero tenés que carmenar la lana (desenredarla, limpiarla y prepararla para su posterior hilado); para empezar a hacer la hiladura”. Después es tiempo de lavar la lana, dejarla bien limpia y urdir (preparar el hilo para tejer en el telar), para finalmente iniciar el tejido.

La tintura la realiza con tintes naturales como tara (un yuyo de la zona), raíces de sauces o michay. “Son tintas que busco yo, algunas tengo que salir muy lejos a buscarlas”, explicó. Esas raíces las hierve para que den color y coloca las madejas para teñirlas y luego poder continuar con el resto de las tareas.

El tejido artesanal, una actividad que perdura
El tejido, en su sentido ancestral, es una práctica muy antigua que se remonta a miles de años. Se considera un arte y una técnica que ha evolucionado con la humanidad, desde las primeras formas de protección contra el clima hasta la expresión cultural y artística que es hoy en día.

En la provincia de Neuquén es una tradición que fue transmitida de generación en generación y la práctican tanto mujeres como hombres de campo. Ruperto lo hace con entusiasmo y pasión. Igual que lo hicieron sus ancestros.

Fuente: La Mañana Neuquén