Villa Chicligasta: Tras la toma de la comuna, los lugareños armaron una comisión para controlar la gestión

CAMINO TERROSO. Los niños deben caminar varios kilómetros para ir a clases por falta de transporte escolar.

CAMINO TERROSO. Los niños deben caminar varios kilómetros para ir a clases por falta de transporte escolar.

Los vecinos dicen estar hartos de vivir en un ”pueblo fantasma”; exigen que se mejoren los caminos y los servicios de salud y educación Los manifestantes entregaron el edificio comunal a cambio de que el comisionado se alejara del cargo y tomara licencia

No es fácil llegar a Villa Chicligasta (Simoca). Los 13 kilómetros del camino que se desprende de la ruta 157 y que conducen al pueblo son permanentemente un tierral y, muy eventualmente, un lodazal.

No es fácil vivir en Villa Chicligasta. Hasta hace poco, no había ambulancia, transporte escolar ni un comisionado comunal presente. Aún no hay cajeros automáticos, correo, gas natural, cloacas; no se celebran misas en la derruida iglesia (es museo histórico nacional) y hace una década que la plaza principal “Manuel Garretón” no ve una flor. Sólo hay un par de almacenes y algunas fondas.

No es fácil quedarse en Villa Chicligasta. El poblado de casi 3.000 habitantes se empeña en expulsar a los más jóvenes hacia las cosechas o “la ciudad”.

Hace una semana, sin embargo, el hartazgo colmó la garganta de los lugareños. Primero fueron una docena los que se congregaron en la plaza; después 30 y ahora ya se cuentan por centenas. Se manifestaron, quemaron cubiertas sobre la ruta y tomaron la comuna durante cuatro días. Luego, negociaron con autoridades del Ministerio del Interior y entregaron el edificio. Las condiciones fueron que se gestionaran mejoras y que el delegado -el alperovichistaMario Castro- tomara licencia. La heterogénea asamblea de vecinos designó una comisión que controlará a la funcionaria que quedará a cargo de la administración, la secretaria habilitada,Belén Zamora.

LA GACETA visitó la comuna y dialogó con los habitantes que, prometen, seguirán con lupa cada paso del año que queda de gestión.

“Desamparo”

Un cartel azul del ente de Turismo da la bienvenida al pequeño poblado. Paradójicamente, explica que el nombre del lugar alude a un sitio “signado por el desamparo”. En eso, precisamente, coinciden cada uno de los habitantes.

Hugo Leiva (65) está parado frente a la comuna, sobre la calle principal. Pese a los esfuerzos de los empleados por tapar las pintadas aún se lee un mensaje para Castro: “gato andate” (sic). “Aquí nunca hubo progreso. Siempre hemos juntado firmas, pero nunca nos daban pelota. Yo era puntero de (el actual legislador) Alberto Herrera. Se decía que los fondos llegaban, pero ¿ve muchas obras?”, pregunta indignado. Repasa que en 2004 fue la última vez que se arregló la plaza; que unos años después se hicieron dos cuadras de pavimento (las únicas) y algunas de cordón cuneta y que en 2013 se habilitó un edificio para la escuela media.

“Muy lindo el edificio, pero los chicos de la secundaria no tienen baño. Y los de la primaria tienen que entrar con un balde porque no hay agua y hay aulas que no fueron terminadas. Lo poco que se hace, se hace mal”, reniega Nora Barrionuevo (44). Está orgullosa de la actitud de los ciudadanos. “Estamos hartos de vivir así, no tenemos nada. Esto es el abandono. El médico viene tres veces a la semana al CAPS. Es decir, tenemos que ir al Hospital de Simoca para todo”, consigna.

Docentes y padres de alumnos que prefirieron no dar sus nombres recalcaron que desde hace seis meses que los chicos de caseríos aledaños llegan a pie a la escuela porque se rompió -y nunca se arregló- un colectivo que se había comprado para transportar a los niños. De hecho, pasado el mediodía, los caminos se salpican de guardapolvos blancos. Gabriela Romano (36), que se dedica a cuidar ancianos y discapacitados, dice sentir impotencia por la realidad de “la Villa”. Está en la plaza, donde sólo quedan en pie un par de bancos, unos eucaliptos añosos y el busto del ex senador Garretón. No le preocupa que el cielo esté oscuro. “Hasta la lluvia nos ha olvidado”, dice mientras remueve la tierra reseca del suelo con la punta de su zapato. “¿Sabe lo que se siente estar en un lugar fantasma? No existimos para nadie. El gobernador (José Alperovich) vino a inaugurar una escuela en Manuela Pedraza y ni se acercó. Será que no quiere andar por tierra. Y al ministro (del Interior) Osvaldo Jaldo ni lo conocemos”, lanza.

Rosa María Ruiz (31) puntualiza que en cada reunión repiten los tres reclamos clave: mejoras en los caminos, en la salud y en educación. “Los vecinos nos fuimos animando cada vez más. Las promesas tienen que cumplirse”, advierte.

La organización

Tras las protestas, los vecinos eligieron cinco representantes que asistirán a la comuna todos los días. Una vez por semana, se congregarán en asamblea con los vecinos frente a ese edificio. El viernes, funcionarios del Ministerio del Interior y la secretaria habilitada se reunieron con la comisión. El grupo recorrió las escuelas de la zona (constataron obras inconclusas y deterioro); los caminos y el CAPS. “Afortunadamente la gente dijo basta y se fue sumando. Ven que no estamos pidiendo nada para uno en particular, sino lo básico para todos”. Así resumeRoberto Rojas (32) la esencia de la flamante organización. El joven estuvo viviendo en Buenos Aires y volvió para instalar un taller mecánico. “Fue un golpe volver y ver que todo seguía igual. Pero ahora la gente se unió y no es común. Es el hartazgo”, remarcó.

Ramona Ruiz (48) es otra de las representantes. “El pueblo se levantó porque no tenemos nada. Vamos de a poquito, para que las cosas se cumplan”, subraya. Afirma que se acercó por sus hijos y nietos. “No sólo no se vive bien, sino que tampoco hay futuro para los chicos. Los jóvenes terminan en la cosecha de manzana en Río Negro y las chicas, limpiando en casas de familia”, se entristece.

Relataron que, por ahora, el Siprosa envió una ambulancia; que el Gobierno se comprometió a pasar máquinas por la ruta y que se tramitarán mejoras para los establecimientos educativos.

“Hasta el lunes, Tucumán no sabía que existíamos. Estábamos fuera del mapa. Pero este es un pueblo hermoso y vamos a salir adelante”, se esperanza Rojas.

Los lugareños prometen que no bajarán los brazos hasta que logren mejores condiciones para llegar, para vivir y para quedarse en Villa Chicligasta.

la iglesia, “el orgullo” deteriorado.- Los vecinos de Villa Chicligasta afirman que el orgullo del pueblo es la capilla “Nuestra Señora de la Candelaria”, que dataría del siglo XVI. De acuerdo con los testimonios, Francisco Solano habría pasado por allí. Los habitantes, sin embargo, no pueden entrar porque el edificio permanece cerrado con candado y tampoco se celebran misas. “Antes venían unas monjitas a limpiar, pero hace tiempo que dejaron de hacerlo. Y el cura es de Simoca, viene sólo en febrero para la fiesta de la Candelaria y para San Expedito”, comentó el vecino Carlos Espinosa. En agosto de 1941 la iglesia había sido declarada monumento histórico nacional. La estructura es antiquísima y está muy deteriorada. Parte del campanario tiene enormes grietas y una sección del techo de la galería está por caerse (foto izquierda).

UNA COMUNA, VARIOS PUEBLOS.– Si bien Villa Chicligasta está compuesta por pocas cuadras, en los alrededores hay pequeñas localidades como Los Mendoza, Rodeo Grande, La Florida o Vizcacheral. Los habitantes de Rodeo Grande reclamaron un nuevo pozo de agua. En tanto, los de Los Mendoza, reclaman que la escuela sea remodelada y mejorada. En estas pequeñas localidades los problemas y las carencias se repiten.

DOS MOMENTOS.– Las calles de la comuna suelen estar adormecidas durante casi todo el año. Las excepciones son dos. Por un lado, los lunes, la calle principal (ninguna arteria tiene nombre) alberga una feria de carnes y verduras. Comerciantes y productores de la zona llegan con camionetas y carros cargados de productos. Muchos vecinos se dedican a la cría de chanchos y gallinas y aprovechan ese día para venderlos.

LAS INUNDACIONES.- A la vera de la ruta que conduce al pueblo, hay una docena de casas prefabricadas montadas sobre pilotes de cemento. Son el recordatorio que quedó en la zona de las inundaciones que hace una década arrasaron con animales y construcciones.

UNA SEMANA DE PROTESTAS.- Los vecinos habían tomado la comuna el lunes de la semana pasada (foto derecha). Ese día, mientras estaban protestando, EDET había cortado la luz por falta de pago. El martes, habían cortado la ruta y el miércoles una calle de la ciudad. El jueves, finalmente entregaron el edificio al Ministerio del Interior. El ministro Osvaldo Jaldo había dicho que estaban en contacto con los habitantes y que atenderían sus pedidos.

Fuente: La Gaceta