Río de Janeiro, quebrada, no puede pagar los gastos de sus policías
Los vecinos hacen colectas para abastecer una comisaría de Flamengo. Juntan desde papel higiénico a cámaras de seguridad
24/11/2016 EL MUNDOLos vecinos hacen colectas para abastecer una comisaría de Flamengo. Juntan desde papel higiénico a cámaras de seguridad
A sus 82 años, Maria Thereza Sombra no recuerda a Río de Janeiro más arruinado que hoy. Y asustada por las penurias en la comisaría de su barrio, convenció a sus vecinos de abastecerla con productos de todo tipo: desde cámaras de seguridad hasta papel higiénico.
La grave crisis de Río, el Estado más afectado por la recesión en Brasil, ha tenido efectos especialmente dramáticos en los sectores de salud y seguridad, con hospitales carentes de insumos, empleados batallando para cobrar su salario y comisarías sin hojas para registrar denuncias o sin gasolina para patrullajes. Los problemas de seguridad y servicios, que permanecieron en segundo plano durante los Juegos Olímpicos, se reavivan en la «Cidade Maravilhosa», declarada en estado de «calamidad pública» el 17 de junio pasado, antes del inicio de los Juegos.
La violencia y los tiroteos también repuntaron con la partida de los atletas internacionales, y la policía, desesperada, lanzó recientemente un SOS. «Si en la actual crisis que está pasando Río, la policía queda atada de pies y manos ¿qué va a ser de nosotros? Tenemos que ayudar a los que nos tienen que defender; si no, nadie podrá salir de casa», argumenta Maria Thereza, profesora jubilada y presidenta de una asociación de vecinos del acomodado barrio de Flamengo.
Esta elegante anciana es consciente de que la colecta es apenas un parche para una problemática profunda pero, satisfecha, apila en una mesa de la entrada de su edificio los rollos de papel higiénico, los productos de limpieza y los paquetes de hojas de papel que le han traído en los últimos días los vecinos de los 35 condominios que gestiona.
Conforme los recibe, Maria Thereza los tacha de la lista que le pasa periódicamente la jefa de la 9ª comisaría de Rio. Una vez, después de haber sufrido un embarazoso robo en el viejo edificio policial, el listado incluyó 12 cámaras de vigilancia que un vecino, dueño de una empresa de seguridad, acabó regalando. «Para mí, lo más importante de lo que estamos haciendo es algo que aprendí de pequeña: amar, respetar y ser solidario con el prójimo», sonríe la alegre octogenaria.
Pero la ayuda espontánea que estos vecinos de Flamengo empezaron a ofrecer en abril ya no era suficiente. La bancarrota del segundo estado más rico y poblado de Brasil es tan grave que, a inicios de noviembre, la policía oficializó ese tipo de donaciones en un programa que bautizó «Juntos con la Policía». La dependencia hizo un llamado público a ciudadanos y empresas para recibir donaciones de material de oficina, de limpieza e incluso pidió ayuda para «pequeñas reparaciones» en las instalaciones policiales o para la recolecta de basura.
La seguridad pública «es considerada constitucionalmente como responsabilidad del Estado, pero es un deber de todos». Este plan de auxilio «busca garantizar la prestación de un servicio público esencial para la sociedad y con la calidad que el ciudadano se merece», se limitó a comentar la Policía. Después de destapar el champán y olvidar momentáneamente sus penas con las millonarias Olimpíadas, la realidad abofetea a Río.
El Estado, que vive principalmente de los ingresos petroleros, tiene un agujero previsto de 17.500 millones de reales (más de 5.000 millones de dólares) para 2016.
«La Olimpíadas tuvieron su efecto, pero no tanto. La crisis llegó antes a Río por una quiebra en la recaudación, por cargas de salarios de funcionarios muy elevadas y, sobre todo, por la crisis de precios del petróleo», resume Vilma Pinto, profesora de economía de la Fundación Getúlio Vargas.
Recorte. El gobernador de Río, el oficialista Luis Fernando Pezao, lanzó recientemente un duro paquete de recortes y suba de impuestos que ha sido fuertemente contestado en las calles. (Nota: el 17 de junio pasado, se decretó la «emergencia económica»).
Pezao ya ha advertido que fraccionará en siete partes el salario de noviembre de empleados estatales y jubilados, y no sabe si podrá pagar el aguinaldo en Navidad, pero Maria Thereza y sus vecinos sienten que no les queda otra que «rascarse el bolsillo» y hacer modestamente parte del trabajo del gobierno.
Y lo hacen con rabia, sintiendo que están pagando los platos rotos, mientras dos ex gobernadores de Rio fueron presos la semana pasada acusados de sonados escándalos de corrupción.
«Yo, en realidad, pago impuestos dos veces. Pago mis tasas obligatorias y ahora estoy pagando también por los malos gobiernos que tuvimos aquí pero, de eso, la policía no tiene culpa», lamenta María Thereza.