La austeridad y la crisis desafían el carnaval de Río

Las escolas afinan el ingenio para mantener el brillo y esplendor de la mayor fiesta popular. Se organizan festejos para recaudar fondos y comprar los materiales.

Las escolas afinan el ingenio para mantener el brillo y esplendor de la mayor fiesta popular. Se organizan festejos para recaudar fondos y comprar los materiales.

Reciclaje de materiales, remiendos, donaciones… el Carnaval de Río de Janeiro despliega ingenio para mantener el brillo de sus desfiles pese a la crisis que ha cortado cuantiosos recursos a la mayor fiesta popular de Brasil.

“Vivimos en la austeridad”, afirma Luiz Carlos Magalhaes, presidente de Portela, la escola do Samba más galardonada de la historia.

Las escolas, como en un campeonato de fútbol, compiten en diversas divisiones y son juzgadas con criterios estrictos. Cualquier detalle errado puede costarle puntos y eso obliga a los directores artísticos a perfeccionarse en el arte de la improvisación.

“Vamos gestionando el día a día y eso es pésimo, porque no conseguimos planificar nada. Organizamos una cena-show y después vemos cuánto nos dejó para comprar plumas y lentejuelas”, deplora Magalhaes.

Cada escola del Grupo Especial (la “primera división”) recibe 6 millones de reales (unos dos millones de dólares) de la Liesa, la Liga que organiza los desfiles, procedentes de los subsidios de la alcaldía y de los derechos de televisión.

Algunas formaciones reciben generosas donaciones de los “bicheiros”, padrinos de las loterías clandestinas, pero la mayoría dependen de patrocinadores que resulta cada vez más difícil motivar.

“Nuestro principal patrocinador nos abandonó a última hora y tenemos que hacer proezas para realizar nuestro proyecto”, afirma el presidente de Portela.

Grande Río, otra escola de la División Especial, empezó a distribuir almuerzos gratuitos a las centenas de personas que participan en los preparativos, porque ya no podía pagar ni el salario de las costureras.

“Carnaval alternativo”

Las dificultades son mayores aún para las escolas de segunda división, con subvenciones tres veces menores y menos atrayentes para los patrocinadores.

“Tenemos menos medios y los materiales son más caros. Hemos tenido que innovar e imaginar un Carnaval más alternativo, con materiales menos costosos”, explica Jorge Silveira, director artístico de Viradouro, campeona de los desfiles de 1997.

“Por suerte, en los depósitos de accesorios de la escola encontré todo tipo de material” para suplir las carencias, se enorgullece, apoyado contra una monumental carroza en forma de torta gigante.

Su hangar es menos moderno y amplio que los del Grupo Especial, pero Jorge Silveira sabe que sus condiciones de trabajo son mucho mejores que las de las divisiones inferiores.

Efectivamente, las escolas de la 3ª a la 5ª División no desfilan en el mítico Sambódromo sino en la calle Intendente Magalhães, una arteria popular de la zona norte de Río, sin beneficiarse de los preciosos recursos de las transmisiones televisivas.

“Éste es mi quinto Carnaval y sin duda alguna el peor. Todo se ha vuelto más difícil este año”, lamenta Tatiana Santos, presidenta de Arranco do Engenho, un grupo de la Cuarta División.

“Nos pagan la subvención por partes y hasta ahora sólo hemos recibido el 70%. Sólo alcanza para pagar las deudas”, afirma esta mujer de 37 años, sentada en una silla de plástico en el hangar polvoriento con el techo deteriorado de la escola.

Muchas pequeñas escolas renunciaron a desfilar este año, pero Tatiana Santos decidió que en el desfile de este año rendiría homenaje a Salgueiro, una formación de la División Especial, que se sintió halagada y le ofreció vestuarios e incluso una carroza equipada.

Fábio Augusto, presidente de Tupy Vraz de Pina, de la Quinta División, también apeló a la solidaridad de escolas más ricas. “Vivimos de donaciones. Vamos de hangar en hangar y nos dan todo tipo de material. Cuando me hice cargo de Tupy, hace dos años, no teníamos ni baquetas para los tambores”, recuerda.

Suspenden festejos ante la falta de seguridad

Al menos 16 ciudades del Estado brasileño de Espírito Santo suspendieron las fiestas de Carnaval debido a la reciente crisis de seguridad pública en la región, informó ayer el portal “Globo”. Espírito Santo, vecino a Río de Janeiro en el sureste del país, tiene hasta ahora un fuerte despliegue militar tras vivir una ola de delincuencia que dejó más de 130 muertos a comienzos de mes.

Según “Globo”, unos 3.400 efectivos de las Fuerzas Armadas y la Fuerza Nacional, una tropa mixta para situaciones de emergencia, siguen patrullando en la región, pese a que la Policía retomó ya sus labores tras una paralización por reclamos salariales.

Los policías de Espírito Santo dejaron las calles sin patrullas durante diez días a comienzos de febrero como parte de la protesta. La capital del Estado, Vitória, y varias regiones aledañas, registraron entonces una ola de asaltos callejeros y robos. Debido a que los policías tienen prohibido legalmente hacer huelgas, las protestas fueron asumidas por sus esposas.

Fuente: Los Andes