Rutas y secretos de la yerba mate en Misiones
Conocé el origen de nuestro símbolo cultural, un recorrido donde podés aprender mucho sobre aquello que disfrutás todos los días y nos representa a los argentinos.
10/03/2017 TURISMOConocé el origen de nuestro símbolo cultural, un recorrido donde podés aprender mucho sobre aquello que disfrutás todos los días y nos representa a los argentinos.
A lo largo y ancho de nuestro país se dan cita manifestaciones que reúnen la identidad y el sentir de cada pueblo y hasta cada región. En cada expresión, se escribe nuestra historia, en nuestros paisajes y costumbres.
Las posibilidades para conocer y adentrarnos en nuestros orígenes son múltiples: durante todo el año y en todo el país, se suceden ceremonias ancestrales y fiestas populares, hay celebraciones para agradecer y para festejar; también tradiciones gauchas y conmovedoras manifestaciones de fe.
Así, entre música y bailes, poesías y rezos, se pueden andar caminos que hablan de historias milenarias. En algunas paredes de pueblos lejanos, es posible descubrir huellas originarias. Y en la arquitectura -y la cocina- de los pueblos, también se resumen los innumerables aspectos que forman el ser argentino.
La historia de nuestro símbolo más representativo, la yerba mate o como algunos lo llaman el «oro verde».
Rutas y secretos de la yerba mate en Misiones:
La yerba mate está fuertemente arraigada a la cultura litoraleña no sólo por su importancia en la economía productiva regional sino también por su historia. Fueron los guaraníes quienes transmitieron a los jesuitas la forma de consumir yerba mate a través de infusiones (lo que en lengua guaraní se llamaba «Caá-Mati») y los primeros cultivos de este árbol silvestre datan del siglo XVII, constituyéndose en una fuente importante de recursos para las reducciones jesuítico-guaraníes. Esta impronta fue continuada por los inmigrantes que se establecieron en estas tierras y puede rastrearse en los museos y sitios históricos a lo largo de la Ruta.
La producción de nuestro «oro verde» se puede conocer desde las plantaciones hasta la cosecha. Degustar un buen mate o un tereré y gastronomía basada en este ingrediente junto a familias rurales es tan enriquecedor como sabroso.
El mate, nuestro compañero de viaje, de cada reunión y hasta en la soledad, porque lo tomamos mucho, sin darnos cuenta de lo poco que sabemos de él. Por suerte, esto se soluciona en la Ruta de la yerba mate, llena de encanto guaraní.
Desde allí empieza el recorrido en la ciudad de Apóstoles, aquella que creció con el esfuerzo de polacos y ucranianos llegados a fines del siglo XIX. Aquí se invita a los visitantes a La Cachuera, donde se puede participar del proceso de elaboración de la yerba y descubrir la historia del mentor del establecimiento, Juan Szychowski, cuyos inventos maravillan: hizo una máquina envasadora y una represa en el arroyo Chimiray, a fines de la década del 20, para mover con la fuerza del agua un molino de arroz y maíz.
La ruta avanza y recorre caminos y casas en las que se puede apreciar el proceso de producción de la yerba mate, desde las extensas plantaciones hasta la cosecha de la misma, el secado, la molienda y el envasado final, ese que llega a nuestros hogares. Además, en el recorrido se aprende a catar diferentes tipos de yerbas, se descubren propiedades energizantes de las que muchos le adjudican y se conoce en detalle la «ceremonia del mate», que a veces se olvida en el vaivén de la rutina.
¡Y es Misiones! Así que hay que probar la infusión como dios manda, nada de mates modernos. Las rondas corren en el mate calabaza larga y de boca ancha, caliente si hace frío y en su versión helada, tereré, si el calor agobia.
Eso no es todo en el recorrido, también se degustan platos, postres y bebidas preparados en base a yerba mate y, entre ronda y ronda de sabores, se emprenden cabalgatas y caminatas por las plantaciones, para sentir el perfume de la yerba fresca y tocar las hojas que crecen bajo el sol. Ya de noche, ir a descansar al casco antiguo de una estancia o a la casa de algún colono dispuesto a compartir las costumbres de las familias rurales corona el viaje.
Entonces sí se duerme tranquilamente, habiendo aprendido las singularidades del «oro verde», que forma parte de nuestra identidad y nos une como argentinos.