San Guillermo, tierra de vicuñas y guanacos
Turismo en la naturaleza, observación de fauna y fotografía son las actividades que propone esta área protegida de San Juan, con temperaturas extremas y cielos estrellados.
02/06/2017 TURISMOTurismo en la naturaleza, observación de fauna y fotografía son las actividades que propone esta área protegida de San Juan, con temperaturas extremas y cielos estrellados.
El Parque Nacional San Guillermo, en la provincia de San Juan, es conocido por unos pocos privilegiados y aventureros que pueden afrontar las condiciones del clima de altura. Una vez vencido el desafío de llegar, sólo queda recuperar el aliento y disfrutar de la mayor concentración de vicuñas y guanacos del país trotando por sus llanos, ubicados entre altas cumbres andinas.
Este imponente escenario de naturaleza prístina posee 18 años de creación y 152 mil hectáreas y, en la aridez característica de su paisaje, sorprende descubrir los “oasis” formados por vegas donde aflora el agua. El parque nacional, junto con la reserva provincial, conforman la primera Reserva de Biósfera de Argentina, una figura de protección internacional que promueve la conservación de la biodiversidad y su uso sustentable. La soledad y la inmensidad serán los compañeros de esta aventura por caminos por donde los pueblos originarios transitaron hace más de 8.000 años.
Escondido en la montaña
Con condiciones ambientales extremas, llegar a San Guillermo implica alcanzar una altitud superior a los 3.500 metros sobre el nivel del mar. En este marco, la Administración de Parques Nacionales recomienda planificar la visita y “disponer de tres días como mínimo: uno de viaje y adaptación a la altura, otro que permitirá recorrer los circuitos habilitados y el tercero para emprender el regreso”. Se trata de un destino de difícil acceso y misterioso con potencial para la investigación, ya que posee escasa modificación del ambiente. Esta área protegida espera ser descubierta por los aventureros que se animen a afrontar el imprevisto, los cambios de clima y la belleza de las noches iluminadas por las estrellas. Para recorrerlo, existen circuitos turísticos establecidos, que deben realizarse en vehículo.
Por caminos de colores
En el parque nacional, desde el Centro Operativo Agua del Godo, la primera parada requiere un recorrido de 10 kilómetros. Se transita entre cerros y pastizales hasta llegar al Punto Panorámico, a más de 3.700 metros sobre el nivel del mar, sobre el extenso Llano de Los Leones. Tras una breve caminata, se accede a un mirador delimitado que permite contemplar la imponente presencia del Cerro Imán, con más de 5.000 metros; el transitar de manadas de vicuñas y guanacos; y, si la suerte acompaña, el sobrevuelo de un cóndor. Aquí, donde la respiración se hace difícil, sorprende la agilidad con la que corre el ñandú y, en el suelo, se pueden descubrir los refugios que construyen los tuco-tuco para resguardarse del cambio de temperatura. Es un espacio para la contemplación, donde la confluencia de altura, colores y vientos despierta todos los sentidos.
Otra opción para tener en cuenta es el circuito Los Caserones, de 5 kilómetros de extensión. El recorrido implica virar hacia el sur desde el Centro Operativo y salir de la quebrada del río San Guillermo. Luego se desvía hacia el oeste y se transita casi al pie del cerro Potosí para llegar, finalmente, a la vega de Caserones. Su paisaje majestuoso se abre entre afloramientos basálticos de geoformas redondeadas. Las vegas, de vibrantes colores, contrastan con los cerros y el azul del cielo. Al bajar del vehículo, el constante viento obliga a encontrar refugio en un sendero pedestre de 350 metros al reparo de los mogotes de piedra, y que permite llegar a un arroyo cristalino donde se puede apreciar un cerramiento con pircas, utilizado antiguamente para ganado o arreo de guanacos.
Tanto los paisajes como la experiencia en el lugar valen la pena. Lo que se vive en San Guillermo, no se olvida nunca más.