Las Perlas: los que eligen vivir en comunidad y en armonía con la naturaleza
Son familias que decidieron dejar la ciudad para instalarse en el barrio Costa Esperanza, a orillas del Limay. No se consideran hippies.
31/07/2017 MUNICIPIOSSon familias que decidieron dejar la ciudad para instalarse en el barrio Costa Esperanza, a orillas del Limay. No se consideran hippies.
No hay servicios básicos, pero sí lo que buscan: aire puro, calma y la posibilidad de autosustentarse con lo que ellos mismos producen.
Se oyen melodías del guitarrista Gilberto Gil desde una casa de barro del barrio Costa Esperanza. En Las Perlas hay miles de viviendas, pero esa en particular resalta por el material con la que fue construida y por las botellas que componen las paredes. Allí vive Gustavo “Arbolito” Rodríguez, un joven que eligió vivir aquí por la calma que caracteriza al lugar.
Mientras ceba mates con un toque de harina de algarroba explica que prefiere llevar una vida tranquila. Aunque algunos podrían catalogarlo como “hippie moderno”, ellos aseguran que no se sienten identificados con ese movimiento, que surgió en Estados Unidos en los años 60.
Como Gustavo, son muchas las personas que, por alguna u otra razón, han elegido vivir alejados del ruido de la ciudad y optan por estar rodeados de un entorno natural. Quizá comparten con el movimiento hippie cierta aversión al consumo indiscriminado, el respeto por la naturaleza y la importancia de proveerse, aunque sea en parte, sus propios alimentos. Las huertas, los productos artesanales y la comercialización y trueque en ferias son algunos de sus rasgos distintivos.
Quienes llegaron a Las Perlas lo hicieron por múltiples razones aunque poco después el paisaje, el río y la naturaleza los invitó a quedarse para respirar alejados del sistema. Así, otros se fueron sumando. “A Balsa llegan constantemente familias buscando un respiro, de esos que te inflan el pecho al tope, que te hacen sentir que encontraste el lugar donde criar a tus hijos y desarrollar una actividad independiente sin la presión y stress que generar las ciudades”, narra Gustavo bajo el seudónimo “ Arbolito”, en el periódico “La Balsa Informativa”.
Las horas del día las distribuye entre la radio, en la que se desempeña como operador y en la cocina, a través de la elaboración de comida saludable. Además escribe en el periódico local que cuenta las novedades del paraje y también historias de vidas de los lugareños.
Gustavo nació hace 32 años en Buenos Aires. Llegó al Alto Valle hace diez y hace dos que vive en este lugar agreste. Aquí no hay servicios básicos pero abunda el aire puro y la energía que surge del suelo árido. Vive en una casa que le prestó un amigo, que está construida a base de barro.
Mientras mira atento a su gato “Misky Mayu” explica que vive aquí por decisión propia y porque “necesitaba explorar otros lugares”. “Vengo desde Buenos Aires y he vivido en Neuquén y es todo mucho más acelerado. Hoy elijo esto por eso, porque te calmas, te calma el corazón, el cuerpo, todo (…) encontré mucha gente que está sintiendo las mismas necesidades que tengo yo”, expresó.
Yanet Poblete, de 37 años, y Virginia Cabrera de 32, eligieron el paraje por su atractivo natural y por la crianza de sus hijos. Junto a Gustavo, impulsan una feria en donde se comercializan los productos locales (Ver aparte).
Yanet recuerda muy bien cuando se trasladó con su familia desde Neuquén a Las Perlas. Fue hace 14 años, acompañada por su marido y sus niñas, uno de ellas en camino. La vida en el lugar iba a ser circunstancial, hasta encontrar otro lugar para vivir. Pero, encantados por la tranquilidad del lugar, decidieron instalarse en una casa ubicada a metros del río Limay.
A su lado está Virginia, una joven de 32 años que vive junto a su hija de 12 en el barrio. Llegaron hace dos años y pese a la falta de gas natural o la regularización de energía eléctrica, siguen apostando a la vida en naturaleza. Antes, Virginia vivió en una isla de Tigre, en Buenos Aires y en una comunidad ubicada en una chacra de Cipolletti. “Desde joven vivo en zonas un poco más alejadas de la ciudad, en una vida que es bastante rústica. Creo que es algo relacionado a mi espíritu”, explica sonriente.
Las dos colaboran para cuidar el medio ambiente. En el día a día se ocupan de la separación de los residuos, lo orgánico de lo inorgánico, el papel del plástico y la lista continúa.
Las familias cultivan y algunos optan por hacer compost con los restos de verduras. Además, durante el verano, salen con los niños a recolectar las botellas que dejan los visitantes. “Acá la gente recicla mucho. Donde vayas vas a ver una casa con un material que quizás vos tenías en desuso. Ese darse idea, y darle la vuelta, permitirse y crear”, asegura Yanet.
Frente al hogar de Yanet, viven Perla Alaguerateguy y Hugo Castro junto a sus hijos. Entre delicias de chocolate y cerveza artesanal explican que su vida allí es totalmente apacible. Desde diciembre del año pasado tienen su propia producción de cerveza y además se dedican a fabricar panificados.
Yanet elabora dulces, jugos naturales y conservas con frutas que consigue en chacras cercanas. Con eso y con el trabajo de su compañero, se las arreglan económicamente. De esa forma puede estar presente en la crianza de sus hijos y al mismo puede crear, explica.
Virginia, destina su tiempo a la fitocosmética y además prepara comida a pedido. Elabora cremas, pomadas y toda clase de productos para las afecciones y el cuidado de la piel a partir de su conocimiento sobre las plantas. Su padre le trasmitió ese amor y ella eligió seguir ese camino. Se le ilumina la cara cuando dice que su sueño es poder tener su propio vivero . “Me da mucha paz y siento una gran conexión con las plantas”, dice esta mujer, que como todos sus vecinos, prefieren esta vida lejos del ruido, y más cerca de la naturaleza.
Una feria que reúne el amor por lo saludable
La feria de Productores de Balsa Las Perlas surgió en enero de este año, cuando tres amigos se unieron para pensar un lugar de encuentro en el que puedan comercializar sus productos y en el que se fomente el consumo local. A Yanet, Virginia y Gustavo los une la vida en Las Perlas pero también el amor por la naturaleza y la alimentación saludable. “Nos pusimos en movimiento y en menos de un mes hicimos la primera feria”, explicaron. La feria se realiza una vez al mes en un predio que bordea el río Limay, el gran cauce que atraviesa el paraje. Allí se encuentran los productores locales y también sus pares de las localidades vecinas. Actualmente son 30 feriantes fijos que elaboran además de jugos naturales, fitocosmética, alimentos saludables, cerveza artesanal, diseño de indumentaria, panificados y miel, entre otros productos. Los feriantes realizan asambleas y se organizan en comisiones. Los habitantes colaboran con el cuidado del medio ambiente a través del uso de un baño seco. Y pretenden plantar árboles, en ese lugar que fue recuperado.
La próxima edición será el domingo 13 agosto, de 13 a 17, en el predio que está ubicado en el barrio Puente Santa Mónica.
“Vengo de Buenos Aires y Neuquén y es todo acelerado. Hoy elijo esto por eso, porque te calmás, te calma el corazón, el cuerpo”.
Gustavo, de 32 años, vino de Buenos Aires y hace dos que vive en Las Perlas.
“Desde joven vivo en zonas alejadas de la ciudad, en una vida que es bastante rústica. Creo que es algo relacionado a mi espíritu”.
Virginia, quien antes vivió en una isla de Tigre, en Buenos Aires.
“Acá la gente recicla mucho. Donde vayas vas a ver una casa con un material que quizás vos tenías en desuso. Es darle la vuelta y crear”.
Yanet Poblete, de 37 años, quien se trasladó con su familia desde Neuquén.
¿Qué es el movimiento de la transición?
El Movimiento de la Transición nació en el 2004 de la mano de Rob Hopkins, un profesor de permacultura que avizoró “distintas cuestiones con la llegada del pico del petróleo”.
Según ese movimiento, esa abundancia a muy bajo costo se iba a terminar en algún momento y por otro lado plantean la devastación del medio ambiente en general.
Apunta a consumir menos cantidad de energía y que esa energía sea de fuentes renovables o amigables.
Quienes abrazan este estilo de vida, aseguran que en el Alto Valle hay muchas personas que ya ejercen la transición por convicción y quizás nunca escucharon hablar de ese movimiento, pero lo hacen por la forma de relacionarse con el medio ambiente.