La aventura de atravesar los Andes por agua

El Cruce Andino une Bariloche con Puerto Varas (Chile) a través de tres lagos y enlaces terrestres en bus. La travesía se realiza hace más de 100 años.

El Cruce Andino une Bariloche con Puerto Varas (Chile) a través de tres lagos y enlaces terrestres en bus. La travesía se realiza hace más de 100 años.

Bariloche, el punto de partida de nuestro viaje, en abril se declara libre de egresados y esquiadores, pero siempre está concurrido. Recién llegados –vía Aerolíneas Argentinas directamente desde Córdoba–, aprovechamos la tarde para recorrer la parte céntrica de una de las ciudades más lindas de nuestro país. En el centro cívico, el San Bernardo bosteza esperando la selfie y el caballo del general Roca, duro, ya no quiere seguir atacando. Se ven los mismos boliches, el hotel del viaje de egresados y el lago. “Acá nos bañamos con los compañeros del Nores”, recuerdo mientras me cubro con la capucha.

Las aguas azules del Nahuel Huapi

Dándole la espalda al imponente hotel Lla Llao, zarpamos desde Puerto Pañuelo a bordo del novísimo catamarán Gran Victoria (ver aparte), para navegar durante una hora por el brazo más importante del Nahuel Huapi. La llovizna persistente satura el verde de los bosques costeros. Nos perdemos parte del relato del guía para salir a hacer fotos mientras la nave le hace un gol al arcoíris.

A poco de navegar, encontramos el Islote Centinela y el capitán toca tres bocinazos a modo de respetuoso saludo: allí descansan los restos del Perito Francisco Pascasio Moreno, considerado el padre de los parques nacionales. En todo el recorrido, numerosas cascadas se abren paso entre la selva valdiviana que tapiza las montañas de la costa. Nos acercamos a Puerto Blest.

Una vez en el muelle, el remodelado hotel histórico nos invita a echar el ancla, pero hay que seguir por tierra. Tres kilómetros en bus, internándonos en el bosque y bordeando el particular río Frías con sus aguas verdes y lechosas –que llegan desde uno de los glaciares del cerro Tronador–, nos depositan en nuestro próximo puerto.

Lago Frías, un espejo verde

En Puerto Alegre embarcamos para recorrer durante 25 minutos el lago Frías (no le digan a los otros dos, pero, si bien es el más pequeño, también es el más lindo). El particular color de sus aguas verdes se debe a partículas en suspensión. Por ser el de menor tamaño, la exuberante costa está mucho más cerca y nos deja ver cómo los árboles invaden el paisaje hasta el agua.

El paseo termina en Puerto Frías, donde hacemos los trámites aduaneros. Desde allí, iniciamos el trayecto terrestre más largo, de dos horas aproximadamente, ascendiendo hasta los 1.000 metros. Cruzamos a Chile por el parque Nacional Vicente Pérez Rosales hasta Peulla, pequeña villa donde, después de hacer migración, almorzamos. El salmón rosado aparece en todos los menús.

Color esmeralda: el lago de Todos los Santos

Iniciamos el recorrido del último lago, esta vez en aguas chilenas. Al rato de navegar, el capitán detiene la marcha y se acerca a la costa; la cascada de ochenta metros de altura bien merece fotos desde todos los ángulos. Llegamos a Petrohue. Abordamos el último bus que, bordeando el lago Llanquihue, nos lleva a destino final.

Puerto Varas es una pequeña ciudad de alrededor de 40.000 habitantes, fruto de la inmigración alemana que se asentó a orillas del lago Llanquihue. La arquitectura, e incluso la gastronomía, dan muestras concretas de la influencia germana.

De vuelta

Al navegar, nos cambiamos de lado para disfrutar de “la vereda de enfrente”. La selva valdiviana, con sus más de 3.000 milímetros anuales de lluvia, alberga coihues, alerces, cipreses, lianas y enredaderas. Esta vez con sol, los distintos verdes de cada especie dibujan un paisaje de esos que son para mirar, difíciles de describir. Las nueve horas de recorrido pasan volando y el Llao Llao, esta vez de frente, nos recibe en su bahía.

De un astillero porteño a los lagos del sur

El catamarán Gran Victoria, con el que iniciamos el cruce, fue construido en Buenos Aires por el astillero Tecnao para la firma Turisur, que presta servicios de navegación y excursiones por el Parque Nacional Nahuel Huapi. La nave de 33 metros de eslora por 9 de manga tiene capacidad para 250 personas. La pregunta es obvia: ¿cómo la trajeron? Una verdadera odisea, nos cuenta Martín Baciocco, responsable comercial. Después de presentarlo en sociedad en Puerto Madero, navegó hasta San Antonio Este en Río Negro, donde fue dividido en cuatro partes y trasladado por ruta en camiones hasta Bariloche.

Fuente: La Voz