La transversalidad que nació muerta

Los puentes hacia el peronismo que el gobernador Lifschitz había tendido tras los resultados electorales, parecen haber quedado en punto muerto.

Los puentes hacia el peronismo que el gobernador Lifschitz había tendido tras los resultados electorales, parecen haber quedado en punto muerto. Esta semana Fein les hizo saber a concejales del PJ que el Ejecutivo va a privilegiar los entendimientos con Cambiemos en el Concejo.

La idea de una transversalidad política a la santafesina que el gobernador Miguel Lifschitz lanzó a pocos días del resultado de los últimos comicios parece haber nacido muerta. No hay ningún punto de entendimiendo entre peronistas y socialistas a excepción de los favores que ambos se dispensan en el Senado provincial y los puntos de contacto con cierto sector del sindicalismo estatal santafesino. Todo lo demás es una mera ilusión política, no hay por el momento ni una remota posibilidad de síntesis electoral al respecto.

Lifschitz y Mónica Fein privilegian además sus relaciones con el PRO y Cambiemos a pesar de los mandobles que se dieron en plena campaña electoral. La intendenta rosarina se los hizo saber a los peronistas esta misma semana: «Nos dijo que iban a privilegiar las relaciones con el PRO a pesar de que éstos fueron los que en su momento les negaron el endeudamiento», bramó el concejal peronista Osvaldo Miatello ante quien quisiera oírlo. Es que el edil sonó muy fuerte como candidato a presidente del Concejo Municipal que deberá elegirse a partir del 10 de diciembre. Esa posibilidad dependía pura y exclusivamente de lo que decidiera el socialismo. Y el socialismo decidió para otro lado: «Vamos a respetar la tradición de dejarle la presidencia a la primera minoría», dijo Verónica Irízar ante un panorama en el que los únicos que parecen no perder la calma son los de Cambiemos.

En rigor, el PRO nunca se mostró desesperado por el sillón mayor del Palacio Vasallo. Presidir el Concejo es una tarea de tiempo completo, implica «perder» un concejal en el recinto y un referente en el territorio. Pero obvio, no la va a rechazar en beneficio de otro sector.

El socialismo, en toda su historia y salvo unas pocas excepciones como la de Héctor Cavallero, fue reacio a tender puentes con el peronismo. De hecho los mismos socialistas admiten tener un sector interno más «gorila» que en su momento encabezó Hermes Binner y que ahora claramente encarnan el propio gobernador y la diputada Alicia Ciciliani, por ejemplo. Y otro sector más proclive tender puentes con el partido Justicialista como Antonio Bonfatti y Rubén Galassi, por caso. Pero son apenas matices de posicionamientos que a veces emergen, como en el momento del ballotage cuando el ex gobernador Bonfatti dijo por televisión -y nunca más lo repitió‑ que él nunca votaría por la derecha. Todos entendieron que se refería a Mauricio Macri cuando en rigor el Partido Socialista sostenía la posición neutral porque decía que «los dos eran lo mismo».

Lifschitz se esforzó personalmente en construir una relación con el presidente Macri mucho más allá de los límites que le hubiese impuesto su investidura y las relaciones institucionales. El frío y desconfiado trato del principio fue variando hacia el reconocimiento y respeto mutuos. La firma del acuerdo entre Nación y provincias terminó por sellar ese vínculo. Por las dudas, Lifschitz se encargó de dejarle en claro al diario Clarín que un entendimiento como el alcanzado, «jamás hubiese sido posible con el kirchnerismo». Y abundó: «El kirchnerismo nunca se propuso generar acuerdos de este tipo con el arco de la sociedad civil, con los gobernadores, con la oposición. No estaba en su caja de herramientas». También dijo que le manda «mensajitos» al presidente y que éste se los contesta «al toque». En realidad, no hubo pacto fiscal en esos años del kirchernismo porque no era necesario pedirle un ajuste a las provincias como el que está solicitando Macri en estos momentos.

Pero no hay que confundirse, aunque Lifschitz siempre haya sido el socialista más pragmático, amigo de ir a congresos neoliberales organizados por la Fundación Libertad y demás; la cuestión pasa más por la conveniencia que por lo ideológico. El gobernador es uno de los más convencidos de que hoy hay que estar la lado del PRO, al lado del triunfador, del poderoso. Aunque duela, aunque haya que aguantar destrato y hasta maltrato a veces. Cree que esa cercanía puede hacer ver a un sector del electorado que no todos los puentes con el socialismo están rotos. Comprender que en el PS no son como los kirchneristas, no hay casos de corrupción y que ese hartazgo que manifestaron en las urnas un día puede acabar. Es curiosa esa teoría porque los votantes fueron contundentes: No quieren más socialistas ni en Rosario ni en Santa Fe, se disfracen de lo que se disfracen. Estando los reales en cancha, ¿por qué habría que elegir a algunos imitadores? La dirigencia socialista ve el tema en blanco y negro. Lo que huele a kirchnerismo huele a derrota, lo que pinta parecido al PRO se acerca a la victoria. Por eso se paran donde se paran.

La estrategia de Lifschitz de amenazar con incorporar peronistas al Frente Progresista dio sus resultados a la hora de asustar a los radicales que se han quedado de este lado y aún no corrieron hacia Cambiemos. Por eso el gobernador desautorizó también en su momento a su vice Carlos Fascendini cuando éste tras los resultados electorales, salió de manera jacobina a buscar cabezas que cortar dentro del gabinete provincial. Lo que el vice no había entendido era que la guerra había terminado, la bandera de rendición estaba en alto para empezar desde las cenizas la reconstrucción de la maltrecha coalición política provincial.

Lifschitz no se va a rendir fácilmente, se niega a verse sin futuro después de haber conseguido con tanto sufrimiento haber llegado a la gobernación. Aunque nunca lo trasunte tiene un alto concepto de sus capacidades y luchará hasta el final. La próxima meta es la reforma constitucional provincial con reelección, por ahora el único camino que ve por delante para sobrevivir.

El socialismo pasó de ganar la municipalidad de Rosario por primera vez a gobernar la provincia y a pensarse como una fuerza nacional con la candidatura presidencial de Hermes Binner. Ahora esta haciendo el camino de regreso. Sin posibilidades de jugar nacionalmente y con serias chances de perder la provincia y la municipalidad de Rosario dentro de dos años. Es un recorrido doloroso ante el que muchos ofrecerán resistencia.

Fuente; Página 12