La Calera tiene el primer Museo de la Cal del país

Ocultos por malezas, tierra, piedras y hasta basura permanecieron por más de 20 años los viejos hornos criollos, que desde la pasada semana se han convertido en el primer Museo de la Cal de todo el país.

Ocultos por malezas, tierra, piedras y hasta basura permanecieron por más de 20 años los viejos hornos criollos, que desde la pasada semana se han convertido en el primer Museo de la Cal de todo el país.

Están en la ciudad cordobesa de La Calera, que debe hasta su nombre a esa actividad minera.

Hace más de un año, la Municipalidad local inició la recuperación del predio donde estaban emplazados los viejos hornos de la familia Bourdichón, construidos entre 1946 y 1948, para convertirlos en un museo que represente la esencia de esta comunidad que tiene ligada su historia a la cal, desde sus orígenes con los jesuitas hasta los modelos productivos de mediados del siglo pasado.

A través de la firma de un convenio con los actuales propietarios del predio, frente a la vieja estación de tren, el municipio, con apoyo de la Provincia, logró recuperar toda la infraestructura con la que funcionaron los hornos en su última etapa y convertirlo en un paseo que describe todo el proceso de producción, desde la descarga de la leña hasta el producto final que se comercializaba en todo el país.

“El mayor esfuerzo estuvo en limpiar las instalaciones porque el equipamiento estaba íntegro. Fue un hallazgo curioso porque parecía que de un día para el otro se decidió el cierre de los hornos y todo quedó como ese último día, a comienzos de los ’90. No faltaba prácticamente nada; hasta encontramos una mesa con platos, cubiertos y botellas como si allí hubiera quedado el último recuerdo de los trabajadores que compartían el ritual asado a diario”, apuntó Marcelo Rivilli, director de Cultura del municipio local.

El recorrido comienza en una oficina de informes, que era la antigua mesa de entrada de los trabajadores, y pasa por las precarias piezas en donde se cambiaba el personal y los diferentes puestos que ocupaban cada uno.

Un guía explica a los visitantes cómo se iniciaba el proceso en las bocas de carga de la piedra caliza, en la parte alta de los hornos, las zonas de precalentamiento, de fuego o calcinación, el hogar para la leña grande, los ceniceros, los depósitos de cal, y la zona de extracción por un túnel.

Para Carlos Bourdichón, nieto de uno de los antiguos dueños, términos como foguistas caleros o marroneros son comunes en su vocabulario porque están enraizados con su historia.

“Yo me incorporé a la empresa cuando tenía 22 años, pasé por los diferentes roles y conocí a todos los trabajadores y supe también de los esfuerzos y sufrimientos que demandaba este oficio. Pero a su vez recompensaba en lo humano porque en cada horno, y acá llegó a haber más de 40, se forjaban familias caleras alrededor del trabajo”, cuenta Bourdichón.

En los últimos años, cuando la leña ya era un insumo caro y costoso para su traslado, se instaló un sistema de provisión de fueloil que abarataba los costos y se cargaba desde una cisterna conectada por tuberías a depósitos que traía el tren para mantener constantemente encendidos los hornos a una temperatura de mil grados.

“Es increíble lo que se ha logrado. Cuando nos comentaron la idea y vinimos a verlo parecía imposible que pudiera concretarse, pero hoy es una feliz realidad, y se convertirá en un atractivo turístico y cultural”, comentó Julio Bañuelos, presidente de la Agencia Córdoba Turismo.

El intendente Rodrigo Rufeil resaltó que el museo afianza la tradición e identidad de la comunidad calerense, en contraste con el perfil urbanizador que vive desde hace un par de décadas.

Caminando por esos viejos pasadizos de los hornos, es imposible no imaginar cuántas historias ardientes de esfuerzo, sufrimiento e ilusiones atravesaron los destinos de miles de familias que fueron constituyendo la idiosincrasia de esta comunidad.

Una cita con la historia del último siglo

El recorrido permite aprender cómo se producía la cal.

El circuito está bien señalizado para que los visitantes puedan reconocer todo el proceso. También pueden observarse las típicas herramientas de trabajo como carretillas, zorras caleras, malacates, palas, pinchos, picos y hasta la vestimenta de los operarios.

Fuente: La Voz