Todos los genocidas van al paraíso

El represor Gustavo Diedrichs, condenado por más de 800 delitos de lesa humanidad, cumple prisión domiciliaria en el hermoso valle de Traslasierra, Córdoba.

El represor Gustavo Diedrichs, condenado por más de 800 delitos de lesa humanidad, cumple prisión domiciliaria en el hermoso valle de Traslasierra, Córdoba. El pueblo de San Javier repudió su presencia con un escrache histórico. Infonews estuvo ahí.

San Javier – Yacanto, provincia de Córdoba. Una casa con galería en el medio de un predio de algarrobos añejos, pasto corto y ligustrinas prolijamente podadas. Un perro con collar y al fondo, una pelopincho. Alrededor, un arroyo de agua cristalina que baja de las sierras de Los Comechingones y casonas señoriales del siglo XIX. Para la Justicia argentina ese lugar es una cárcel, la del genocida Gustavo Diedrichs.

Los vecinos se enteraron que el represor vivía entre ellos en enero pasado. La presencia de un móvil de Gendarmería en medio de la temporada turística les llamó la atención. Fue una adolescente quien se encargó de preguntar a uno de los uniformados qué estaban haciendo en San Javier.

“Ellos mismos dicen que están custodiando a un condenado por delitos de lesa humanidad porque como no hay señal telefónica no le pueden poner la pulsera electrónica que detecta sus movimientos. Entonces hasta que resolvieran ese problema, iban a estar en consigna en la casa”, relató en diálogo con Infonews, Federico Iribarren, concejal de San Javier por Nuevo Encuentro e integrante de la Comisión de Derechos Humanos por la Memoria, la Verdad y la Justicia de Traslasierra.

Ni lentos ni perezosos, decidieron seguir a los gendarmes hasta la casa “La merced”. Después de algunas averiguaciones, confirmaron que se trataba de una vivienda de descanso que la familia Diedrichs posee desde finales de los ’70. La hija, su yerno – hijo de otro ex militar- y los nietos del represor viven en frente. “Son lefebvristas, por supuesto reivindican el accionar de las FF.AA y son negacionistas del Holocausto. Dan en el perfil”, precisó el edil.

 

Con esa información, la Comisión se puso en contacto con H.I.J.O.S. Córdoba y así cerraron el círculo: a mitad de diciembre el Tribunal Oral Federal de La Plata le había concedido el beneficio de la prisión domiciliaria por edad – tiene 78 años- y cuestiones de salud.

El León o Von Diedrichs – apodos que figuran en el fallo condenatorio – fue jefe de la Sección Política del Destacamento de Inteligencia 141. “Se comprobó que confeccionó el listado de las personas a ser secuestradas el 24 de marzo del ’76y era el que dirigía directamente los campos de concentración La Perla (el más grande de Córdoba) y de la Ribera”, detalló en charla con este medio Claudio Orosz, abogado de H.I.J.O.S y querellante en la megacausa “La Perla”.

En ese juicio de lesa humanidad, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de Córdoba condenó a Diedrichs a prisión perpetua por 224 secuestros, 412 torturas, 48 homicidios, 211 desapariciones forzadas seguidas de muerte y la desaparición del nieto de la Abuela Sonia Torres. Su sentencia no está firme a casi dos años del fallo como la de la mayoría de los presos comunes que llenan las cárceles argentinas.

“Alerta a los vecinos, al lado de su casa está viviendo un asesino”
“Primero no quisimos levantar la perdiz para que no se sintiera controlado y ver si cumplía la domiciliaria. Lo vimos en el jardín, pero nunca afuera. Si cruzó la calle para comerse un asado en lo del yerno, no sabemos. Lo puede haber hecho una y mil veces”, consideró Iribarren.

Finalmente, decidieron rodearlo y escracharlo para que sepa que no es bienvenido en el pueblo. El repudio fue generalizado. “Empezamos a hablar con todos los vecinos que lo circundan para hacerle un círculo de baba. Muchos, inclusive los que apoyan a este Gobierno nacional, expresaron indignación y estupor al saber que una persona con esa cantidad de delitos cometidos pudiera estar viviendo acá en una casa», detalló el edil, quien anticipó que pedirá que el Concejo municipal declare al ex capitán del Ejército persona no grata en San Javier.

«A donde vayan los iremos a buscar»
San Javier – Yacanto es un municipio chico, de alrededor de 4 mil habitantes. Si bien registró en los últimos años un éxodo importante de porteños, bonaerenses y santafesinos, los lugareños conservan su idiosincracia. «A la gente de acá le da vergüenza exponerse. Hay mucho prurito de mostrarse con una pancarta, no hay costumbre de marchar como en las grandes ciudades», comentó este miércoles Mónica Piñeiro, integrante de la Comisión de DD.HH, antes de que comenzara el escrache.

La convocatoria de la marcha fue histórica para la zona.

Pero, para sorpresa de muchos, el pueblo salió a la calle y protagonizó una movilización inédita en la zona: más de 500 personas participaron activamente del escrache a Diedrichs. A partir de las 16, vecinos solos, grupos de adolescentes, familias con niños, representantes de partidos políticos y miembros de organizaciones políticas y sociales se fueron acercando a la pintoresca plaza del pueblo, donde la gente de H.I.J.O.S. había montado una radio abierta.

Un momento emotivo lo marcó el arribo de un micro doble piso con miembros de Ex Presos Políticos, H.I.J.O.S, Familiares de Desaparecidos y Abuelas de Plaza de Mayo que viajaron desde Córdoba capital. A medida que fueron bajando, muchos se estrecharon en abrazos con sus viejos compañeros de lucha que ahora viven en Traslasierra. Aunque el motivo era una injusticia, el encuentro generó alegría.

La marcha continuó por calle de tierra.

La jornada continuó con una marcha de cuatro kilómetros (que la mayoría caminó de regreso también) por la ruta provincial 14 hasta la casa donde cumple condena Diedrichs. En el camino, se repartieron panfletos informativos con la foto del genocida y los crímenes que cometió. Las tranqueras, los buzones y las vidrieras de los negocios se llenaron de ellos. Además, cada 500 metros se señalizó con carteles que informan la distancia hasta la morada del represor. Todos los vecinos están avisados ahora.

Al llegar a la casa, las expresiones de indignación se multiplicaron. «¡Asesino!» fue el grito que salió de las entrañas de la multitud transerrana, que carga en su propia memoria con trece jóvenes desaparecidos y la historia de muchos sobrevivientes. «A los 21 me secuestraron y estuve tres meses en el Vesubio, un campo de concentración bajo las órdenes de Camps. Estaba embarazada de tres meses. Mi hijo nació en la cárcel de Devoto», recordó Mónica, que desde que llegó a vivir al valle milita por todas las problemáticas de Derechos Humanos que se crucen en su camino.

Afuera de la casa, la multitud manifestó la indignación.

Como la Justicia sentencia pero en algunos casos no castiga, la condena social que significan los escraches es fundamental. «La Ley de Víctimas que sancionó el Congreso el año pasado autoriza a las víctimas directas a ser informadas y a verter su opinión sobre los beneficios que piden estos genocidas condenados y procesados, pero no está sucediendo. El Tribunal Oral Federal de La Plata que le dio la domiciliaria a Diedrichs no consultó a las víctimas de Córdoba», explicó el penalista Orosz.

Si bien el clima judicial no ayuda y en las últimas semanas se conocieron listados del Servicio Penintenciario Federal con más de cien presos de lesa humanidad que podrían recibir libertad condicional o prisión domiciliaria, los vecinos de San Javier cuentan también con un antecedente en el que fue clave la presión popular. Como deseó Mónica, «ojalá que pase como con Etchecolatz».