Bicicleta y desempleo
A comienzos del gobierno de Mauricio Macri, una vez que se conoció su estrategia económica, podían hacerse dos predicciones “tendenciales”
24/09/2018 El PaísA comienzos del gobierno de Mauricio Macri, una vez que se conoció su estrategia económica, podían hacerse dos predicciones “tendenciales”. La insustentabilidad financiera externa, en tanto el acelerado crecimiento de la deuda en divisas no se destinaría a generar las condiciones para su repago y, luego, por la misma razón de concentrar la estructura productiva en actividades primarias o de base primaria, un aumento del desempleo y, en consecuencia, el deterioro del mercado de trabajo y el poder de negociación de los trabajadores. En este último punto incidía también el sesgo de clase del por entonces nuevo gobierno, su carácter proempresario. Hoy, las dos tendencias proyectadas ya se cumplieron. En menos de tres años se dilapidó la herencia de desendeudamiento y bajo desempleo. Se debió recurrir al FMI cayendo en una situación de extrema dependencia financiera y el desempleo se expandió hasta los dos dígitos.
Respecto a los resultados de la primera tendencia, desde abril se vive una larga crisis cambiaria y crediticia con pérdida de reservas, que a valor nominal se encuentran nuevamente por debajo de los 50 mil millones, y una fuerte devaluación de más del 50 por ciento sólo en lo que va del año. El desencadenante fue el corte del chorro del endeudamiento externo con privados. El modelo macrista nunca generó sus propios recursos y ahora, ante el fracaso de la economía real, depende más que nunca del pulmotor de la entrada de capitales. A mediano plazo carece de los dólares necesarios para funcionar. La calma conseguida en esta semana respondió fundamentalmente a que el poder financiero global consideró que a la economía local, al margen del rumbo de colisión, todavía le queda un resto. Los cambios de humor dependen siempre de las decisiones del FMI. Así como el incumplimiento del programa original encendió todas las alarmas del mercado, con profundización de la devaluación, dólar a más de 40 pesos y aumento del riesgo país, el trascendido de que el organismo financiero respaldaría un nuevo acuerdo que sumaría otros 20 mil millones de dólares a los 50 mil ya comprometidos, alejó los temores cambiarios justo en la semana del rescate de las Lebac, lo que sobre la hora evitó el colapso.
Siempre pragmáticos, los inversores globales regresaron para aprovechar una vez más las tasas en torno al 50 por ciento en pesos. Con ello el gobierno pudo rescatar las Lebac y escaparse de los desestabilizadores vencimientos mensuales. A cambio entregó instrumentos de más largo plazo, las Lecap a tres, seis y doce meses. A la operación se agregó el desarme de algunos privados de posiciones en dólares. Los operadores financieros abrevan en teorías como que la inflación es un fenómeno predominantemente monetario y de demanda, por lo que vislumbran que la recesión en curso (menos demanda) más la fuerte poda del gasto público (menos pesos) frenarán los precios y le dejarán al Estado los recursos necesarios para pagar otra pedaleada de la bicicleta financiera, un margen explicitado en el proyecto de ley del Presupuesto 2019 que comenzó a discutirse esta semana en el Congreso, y en la que se observa que el único rubro que se expande es, precisamente, el servicio de la deuda. Luego, la continuidad de las desregulaciones a la entrada y salida de capitales más la promesa de más dólares del FMI significan un reaseguro para salir a mediano plazo. El mensaje que bajó de las decisiones del Fondo y de los mercados financieros es que la economía argentina tirará un poco más. Al cierre de los mercados del viernes, el gobierno y sus operadores mediáticos pudieron respirar aliviados. Por ahora nadie quiere advertir que la continuidad del aumento de la deuda en una economía que se contrae representa un cóctel explosivo. Pero eso es en el remoto mediano plazo. En el corto, el único que importa en momentos de crisis, el posible acuerdo con FMI sirvió para comprar tiempo, al menos mientras no aparezcan señales en contario, como un poco probable rechazo al Presupuesto o nuevas “turbulencias” externas.
Sobre el segundo dato tendencial, el aumento de la desocupación, el resultado es el regreso anunciado a los dos dígitos. Aunque el número promedio nacional conocido esta semana fue del 9,6 por ciento de la población económicamente activa, unos 250 mil desocupados más que en igual trimestre de 2017, puede estimarse que cuando se conozcan los datos del tercer trimestre el desempleo estará más cerca de 12 que del 10. Ello se debe a que en el segundo trimestre la caída de la actividad apenas comenzaba, en tanto que en el trimestre en curso la recesión será mucho más pronunciada.
Si se mira la composición del mercado de trabajo se destacan algunos datos. El primero, según reseñó el investigador de la UMET Daniel Schteingart, es que el empleo creció más rápido que el aumento de la población (la tasa de empleo pasó del 41,5 al 41,9 por ciento), lo que representó 400.000 empleos más que en el mismo período de 2017, básicamente porque aumentó la tasa de actividad (pasó del 45,4 al 46,4 por ciento). Dicho de otra manera, gente que estaba inactiva ingresó al mercado de trabajo, algunos consiguieron empleo y otros no, convirtiéndose en desocupados. Este aumento de la tasa de actividad fue explicado mayormente por las mujeres de 30–64 años, dato que reflejaría el deterioro de los ingresos familiares y la búsqueda de nuevos ingresos por parte de miembros de los hogares hasta entonces inactivos. Otro dato es que de los 400 mil empleos creados la mayor parte fue por el crecimiento del cuentapropismo (+312.257) y en menor medida por al empleo asalariado en negro (+89.255). En contraposición hubo destrucción de trabajo asalariado formal (-2894). Complementariamente, de acuerdo a datos del Instituto Estadístico de los Trabajadores (IET), hasta agosto pasado el poder adquisitivo promedio de los salarios acumulaba desde noviembre de 2015 una caída del 11,7 por ciento
El escenario, entonces y como se preveía a comienzos de la actual administración, suma mayor desempleo, mayor precarización y caída del poder adquisitivo del salario, la tierra fértil para el disciplinamiento social. En privado, el gobierno considera que esto es una buena noticia. Así lo reconoció el pasado agosto el ex vicejefe de Gabinete Mario Quintana, quien se congratuló ante inversores estadounidenses por haber cumplido el objetivo de bajar los salarios locales en dólares, un dato normal para un gobierno que siempre consideró al salario como un mero costo y que, al igual que el gobierno precedente, nunca fue neutral en las relaciones entre el capital y el trabajo.