Trabajo digno, social, duradero

En la capital francesa un grupo de argentinos expuso el proyecto de acción que funciona hace tres años, que incluye a cinco mil personas.

En la capital francesa un grupo de argentinos expuso el proyecto de acción que funciona hace tres años, que incluye a cinco mil personas.

Más que cualquier otro parámetro de la realidad humana, el trabajo es la clave que define el futuro de los seres humanos. Y ese futuro es incierto.  “El trabajo reviste un valor social: de colaboración, de creación de un mundo común, de relaciones. Por ello cristaliza también las situaciones de desigualdad”. Con este postulado sintetizado por el Ceras (Centro de investigación y de acción sociales), ampliado por le OIT (Organización Internacional del Trabajo) a través del principio de “un trabajo decente” y el imperativo de una ecología integral diseñado por el papa Francisco en su Encíclica Laudato si se llevó a cabo en la Unesco un coloquio internacional sobre el tema “Qué trabajo para una transición ecológica y responsable”. La relación entre el trabajo y la ecología es mucho más profunda de lo que las apariencias de la tecnocultura permiten entrever. Según la OIT, en 2014  “alrededor de 1400 millones de puestos de trabajo –40% del empleo mundial– dependían de los procesos naturales”(ILO, 2018). De allí la trascendencia de un coloquio que contó con la presencia de decenas de expertos y una delegación argentina que presentó un proyecto de innovación y acción social a partir de experiencias de inclusión y de revinculación de los jóvenes sin empleo con el mundo del trabajo.

Invitados por la teóloga Emilce Cuda, especialista en moral social, asesora del Celam, profesora en la Universidad Jaureche, en la UCA e integrante  del equipo de investigación del Ceras en la línea “trabajo y ecología”, un grupo de argentinos miembros de Los Cuidadores de la Casa Común y monseñor Jorge Lugones, obispo de Lomas de Zamora y presidente de la Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Argentina, expusieron en París el proyecto con el que trabajan en la Argentina sino una ampliación de los criterios adelantados por la Organización Internacional del Trabajo. La doctora Cuda acota al respecto que “a finales del siglo XX la consigna de la OIT fue un empleo decente. Esto es válido sólo en sociedades de pleno empleo, o en contextos de economías avanzadas como Estados Unidos y Europa. Cuando nos movemos a otros contextos donde la economía no llegó a esos niveles, ahí no podemos hablar de empleo decente. El problema que tenemos es que en nuestros sistemas no hay empleos, o son marginales. La lucha es entonces por trabajo digno. Allí se cambia la consigna inicial: ahora es trabajo digno, es tierra, techo y trabajo”. Con la base del Laudato si de Francisco, en los dos años de trabajo que consumió la investigación del Ceres se trató de instalar la diferencia entre “trabajo decente y trabajo digno”. En la capital francesa, uno de los testigos y protagonistas de esa articulación fue monseñor Jorge Lugones. Aquí radica la particularidad de la presencia Argentina en París: “se expuso el único proyecto de acción que está funcionando en la Argentina hace tres años con unas 5000 personas incluidas (Emilce Cuda)”. Monseñor Lugones explica que la propuesta presentada en París “tiene como destinatarios los jóvenes en riesgo, en vulnerabilidad psicosocial. En la Argentina tenemos más de un millón de chicas y chicos que ni estudian ni trabajan”. Esa posibilidad de una acción en el terreno es lo que sobresalió en el coloquio de la Unesco mediante un plan activo y probado que incluyó, por ejemplo en Lomas de Zamora, “el encuentro entre empresarios, cámaras de comercio, movimientos sociales, pequeña y mediana industria, sindicatos, universidades hasta la inserción efectiva de los jóvenes en el ámbito del trabajo”.

El punto de apoyo y desarrollo ha sido, explica monseñor Lugones, “el Laudato si. Nosotros implementamos que esa carta del Papa podía ser algo importante para los chicos y chicas que están en vulnerabilidad psicosocial. Los Cuidadores de la Casa Común responden a ese enunciado. Para ser cuidador de La Casa Común hay que cuidarse a si mismo, y hay que intentar también cuidar al otro. Aquí, en París, no he visto ningún ejemplo donde se haya llevado a la práctica el Laudato si de esta manera”. Los Cuidadores de la Casa Común son una emanación del texto papal y su labor se conecta con el eje común de todas las problemáticas que se plantean en todo el planeta, es decir, el desempleo y esa idea algo perversa que, como lo acota Emilce Cuda, conduce a que “algunos quieran corregir la situación del siglo XXI al siglo XX”. Monseñor Lugones recuerda al respecto que “el trabajo decente era para los siglos XIX y XX cuando había trabajo. Hoy no hay trabajo. Cuando más se achica el Estado, más arrasan las políticas neoliberales. En América Latina hay un avance despersonalizante. Ya no se piensa en la persona, se piensa sólo en la ganancia”. Pensar distinto y actuar con otro perfil sobre la realidad, esa es la consigna. “Hablar del trabajo es seguir considerándolo como mercancía. Tenemos que conseguir otro modo de garantizar el trabajo que no tiene que ser necesariamente asalariado en condiciones de explotación, sino remunerado y creativo. Es preciso también tornar visible al trabajador más que al trabajo. Como dice el Papa, la solución no es economicista sino que se trata claramente de un cambio cultural”, detalla Emilce Cuda. Ignacio Alonso Alasino, coordinador del proyecto global El Futuro del Trabajo en la Comisión Católica para las Migraciones, acentúa que el futuro del trabajo depende mucho de “la transición ecológica hacia una economía que deje de ser del descarte y piense desde un enfoque más humano”. La modificación del horizonte laboral ha trastornado la vida de millones de personas. Nomadismo laboral, trabajos temporales, contratos sin derechos llevan a que “nadie disfrute del trabajo, a que la gente trabaje mucho para ganar muy poco sin siquiera contar con que sus beneficios sociales sean respetados. La falla primera está en el sistema económico”, agrega Alasino. Para salir hacia arriba de este circulo vicioso el diálogo social con todos los actores es central, tanto como la inclusión de la dimensión medioambiental. Durante dos años, la OIT y el Ceras trabajaron en un grupo internacional compuesto por unos 30 actores sociales para elaborar el manifestó “Por un trabajo social, decente y duradero”. El texto toma en cuenta “el futuro del trabajo como parte integrante de la transición ecológica” y sus múltiples derivados, empezando por la evidencia: “la urgencia ecológica es también una cuestión de justicia social”. La Argentina, con sus experiencias de inclusión de los vulnerables, trazó en París un camino para unir lo decente con lo digno.

Fuente: Página 12