Día del Periodista: Informar, esa misión irrenunciable
07/06/2014 El País , OPINIÓNEl Día del Periodista fue establecido en 1938 por el Primer Congreso Nacional de Periodistas celebrado en Córdoba, en recuerdo del primer medio de prensa con ideas patrióticas. El 7 de junio de 1810 Mariano Moreno fundó la Gazeta de Buenos Ayres, primer periódico de la etapa independentista argentina.
La Primera Junta indicó por decreto su fundación por ser necesario anunciar al público los actos oficiales y las noticias exteriores y locales. Sus primeros redactores fueron Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Juan José Castelli.Moreno fue abogado, periodista y político y tuvo una participación importante en los hechos que condujeron a la Revolución de Mayo y una actuación decisiva como secretario de la Primera Junta. Además fue el ideólogo de esa revolución, defensor de los derechos de los indios.
Fue siempre fiel a sus ideales de liberación e ideología roussoniana aprendidos en la universidad más prestigiosa de la región en la época, la de Chuquisaca. El legado que dejó Mariano Moreno para la sociedad y para los periodistas en general tal vez tenga vigencia y habría que redescubrirlo en cada circunstancia, teniendo en cuenta aquellos apasionantes días que le tocó vivir.
«Quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila», solía decír el prócer, para rematar sentenciando: «el pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien; debe aspirar a que nunca puedan obrar mal. Seremos respetables a las naciones extranjeras, no por riquezas, que excitarán su codicia; no por el número de tropas, que en muchos años no podrán igualar las de Europa; lo seremos solamente cuando renazcan en nosotros las virtudes de un pueblo sobrio y laborioso».
Y también destacaba que «es justo que los pueblos esperen todo lo bueno de sus dignos representantes; pero también es conveniente que aprendan por sí mismos, lo que es debido a sus intereses y derechos». Señaló además que «la verdad, como la virtud, tienen en sí mismas su más incontestable apología; a fuerza de discutirlas y ventilarlas aparecen en todo su esplendor y brillo: si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento, harán la divisa de los pueblos y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria».
Siempre en la búsqueda de la libertad, Moreno advertía que «felizmente, se observa en nuestras gentes, que sacudido el antiguo adormecimiento, manifiestan un espíritu noble, dispuesto para grandes cosas y capaz de cualquier sacrificio que conduzca a la consolidación del bien general». Creía firmemente en la cultura para superar muchos males cuando destacaba que «las naciones verdaderamente ilustradas se propusieron y lograron frutos muy diferentes de sus bibliotecas públicas. Las treinta y siete que contaba Roma en los tiempos de su mayor ilustración, eran la verdadera escuela de los conocimientos, que tanto distinguieron a aquella nación célebre y las que son hoy día tan comunes en los pueblos cultos de Europa, son miradas como el mejor apoyo de las luces de nuestro siglo».
Con un espíritu de superación y amplitud de criterio, Moreno sostenía: «seamos, una vez, menos partidarios de nuestras envejecidas opiniones; tengamos menos amor propio; dése acceso a la verdad y a la introducción de las luces y de la ilustración: no se reprima la inocente libertad de pensar en asuntos del interés universal; no creamos que con ella se atacará jamás impunemente al mérito y la virtud, porque hablando por sí mismos en su favor y teniendo siempre por árbitro imparcial al pueblo, se reducirán a polvo los escritos de los que, indignamente, osasen atacarles».
Ejercer hoy el periodismo en la Argentina no es fácil y a menudo es interesante releer a Mariano Moreno, que también pasó por épocas difíciles -obviamente diferente a las actuales- para poder desempeñar esa profesión. Ser periodista ante todo es asumir el compromiso de cumplir esa función irrenunciable de informar, con la mayor objetividad posible. En este aspecto vale destacar que el periodista es un sujeto y, como tal, influenciable y portador de opiniones que no siempre coinciden con el parecer de toda la comunidad. Puede informar, opinar y discrepar pero en un ámbito de respeto y de tolerancia hacia los pensamientos diferentes.
Lamentablemente, muchas veces la intolerancia y el etiquetamiento han hecho vivir situaciones desagradables, ya no para el periodista sujeto, sino para la libertad de expresión. Si se teme opinar por miedo a una represalia o desaprobación de una parte de la sociedad, la libertad de expresión misma está en peligro y a eso no hay que resignarse.
Solo el ejercicio cotidiano, pluralista, amplio, no dogmático y enriqueredor hará del periodismo una noble profesión, que siempre estuvo aquejada de los mismos males, dada su penetración en la sociedad, muchos quisieron volcarlo su favor.
Afortunadamente y aunque hoy existan opiniones tan enfrentadas, la libertad de expresión permitirá a la sociedad poder evaluar la realidad con más elementos, despertando su capacidad crítica y de evaluación antes de sacar alguna conclusión.