La despedida de una política exterior fallida
Mauricio Macri viaja a New York para participar en la Asamblea General de la ONU y mantener algunas reuniones bilaterales de alto impacto, con Donald Trump y Xi Jinping, con un triple objetivo
27/09/2019 OPINIÓNMauricio Macri viaja a New York para participar en la Asamblea General de la ONU y mantener algunas reuniones bilaterales de alto impacto, con Donald Trump y Xi Jinping, con un triple objetivo: fortalecerse para disipar los fantasmas de entrega anticipada de la presidencia, aceitar las negociaciones con el FMI ante las reticencias a aprobar el desembolso de 5.400 millones de dólares y lograr algo de oxígeno político, de cara a las cada vez más complicadas elecciones de octubre. Sin embargo, la táctica de intentar compensar los magros resultados económicos internos con el supuesto liderazgo internacional de Macri ya no surtirá el efecto de antaño.
En su gira de tres días, Macri procurará alejarse de los sinsabores políticos, económicos y sociales que cada día le depara la Argentina, y mostrarse como un líder mundial, que busca inversiones y se reúne con mandatarios que lo elogian. La foto con Trump sería su mayor logro.
La política exterior de Cambiemos, contra todo lo que pretendió mostrar el marketing de la Casa Rosada con la remanida consigna de “volvimos al mundo”, evidencia una serie de fracasos, incluso en sus objetivos explícitos. Macri no logró aumentar las exportaciones (no nos transformamos en el “supermercado del mundo”) ni atraer capitales que no fueran meramente especulativos (la “lluvia de inversiones” fue más bien una larga sequía). Tras pagar lo que demandaban fondos buitres en 2016, hubo una escalada de endeudamiento, hasta que la corrida de 2018 obligó a recurrir al Fondo, que otorgó el mayor préstamo de toda de historia. Fue el primer presidente en defaultear su propia deuda. Teniendo en cuenta los vencimientos de los próximos cuatro años y las serias dificultades para renegociarla, tras los más de 180 mil millones tomados en los últimos tres años, el futuro argentino parece bastante negro.
Macri fue además funcional a la estrategia política de la Casa Blanca de fragmentar lo más posible a la región, ninguneando a la Celac –nunca participó en sus cumbres de mandatarios-, destruyendo la Unasur –Argentina se retiró cuando Bolivia asumió la presidencia pro témpore- y transformando al Mercosur en una mera plataforma para la apertura comercial –cuyo máximo “logro”, el recientemente anunciado Acuerdo con la Unión Europea, tampoco prosperará, luego del voto negativo de esta semana en el parlamento austríaco-.
Macri avaló la política de Trump de asediar a Venezuela –votó la semana pasada activar el TIAR contra Caracas-, reforzó iniciativas alineadas con Washington –como el Grupo de Lima o la Prosur- y fue funcional al reposicionamiento de la OEA como el foro privilegiado, en detrimento de las instancias latinoamericanas.
En las Naciones Unidas, Argentina profundizó el alineamiento con Estados Unidos. En 2016, el gobierno de Macri coincidió el 52% de las votaciones con el de Obama, similar a Chile y a Brasil (56%). Ya en 2017, cuando Jorge Faurie reemplazó a Susana Malcorra en cancillería, el 59% de las veces se alineó con Trump, a diferencia de Santiago y Brasilia, que cayeron al 44%. Más alineados con Washington que nuestros vecinos.
A pesar de sus deseos, la aparición de Macri en la vidriera de la ONU –tercera vez que asiste, ya en 2017 lo reemplazó la vice Gabriela Michetti- y las fotos junto a líderes mundiales no le granjearán apoyo interno. Incluso puede recibir críticas, tras el rechazo de la ONU, la semana pasada, a la reforma migratoria que Macri impulsó por decreto en enero de 2017, señalando que “no cumple con los requisitos básicos de la Convención de Ginebra”.
Macri no va a plantear la necesidad una salida pacífica a la crisis venezolana, que respete los principios de no intervención y de autodeterminación de los pueblos, sino que se alineará con Estados Unidos en la reunión de cancilleres de países del TIAR que se reunirá en New York, funcional a la estrategia de asfixiar a Caracas, boicoteando las negociaciones entre el chavismo y parte de la oposición. Tampoco denunciará el desastre ambiental en el Amazonas, para proteger a su socio Bolsonaro, ni la crisis humanitaria que sufren los inmigrantes latinoamericanos en Estados Unidos, acosados por Trump. Insistirá con endurecer las sanciones contra Irán, en línea con los halcones de Washington.
En síntesis, volverá al libreto ya desplegado en sus anteriores intervenciones en las Asambleas de 2016 y 2018, aunque ya en el mundo lo perciban como un mandatario saliente, que apenas está tratando de sobrevivir políticamente para completar su mandato.
Por Leandro Morgenfeld
* UBA-Conicet.