Herencia y desafío: cómo acomodar una economía en caída libre

La crisis económica y social impone una agenda de cortísimo plazo. En lo estructural, la renegociación de la deuda será clave.

La crisis económica y social impone una agenda de cortísimo plazo. En lo estructural, la renegociación de la deuda será clave.

El nuevo gobierno no heredará una «crisis asintomática» sino una economía en ruinas, casi 5 por ciento más chica que hace cuatro años, fenomenalmente endeudada y en principio de default, sin reservas ni acceso al financiamiento, con altísima inflación, desempleo de dos dígitos y una crisis social que sólo encuentra un antecedente en el colapso de 2001.

La bomba ya estalló, por lo que los desafíos del mediano y largo plazo empiezan con la urgencia de estas horas. En lo inmediato, poner más y mejor control en el mercado cambiario, frenar la caída de reservas, eludir una corrida bancaria, evitar que el traslado a precios de la última devaluación escale la crisis social a niveles incontrolables y, al mismo tiempo, dar señales respecto de que hay un plan para contener la caída de la economía y para renegociar la deuda que impone vencimientos por más de u$s 140 mil millones en los próximos cuatro años.

«El nuevo gobierno sólo hereda deudas y asumirá casi sin reservas», describió el economista Walter Graziano en uno de sus últimos reportes, en el que estimó que difícilmente los activos de libre disponibilidad del Banco Central superen los u$s 5 mil millones desde diciembre.

Aun si la profundización del cepo limita la sangría de dólares para atesoramiento y fuga, la deuda pública que vence hasta diciembre sigue siendo un factor de presión sobre las reservas, ya que suma unos u$s 6 mil millones. Y en los primeros meses del nuevo gobierno vencen u$s 10 mil millones, correspondientes en buena medida a las Letes y Lecap que la administración Macri emitió y «reperfiló».

Sin financiamiento externo y con escasez de dólares, parte de los compromisos del Estado nacional hasta fin de año se cubrirían con emisión monetaria. La caída del acuerdo con el FMI ya se llevó puestas las metas de emisión cero y superávit fiscal. Según la mayoría de los economistas, 2019 cerrará con un déficit primario cercano al 1 por ciento, que se eleva al 4 por ciento con la carga de intereses. Un nivel parecido al de 2015, según el informe de la cuenta de inversión de ese año, aunque con un componente de deuda mucho mayor.

En el último reporte de coyuntura del Instituto de Estudios de la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral), los economistas Marcelo Capello y Agustín Cugno estimaron que para cubrir vencimientos de deuda y déficit «no debe descartarse una emisión de pesos por parte del Banco Central, a favor del Tesoro, equivalente al 22 por ciento de la base monetaria», en lo que queda del año. Y advirtieron: «Es necesario que el sector público recomponga su capacidad de financiamiento; de lo contrario, habrá inconvenientes para bajar la tasa de inflación».

De acuerdo a las proyecciones de la consultora Economía & Regiones, la inflación en los últimos cuatro años se acercará al 300 por ciento. La suba de precios responde a las megadevaluaciones del período, los tarifazos y el descontrol estatal sobre los precios.

Para el ex viceministro de Economía Emanuel Alvarez Agis, este es un elemento diferencial de la actual crisis. «El país lleva dos años de recesión, algo que no pasaba desde 2001, pero en aquel período había deflación mientras que este año la inflación ronda el 60 por ciento», recordó.

En la relación entre inflación, actividad y empleo se juega la mano de un eventual acuerdo social, del que se esbozaron apenas retazos en las vísperas de la elección.

De la política dependerá en gran medida contener a los jugadores para que una política de estímulos a la demanda, sobre todo en los sectores que sufrieron en los últimos cuatro años el mayor castigo por caída del salario real no se neutralice por una mayor inflación. Como lo indicó recientemente el economista Ricardo Arriazu, el largo 40 por ciento de capacidad ociosa que hoy presenta el aparato productivo puede aportar un ancla, como lo hizo en 2003.

Para los economistas Alejandro Robba y Héctor D’ Amico, en una economía paralizada, con una crisis alimentaria aguda, un desempleo superior al 10 por ciento, y un endeudamiento familiar equivalente a 3,2 salarios netos, los trabajadores «no sólo no ahorran sino que no llegan a fin de mes». En ese sentido, «poner plata en el bolsillo de la gente significa tanto aumentar el efecto multiplicador como los impulsos autónomos de gasto y llevan ineludiblemente a encender la economía ahogada por el ajuste y la caída de salarios reales».

Parte de esa ingeniería incluye resolver un entramado urgente de conflictos latentes. Por caso, el congelamiento parcial del precio de combustible y la postergación de tarifazos, que el gobierno nacional decidió para mejorar sus chances electorales, y que vencen en diciembre. También la recomposición de ingresos fiscales, que involucrará alguna decisión respecto de las retenciones a la exportación, y el freno al fuerte deterioro de los recursos de la Ansés. Otro frente es la regularización de las trasferencias a provincias.

El peso de la deuda

La mayoría de los economistas coinciden en señalar que cualquier plan requiere, para llegar a buen puerto, una tregua en los vencimientos de la brutal deuda contraída por la administración macrista.

El perfil de las obligaciones, acumuladas en el corto plazo, dolarizadas y pactadas con fuerte participación de acreedores privados, las vuelve imposibles de cumplir.

Tanto los principales tenedores de bonos, que acaban de crear un comité para encarar la renegociación y que ya desde abril comenzaron a girar propuestas de reperfilamiento o reestructuración, como el FMI, parecen conscientes de esa realidad. De hecho, sobre el menú expuesto de «salidas» a la uruguaya, la portuguesa, la ucraniana, la griega o la Argentina de 2001, se despliega también una puja entre los acreedores.

El contexto mundial no ayuda en términos de actividad económica, a diferencia de lo que ocurrió tras la salida de convertibilidad. La nueva directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, advirtió en su primer discurso al frente del organismo que el 90 por ciento de la economía global se desacelera. El informe de perspectivas globales bajó el crecimiento internacional a 3 por ciento, el menor desde la última crisis financiera. Según el economista Juan Llach, el menor dinamismo del comercio le hará perder a la economía global u$s 700 mil millones este año.

Pero en términos de renegociación de pasivos externos, en un contexto en el que el endeudamiento global es ya un riesgo sistémico, la crisis puede ofrecer algún permiso para soluciones menos ortodoxas. Aunque está claro que no es el caso ni se refería a la Argentina, Georgieva sorprendió en su primer discurso con un llamado a los países superavitarios a «gastar más, y si es posible, coordinadamente».

En otro nivel de discusión, la investigación de responsabilidades sobre el proceso de endeudamiento de los últimos años, puede cumplir un papel. Cabe recordar que la reestructuración de deuda ucraniana recogió protocolos acuñados en la pelea del Estado argentino con los fondos buitres. Pero, sobre todo, la relevancia de indagar sobre el vínculo de negocios entre los funcionarios que tomaron la decisión de endeudarse, con los bancos y fondos que prestaron, es responsabilizar conductas que, sin sanción, llevan a repetir una absurda y gravosa manía.

Hoy la Argentina debe un PBI, cuando hace cuatro años debía la mitad y, en buena parte ,a sí misma. Todos sus habitantes pagan y pagarán el costo de una ruinosa operación de subsidio para que un puñado de sus compatriotas atesore otro producto bruto en posición externa.

El economista Pablo Tigani aventuró que los tres presidentes de la autoridad monetaria durante el ciclo macrista serán recordados en la historia «como perpetuos antihéroes» que, «esquemáticos y previsibles, han amparado una orgía de evaporación de divisas».

«Una vez más, vuelven a poner al mercado cambiario al borde de la cornisa. Indolentes, además de chapuceros; van a dejar: default reperfilado para el primer semestre 2020, bomba de Leliq, Banco Central sin reservas y, un país sin crédito internacional», concluyó.

Fuente: La Capital