A 50 años del retorno del peronismo al gobierno con el triunfo de Cámpora

El 11 de marzo de 1973, el Frente Justicialista de Liberación obtuvo el triunfo en las urnas. La consigna era: “Cámpora al gobierno, Perón al poder”

El 11 de marzo de 1973, el Frente Justicialista de Liberación obtuvo el triunfo en las urnas. La consigna era: “Cámpora al gobierno, Perón al poder”.

La estrategia de demonizar al peronismo seguida tras el golpe de Estado de 1955, utilizando el poderoso aparato estatal más la complicidad de medios de comunicación privados, quedó sepultada el 11 de marzo de 1973.

Ni la despiadada represión, la proscripción, la insólita prohibición de utilizar los símbolos peronista, y hasta el impedimento de nombrar a sus líderes o censurar la marcha partidaria, lograron borrar del imaginario popular algunos íconos del primer peronismo, traducidos en la conquista de derechos, generación de empleo y mejoramiento palpable en la distribución del ingreso.

El movimiento definido desde siempre como policlasista y donde conviven expresiones muchas veces contrapuestas, a través de su herramienta electoral el Partido Justicialista, conformó un gran frente para esas elecciones. Quién lo encabezó en la fórmula fue Héctor J. Cámpora junto al conservador Vicente Solano Lima.

El país no era el mismo que el de 1955. Las pujas internas se habían profundizado, a partir de un actor político relevante: la juventud. El contexto internacional particular (los movimientos de liberación latinoamericanos, el triunfo de la revolución en Cuba), la proscripción y las restricciones a las libertades democráticas, llevó a vastos sectores juveniles a sumarse activamente a la participación política. Surgieron organizaciones que reivindicaban la lucha armada: de extracción peronista (Montoneros, FAR, FAP) y marxista leninista (ERP, entre otras).

Para el triunfo en las urnas, la militancia juvenil peronista fue central a la hora de movilizar y sumarse a la campaña del Frejuli.

Pero también, en el otro extremo, sectores de derecha se habían sumado durante todo el tiempo de proscripción y la pugna interna no tardó en desatarse, dirimiéndose las diferencias de la peor forma. Años de fuerte violencia política, donde las pujas se manifestaron irreconciliables.

El retorno al poder por las urnas
Habían transcurrido casi 18 años de proscripción del Partido Justicialista, y aquel 11 de marzo, finalmente la ciudadanía pudo expresarse en las urnas.

Fue el fin de la dictadura iniciada en 1966 por el general Juan Carlos Onganía, la llamada “Revolución Argentina”, surgida tras el derrocamiento del presidente radical Arturo U. Illia.

El Frente Justicialista de Liberación (Frejuli), con la fórmula Héctor J. Cámpora-Vicente Solano Lima, logró más de 6 millones de votos, poco menos del 50 por ciento. En tanto la Unión Cívica Radical, con Ricardo Balbín a la cabeza, obtuvo el 21 por ciento.

La legislación contemplaba segunda vuelta si no se superaba la mitad de los sufragios, pero el radicalismo desistió de ir al balotaje.

El 25 de mayo asumió la presidencia Cámpora. Llamado por la Juventud Peronista “El Tío”, ese día encabezó el acto de toma de mando en la Casa Rosada, con la presencia de los presidentes socialistas de Chile, Salvador Allende, y de Cuba, Osvaldo Dorticós Torrado.

La dictadura, ya en retirada, encabezada en el último tramo por el general Alejandro Agustín Lanusse, impuso una serie de trabas “legales” al proceso electoral. Además de la segunda vuelta (pensando congregar en un hipotético balotaje a todo el arco anti peronista), incluyó una insólita cláusula, que obligaba a Perón a establecer domicilio en el país antes del 25 de agosto de 1972.

Así fue como Perón, como forma de no ceder ante la jugada de Lanusse, y considerando que en la etapa que se avecinaba era mejor no encabezar la fórmula, nominó a su delegado personal como candidato a presidente.

De ahí la consigna de la agitada campaña electoral en ese verano: “Cámpora al gobierno, Perón al poder”.

Al anochecer de ese 25 de mayo, hubo masivas movilizaciones reclamando la libertad de los presos políticos. El centro de las concentraciones fue la cárcel de Villa Devoto.

Fue así que una de las primeras medidas del flamante gobierno de Héctor J. Cámpora, fue enviar al Congreso el proyecto de “amnistía general” para los presos de las organizaciones armadas, y que incluyó también y a los militares que cargaban con acusaciones por participar en hechos de represión.

Se cumplen hoy cincuenta años del inicio de la llamada «Primavera camporista». Porque dicho gobierno se prolongó nada más que 49 días: del 11 de marzo al 13 de julio, cuando Cámpora y Solano Lima decidieron renunciar para que se pudieran realizar nuevas elecciones.

Ese corto período quedó impreso en la memoria.  El 13 de julio de 1973 Cámpora y Vicente Solano Lima renunciaron, asumió el yerno del primero, Raúl Lastiri, cuya única función fue el llamado a los comicios que permitieron a Perón acceder a su tercera presidencia.

Cuando se produjo el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, Cámpora se salvó milagrosamente de un intento de asesinato por parte de los militares, por lo que se exilió en la Embajada de México, donde permaneció tres años.

En 1979, los militares permitieron que saliera del país cuando se encontraba gravemente enfermo de cáncer. Murió un año después en la ciudad de Cuernavaca, en México.

Sus restos fueron repatriados en 1991, y depositados en San Andrés de Giles, donde descansan desde entonces.

Cámpora pasó a la historia como un hombre leal a Perón que encabezó un triunfo electoral que puso fin a 18 años de proscripción.

Fuente: La Nueva Mañana