Alineado y pesimista
Los altos mandos del Ejército brasileño vaticinaron un futuro difícil para el país sudamericano.
27/12/2016 EL MUNDOLos altos mandos del Ejército brasileño vaticinaron un futuro difícil para el país sudamericano. El comandante de esa fuerza, general Eduardo Villas Boas, previó que la crisis del país se agravará en 2017, algo que en su opinión quedará reflejado en el ajuste del presupuesto de Defensa y los salarios de las Fuerzas Armadas. “En este año difícil, que está cerca de terminar, en medio de la persistente crisis política, económica y, sobre todo, ética, testimonié con satisfacción y orgullo la presencia (de los militares) efectiva, dispuesta y entusiasmada por todo el país”, señaló el jefe del ejército. Las previsiones negativas fueron incluidas en el “Mensaje de Navidad y Año Nuevo” que el comandante del ejército envió a integrantes de las Fuerzas Armadas y a militares de reserva.
“Vislumbro para el año que se aproxima el agravamiento de las dificultades que actualmente asuelan al país, con reflejos negativos en nuestro presupuesto y en nuestros salarios”, fue parte del mensaje publicado en la página oficial del ejército en internet.
Sin embargo, para Villas Boas tal previsión no mina su confianza en que “no nos alejaremos ni un milímetro de nuestra trayectoria rectilínea de servicios a la nación brasileña” y aseguró que el ejército atravesará la crisis “respetando y respaldando la Constitución, apoyado en la confianza que la nación deposita en su Fuerza Terrestre”. El general dijo que observó ese comportamiento en 2016, en su segundo año como máximo comandante del ejército. Desde el año pasado, Brasil enfrenta una grave recesión: su economía se retrajo un 3,8 por ciento, lo que representa el peor resultado conseguido en los últimos 25 años. Esa situación se mantuvo este año, y los economistas prevén para 2016 una contracción del 3,5 por ciento. Si tal pronóstico llegara a cumplirse, por primera vez el país encadenará dos años seguidos de decrecimiento desde la década de 1930.
En ese marco, el presidente Michel Temer (foto) puso en marcha un fuerte ajuste fiscal, con el que congeló los gastos públicos para los próximos 20 años y recortó el presupuesto de la mayoría de los ministerios, incluyendo el de Defensa. Además de la recesión económica y de los escándalos de corrupción que salpicaron a líderes políticos de todos los partidos, Brasil fue protagonista en 2016 de una grave crisis política cuyo punto culminante fue en agosto, cuando Temer asumió la presidencia, en lugar de Dilma Rousseff, destituida por el Congreso luego de ser acusada de haber cometido irregularidades fiscales, que nunca fueron ni precisadas ni probadas.
Villas Boas se pronunció sobre la crisis política en diciembre del año pasado, cuando, tras la decisión del Congreso de abrirle un juicio a Rousseff, afirmó que los militares se apegarían a la Constitución y a las leyes en ese proceso. El comandante del ejército dijo entonces que la institución tenía muy claro su papel en momentos de crisis “como el que estamos viviendo y que tiene tres componentes importantes: el político, el económico y el ético-moral, vinculados entre sí”.
Esa misma crisis multifacética se expresó ayer cuando, la Federación Única de Petroleros (FUP), el mayor sindicato del sector en Brasil, inició una huelga contra el ajuste en el salario de los trabajadores propuesto por la estatal Petrobras. Luego de varias asambleas que se celebraron en las principales bases petroleras, “los trabajadores aprobaron la realización de paros” de sus funciones, “a partir de las cero horas de este viernes”, señaló el sindicato en un comunicado.
La huelga se produce en protesta por el proyecto de ajuste salarial presentado por Petrobras, que en una nota calificó de “justo, considerando la situación financiera de la empresa”. Los trabajadores del sector aprobaron por un 95,4 por ciento de sus miembros rechazar el plan de la estatal, mientras el inicio de los paros obtuvo un apoyo del 78,3 por ciento, informó la FUP. Petrobras, empresa que aporta cerca del 13 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) de Brasil y tiene alrededor de 85.000 trabajadores, enfrenta una profunda crisis económica agravada por el escándalo de corrupción destapado en su interior, que envió a prisión a directivos de la compañía y políticos.