Alta Gracia, la ciudad del Che, los jesuitas y los sabores internacionales

La localidad adquirió notoriedad mundial en el 2000, gracias a que una de sus históricas construcciones, la Estancia Jesuítica Museo Casa del Virrey Liniers, integra desde entonces el conjunto de Estancias Jesuíticas declaradas Patrimonio de la Humanidad por UNESCO.

Entre el 28 de enero y el 4 de febrero, Alta Gracia vivirá el Encuentro Anual de Colectividades, que convoca a una gran comilona con platos de distintos países. Una oportunidad para conocer su historia, su gastronomía y rincones poco explorados.

Saliendo de la ciudad de Córdoba por Ruta Provincial 5 transitamos 38 kilómetros al sureste hasta llegar al área conocida como Valle de Paravachasca (“lugar de vegetación enmarañada”, en lengua nativa), que no se trata de un valle en sí, sino de una región de transición entre el Valle de Punilla (al norte) y el Valle de Calamuchita (al sur). Está integrada por pequeños valles, montañas y una zona de llanura, y, con la ciudad de Alta Gracia como cabecera, es una de las áreas turísticas más cercanas a la Capital provincial.

La localidad adquirió notoriedad mundial en el 2000, gracias a que una de sus históricas construcciones, la Estancia Jesuítica Museo Casa del Virrey Liniers, integra desde entonces el conjunto de Estancias Jesuíticas declaradas Patrimonio de la Humanidad por UNESCO. Pero Alta Gracia cuenta con otras casas museos que también le dan un valor histórico y cultural destacado, además de distinguidas fachadas, interesantes hoteles y paisajes soñados a pocos kilómetros de distancia.

Riqueza arquitectónica

Un recorrido por el área central y sus alrededores permite descubrir una ciudad que sorprende con espacios verdes entre casas y edificios que representan toda una época de esplendor.

Se puede disfrutar de una salida ideal paseando por el Tajamar, por la pintoresca costanera del arroyo Chicamtoltina (que significa “agua fría” en lengua aborigen), o el Parque Recreativo García Lorca. Al caer la tarde, se impone recorrer algunos de sus barrios contemplando los chalés de estilo inglés, art decò, art nouveau y renacentista; cuya conservación es la fascinación de los amantes de la fotografía arquitectónica.

Para ellos, o para quienes busquen un lugar donde tomar un café o un té en un entorno único, la recomendación es visitar el histórico Sierras Hotel, una magnífica obra de principios del siglo XX. Destinado a la clase alta de aquel entonces, albergó a todos los presidentes -desde Figueroa Alcorta hasta Alejandro Lanusse-, a los gobernadores cordobeses de ese período y a figuras internacionales como los reyes Leopoldo, Balduino y su esposa Fabiola de Bélgica; el presidente italiano Giovanni Gronchi; y John F. Kennedy cuando era senador, entre otras personalidades.

Además, Alta Gracia cuenta con dos de los mejores campos de golf de Córdoba: el Golf Club Alta Gracia y Potrerillo de Larreta, sitios que además disponen de restaurantes que ofrecen una excelente gastronomía.

Los museos, un clásico

La Casa del Che, el museo más famoso de Alta Gracia, recrea la vivienda en la que habitó de niño y adolescente Ernesto “Che” Guevara con su familia. Se la puede visitar los lunes de 14 a 18.45, y de martes a domingos de 9 a 18.45. Entrada general: $ 75.

Otra parada obligatoria es el Museo Estancia Jesuítica y Casa del Virrey Liniers, construcción del siglo XVII que forma parte del legado jesuita declarado Patrimonio de la Humanidad por UNESCO. Está abierto todos los días. La entrada general, de $ 20, incluye visita guiada; y los miércoles hay entrada gratuita.

Finalmente, el Museo Manuel de Falla conserva objetos personales, libros, mobiliario, vestimentas, fotografías y correspondencia de este músico y compositor español. Manuel de Falla vivió en Alta Gracia desde 1942 hasta su muerte, en 1946. Para conocerlo, se puede ir los lunes de 14 a 18.45, o de martes a domingos de 9 a 18.45. Entrada general: $ 20.

Parajes veraniegos

Entre la ciudad del Tajamar y el ingreso al Valle de Calamuchita existen varias villas que en verano son elegidas por los turistas que buscan disfrutar el día junto al río, en playas y campings.

Siempre a través de la RP5, y en un trayecto de pocos kilómetros, se suceden de manera consecutiva las comunas de Anisacate, La Bolsa, Los Aromos, La Serranita y La Paisanita, entre otras. Las bordea el río Anisacate, que cuenta con balnearios y servicios gastronómicos y de alojamiento, pensados como alternativas próximas a la cabecera de Paravachasca.

Un poco más distantes se encuentran Villa Ciudad de América y Potrero de Garay, poblados desde donde se puede contemplar y disfrutar del Lago Los Molinos, uno de los espejos del Camino de los Grandes Lagos.

Fuente: La Voz