América Latina va a elecciones: ¿Límite a la oleada neoliberal?
Seis elecciones presidenciales y cuatro legislativas en medio de una tensión económica y social creciente nos depara este 2018 en América Latina, con enormes desafíos para los pueblos, dirigentes oficialistas y de la oposición.
01/02/2018 EL MUNDOSeis elecciones presidenciales y cuatro legislativas en medio de una tensión económica y social creciente nos depara este 2018 en América Latina, con enormes desafíos para los pueblos, dirigentes oficialistas y de la oposición.
Seis elecciones presidenciales y cuatro legislativas en medio de una tensión económica y social creciente nos depara este 2018 en América Latina, con enormes desafíos para los pueblos, dirigentes oficialistas y de la oposición. Este año se define la tendencia: o se consolida el giro a la derecha conservadora,donde se mantendrá y profundizará el ajuste económico y la primacía de los intereses financieros y de las multinacionales –profundizándose la exclusión y la brecha de ingresos-, o habrá una vuelta al poder de líderes progresistas y se frenará la oleada neoliberal que busca afianzarse. Brasil, México y Colombia son clave en esta puja ya que junto con Argentina son las 4 economías más grandes de la región, y en las primeras tres viven más de 350 millones de personas, más de la mitad de la población del total del subcontinente.
Pero el camino es sinuoso y nada sencillo para ninguno de los países en medio de esta puja. Previamente a los procesos electorales, en Chile asumirá pronto Sebastián Piñera, echando por tierra los módicos resultados de las reformas impulsadas por el Socialismo de Bachelet. Lo cierto es que cuando gobierna la centroizquierda en Chile, está bastante controlada y no logra grandes reivindicaciones populares. Y cuando persigue algunas reformas significativas, como la educativa y de pensiones que llevó adelante la Presidenta saliente, los sectores conservadores (locales e internacionales) reaccionan sin timidez para, por ejemplo, hacer que el Banco Mundial manipule los datos estadísticos perjudicando al gobierno y beneficiando al candidato opositor, hoy Presidente electo. Ello, entre otras cosas.
La desregulación laboral y el botín de los fondos de pensión son dos temas irrenunciables para el mundo empresario y financiero internacional. La experiencia argentina es también clara.
En Honduras, el proyecto neoliberal en un país con 70% de pobreza, sí, 70% (no es error de tipeo), no dudó en utilizar todos los mecanismos necesarios para mantener en el poder Juan O. Hernández con el apoyo directo de Estados Unidos y la OEA, años después de derrocado mediante golpe de estado a un gobierno progresista, que encabezaba Manuel Zelaya. Persisten las fuertes denuncias por fraude contra Hernández, manifestaciones, represión y muertes, aún en estos días.
En nuestro país, en tanto, Cambiemos también afirma y ya muestra sin mayores tapujos su perfil neoliberal, camino a reprimarizar la economía, priorizando la especulación financiera y abriendo las importaciones, en un ciclo de endeudamiento creciente, presionando a los sectores involucrados en el mundo del trabajo para avanzar con la desregulación laboral, y, claro está, modificando paso a paso el sistema jubilatorio para transferir los cuantiosos fondos al sistema financiero, entre otras medidas.
A pesar de estos ejemplos, el año electoral puede deparar sorpresas para el Subcontinente. Tendremos elecciones presidenciales en 6 países: en orden son Costa Rica (04/02), Paraguay (22-04), en Cuba habrá cambio de mando presidencial en abril, donde el vicepresidente Miguel Díaz-Canel reemplazaría a Raúl Castro, en Venezuela (antes de fin de abril sin fecha definida), Colombia (27/05), México (01/07) y Brasil (07/10). También habrá legislativas en El Salvador (04/04), Colombia, Haití y Cuba (11/04) y regionales y municipales en Perú.
En Brasil, principal economía de América Latina, el gobierno de Temer –ilegítimo para la gran mayoría de brasileros- habiendo llegado al poder por un golpe parlamentario contra Dilma Rousseff, se hunde en una aprobación que representa un mínimo histórico para nuestro vecino, el denominado “margen de error” en la encuestas, es decir, alrededor de un 3%. No sorprende para nada, con el monumental plan de ajuste y destrucción del tejido social del país que viene llevando adelante, el congelamiento del gasto, el aniquilamiento de los derechos laborales y sociales, privatizaciones y otras medidas. Muchos creen que directamente en Brasil se han robado la Democracia. Ni que hablar de las denuncias y casos de corrupción, que alcanza a miembros de todos los partidos, incluido personalmente al mismo Presidente saliente.
Lula da Silva, quien sería el próximo Presidente del país si la Justicia se lo permitiera, obtuvo un revés en su apelación en segunda instancia en base a un fallo del cuestionado juez Sergio Moro. Le quedan al ex presidente dos instancias de apelación, incluido el Supremo Tribunal Federal y la decisión de la Justicia electoral, y mantiene hasta hoy un 35% de intención de voto superando a todos los contrincantes en cualquier encuesta realizada. Ninguno de los que le siguen alcanza el 20%. Jair Bolsonaro, ultraconservador, alcanza un 17%, y la ex ministra de medio Ambiente Marina Silva, no llega al 10%. En principio, el candidato del PT es Lula, sí o sí. De impedírsele finalmente competir, el PT y aliados deberían elaborar un plan B para que un candidato/a apoyado por Lula busque triunfar y la centroizquierda recupere el poder en medio de una situación económica grave para el país, y sobre todo para las grandes mayorías. El clima social está caldeado y de truncarse su candidatura o terminar en la cárcel, la situación puede complicarse aún más en la calle.
En la tierra de los mariachis, segunda economía de la región y beneficiario/víctima del TLCAN y de su vecino del norte, las denuncias por corrupción y los escasos resultados del gobierno, mal llamado “de centro” de Enrique Peña Nieto –es neoliberal-, coloca a su candidato tercero en la lista de las preferencias electorales para los comicios del 1 de julio. Se trata del economista y ex ministro de Nieto José Antonio Meade.
Para tener una noción más clara de la situación del país, ya que no mucho llega por estos lares: el salario mínimo es más bajo que en China, menor a los 100 dólares mensuales. La pobreza en México -aun con bajo desempleo-, es superior al 50%, y el TLCAN si bien ha generado puestos de trabajo y radicación de filiales de multinacionales, perjudicó fuertemente la competitividad de empresas locales y generó severos perjuicios a los agricultores mexicanos. Además del gasolinazo (fuentes aumentos de la nafta durante el último tiempo), el avance en la privatización del petróleo que también han mellado la aceptación de Peña Nieto y el rumbo económico nacional, generando además diversas manifestaciones. Todo ello en el marco de una extrema violencia, delictual, del narcotráfico y de género. México fue catalogado por el informe de la organización Inglesa IISS (International Institute for Strategic Studies) como el segundo país más violento del mundo, sólo superado por Siria. Cerca de 30 mil desaparecidos hubo desde principios del nuevo siglo y más de 20 mil asesinatos se producen cada año. El 2017 fue el año más violento de la historia del país, con más de 25 asesinatos (solamente se contabilizan los denunciados e investigados por la Justicia).
Allí, Manuel López Obrador, el representante de centro-izquierda y líder de Morena (Movimiento de Regeneración Nacional), va por el tercer intento y encabeza las encuestas para la elección del 1 de julio con una intención de voto del 23,6%, seguido de cerca por el derechista Ricardo Anaya del PAN (Partido Autonomista Nacional) con el 20%, y en tercer lugar el oficialista Meade del PRI (Partido Revolucionario Institucional), con el 18%. Hay aquí una posibilidad concreta de giro hacia la centroizquierda.
Pero claro, un gobierno progresista necesitará algo más que el voto y apoyo popular para avanzar en ese camino, teniendo tan cerca a EEUU y la presión Occidental y del establishment internacional y financiero por mantenerse el rumbo neoliberal como en las últimas décadas. Precisará México un fuerte acercamiento y asociación con sus socios de América del Sur para consolidar algún cambio posible.
Tengamos bien presente un dato, ningún gobierno neoliberal de América Latina parece tener la oportunidad de mantenerse en el poder en las elecciones de este año. Todos los candidatos oficialistas o apoyados por los Presidentes salientes están, como mínimo, terceros entre las preferencias de los electores. Paraguay podría ser la excepción. Y claro está, los sobrados recursos del poder económico y financiero les permiten poner huevos en varias canastas, y a veces segundas opciones aparecen disfrazadas de beneficiosas para las mayorías pero terminan finalmente respondiendo a los mismos intereses que los anteriores. Pero el dato es clave, los pueblos del Subcontinente rechazan en gran mayoría los proyectos neoliberales.
Colombia, por su parte, vive un escenario particular, en medio un proceso de paz con resultados cuestionados por la oposición, pero sin dudas resulta un avance histórico y con un fuerte protagonismo de Cuba y del Papa Francisco. Las FARC (hoy ex Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), manteniendo su sigla pero devenida en Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, busca su lugar de representación ya dentro de la legalidad, aunque tiene una exigua intención de voto, menor al 3%. Pero sin dudas la participación en elecciones libres de esta agrupación es la gran novedad luego de más de 50 años de conflicto interno, con más 200 mil muertos y 7 millones de desplazados, que le valió al Presidente saliente Juan Manuel Santos el premio Nobel de la Paz en 2016. Aun así, la desaprobación del gobierno en general llega al 70%. Claro está, la economía, la violencia y la falta de oportunidades son parte del reclamo común en los países de esa región.
El 27 de mayo serán las elecciones presidenciales (en marzo habrá legislativas), fundamentalmente con dos candidatos ubicados en la centro-izquierda y dos en la derecha, los dos primeros encabezando las preferencias. Vale destacar que en primer lugar se encuentra el voto en blanco, con cerca del 30%. Entre los candidatos más volcados hacia la izquierda, están Gustavo Petro (Colombia Humana), ex alcalde de Bogotá, que encabeza la intención de voto con cerca de un 17%, seguido de Sergio Fajardo (Coalición Colombia) con el 15%. La centroderecha y derecha neoliberal van detrás. Germán Vargas Lleras (ex vicepresidente de Santos pero crítico de los acuerdos de paz) obtendría un 14%, mientras que el candidato del expresidente Álvaro Uribe, el senador Iván Duque, el más ubicado hacia la derecha -irá a una interna en marzo para formar una coalición más amplia junto con el sector del expresidente Andrés Pastrana- apenas araña hoy el 5%. En ese número se encuentra también el candidato Humberto de la Calle, del Partido Liberal y quien fuera nombrado por Santos como negociador en el Proceso de Paz. Aun así, de aquí hacia mayo pueden haber modificaciones en algunas alianzas.
Cruzando la frontera, la Asamblea Constituyente de Venezuela anunció finalmente que las presidenciales serán antes del 30 de abril, algo que beneficiará al presidente Nicolás Maduro -que se presentaría a la reelección- ya que hoy la oposición está dividida, algo debilitada y ha perdido cierto apoyo desde el exterior. Luego de un año de mucha violencia, la situación parece haberse calmado, en parte, aunque la situación económica de la primera reserva petrolera mundial sigue con grandes dificultades. El oficialismo busca recuperarla a través de diversos planes y leyes impulsados por el gobierno, aunque hoy, además de las sanciones de EEUU, se suman las impuestas por la Unión Europea.
En términos generales, además de los serios problemas económicos y sociales internos, junto con la escasez de diversos productos, el país sufre una fuerte presión y boicot desde el exterior, mientras que se apoya en la alianza lograda con China y Rusia. Esto grafica un poco la puja por el poder mundial que se vive hoy en día, donde Venezuela es un ejemplo claro, y lo es también en parte por los recursos estratégicos del país caribeño y atlántico (petróleo, oro, diamantes, coltán, etc.).
En abril se define también el futuro de Paraguay, donde el progresismo viene de sufrir un golpe parlamentario en 2012 contra el gobierno del ex presidente y hoy senador Fernando Lugo. Más recientemente, se produjo un firme rechazo popular al intento del presidente neoliberal Cartes a buscar otro mandato. En ese país se prohíbe la reelección presidencial, desde 1992.
El Partido Colorado (Asociación Nacional Repúblicana), que representa al oficialismo y que ha detentado el poder en los últimos 70 años, salvo el período 2008-2012, buscará mantenerse en el poder frente a la opositora Alianza GANAR, conformada por el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) y el frente GUASÚ, reeditando la agrupación que llevó a Lugo al poder en 2008.
En el oficialismo Partido Colorado el candidato será Mario Abdo Benítez (hijo de quien fuera el Secretario Privado del dictador Alfredo Stroessner) habiéndole ganado la interna al precandidato del Presidente Horacio Cartes. En línea con gobiernos de la región, la gestión actual alcanza un 60% de rechazo. Mientras que Efraín Alegre, presidente del PLRA, será el candidato de GANAR, llevando para vicepresidente al periodista Leo Rubín, conocido defensor de campesinos y de los pueblos originarios.
En concreto, es un año clave para el futuro de América Latina, donde el partido que se juega es bien claro: la oleada neoliberal vs. la posible vuelta de fuerzas progresistas. El establishment internacional busca sin dudas consolidar los planes de ajuste, privatizaciones, desregulación laboral asociada a minorías locales, buscando también hacerse de los fondos de pensión y profundizar aún más la concentración de la riqueza.
Es preciso tener en cuenta también que el año que viene serán las presidenciales en Bolivia, donde Evo Morales buscará la reelección – luego de la aprobación de la Corte a su postulación, y en Argentina, donde el oficialismo ha perdido más de 10 puntos de aceptación en el último mes fundamentalmente por el cuestionado ajuste previsional –aunque los tarifazos y aumentos de combustible y precios en general, entre otras medidas, también pesaron-, mientras que la oposición se encuentra aún dividida y no logra por el momento consolidarse como alternativa para derrotar al macrismo. Por supuesto, aún falta tiempo y se están jugando las fichas.
En este contexto general, siempre vale la pena citar al Papa Francisco, quien en su última visita a la región –estuvo en Chile y Perú hace pocos días- criticó duro el sistema económico aplicado en América Latina: “se estaba buscando un camino hacia la Patria Grande y de golpe cruzamos hacia un capitalismo liberal inhumano…”. Silenciado por grandes medios, más gráfico sobre lo que sucede hoy día no podía ser.
Claramente, las políticas económicas de los principales países de América Latina están yendo hoy en ese sentido, al igual que en la Unión Europea, lo que explica en gran medida la profunda crisis de los partidos políticos, el creciente desempleo, el empobrecimiento y el descreimiento mismo de la población hacia la Democracia como sistema. No lo digo yo, lo dicen las encuestas y estadísticas. Porque en síntesis, detrás de esos gobiernos, están hoy más que nunca los fuertes intereses financieros y corporativos que financiaron (desde aquel camino “inevitable” hacia el neoliberalismo promovido por Reagan y Tatcher desde los ´70 en el SXX), financian y financiarán distintos candidatos para lograr mantener la sartén por el mango, evitar el regreso de los progresistas al poder, sea acusándolos de “populistas” o de “castrochavistas” -como en Colombia-, y profundizar aún más concentración de la riqueza en pocas manos, en las suyas. Total, hoy sólo el 1% tiene más que el 99% restantes, y 8 personas tiene más que 3500 millones. Como si no fuera suficiente. Pero claro, como siempre, quieren más.
La oleada neoliberal volvió con más ferocidad, en algunos sitios en modo tsunami para barrer con todos los derechos posibles, de la forma en que haga falta, mintiendo, engañando, valiéndose del sistema judicial, mediático, actuando en las sombras, o mismo a plena luz del día. Honduras en 2009, Paraguay en 2012, Brasil en 2016 y hasta hoy con Lula son clarísimos ejemplos, y puede haber más. Hace falta, hoy más que nunca, un verdadero compromiso ciudadano, de los sectores progresistas, de izquierda, de centro y otros, para resguardar los principios democráticos y al sistema mismo.
En definitiva, es claro que Brasil, Colombia, México y Paraguay pueden dar un giro hacia la centroizquierda y marcar la cancha a los gobiernos de derecha de la región. Si lo pusiéramos en boca del Papa, “se abre una esperanza para la Patria Grande”. Porque una América Latina dividida, una UNASUR y un MERCOSUR debilitados sólo favorecen los intereses de las grandes potencias –más en concreto a una minoría dentro de esas potencias-en detrimento no sólo de los Estados, sino de los pueblos, de los ciudadanos, trabajadores, clases medias y bajas y de la misma Democracia que tanto ha costado recuperar en el Subcontinente.
América Latina es una región más importante de lo que se piensa y de lo que nos quieren hacer creer, por eso históricamente distintos intereses foráneos han intentado mantenerla dividida y sometida a un sistema extractivo y primarizado.Es fundamental para el bien y futuro de todos quienes la habitamos, que se encuentre unida y fortalecida para enfrentar los enormes retos que el siglo XXI nos presenta, donde se transforman las estructuras del poder mundial y una región con identidad propia, economías fuertes e integradas es fundamental para el futuro. Con sus acciones, declaraciones y brutalidades, Donald Trump da su ayudita diaria, queda ahora que los latinoamericanos tomen conciencia de las propias fortalezas y debilidades para saber cuál es el mejor camino para crecer y desarrollarse de manera sustentable.