Aumenta la demanda de comida al Banco de Alimentos de Córdoba

Mayor demanda de alimentos, distribución de más raciones, creciente número de comedores que solicitan ayuda, más servicios alimenticios por organización y mujeres que se suman para recibir asistencia nutricional.

Mayor demanda de alimentos, distribución de más raciones, creciente número de comedores que solicitan ayuda, más servicios alimenticios por organización y mujeres que se suman para recibir asistencia nutricional. Ese es el panorama que observan desde la Fundación Banco de Alimentos de Córdoba en este último año.

“La demanda es creciente. El banco trabaja con 200 organizaciones beneficiarias. Es un número que siempre vamos actualizando”, informa Mauricio Barilla, encargado del área social de la Fundación, cuando se le pregunta cómo está pegando la crisis en los sectores más desfavorecidos.

De alguna manera, el banco sirve de termómetro social. Trabaja con organizaciones que prestan un servicio regular –y semanal– de alimentación en comedores y merenderos, centros de día, hogares, iglesias o salas cuna en 112 de los 502 barrios de la ciudad de Córdoba y en localidades como Carlos Paz, Villa Allende, Alta Gracia y Malvinas Argentinas.

Sólo en los vecindarios capitalinos que reciben asistencia de la Fundación viven alrededor de 542 mil personas. De ellas, unas 35 mil tienen alguna necesidad básica insatisfecha.

Barilla explica que, si bien la cantidad de alimentos entregados es cada vez mayor, no es posible realizar un análisis lineal entre el incremento en la entrega de alimentos y la difícil situación social del país ya que también –enfatiza– el Banco es cada vez más conocido.

“Si vemos los datos únicamente, sí se nota una mayor necesidad. Pero eso hay que complementarlo con el posicionamiento del banco”, opina.

En los hechos, la cantidad de alimentos distribuidos ha crecido en relación con el año pasado. “El 30 de agosto alcanzamos la cantidad de alimentos que entregamos en 2017: más de 1,4 millón de kilos. El promedio por beneficiario, es un kilo. Una ración de alimentos diaria a cada uno. Es un gran esfuerzo”, sostiene Manuel Ortega Villafañe, director ejecutivo de la Fundación.

El número de instituciones también trepó: pasó de 134 a 200 y hay otras 50 organizaciones en lista de espera. En los últimos meses, además, los comedores comenzaron a asistir cada vez a más mujeres.

“Hoy, en promedio, brindan dos servicios: merienda y cena, por ejemplo. Lo que cambió es la cantidad de días a la semana: pasamos de dos a cuatro. Es mucho. Si consideramos que tienen 88 beneficiarios, el banco está contribuyendo a 240 servicios alimenticios de manera semanal. Eso implica más de 17 mil platos de comida. La gente termina comiendo en el comedor. Ya no está la cultura de comer en la casa y las madres ya están yendo a los comedores”, subraya Barilla.

El banco trabaja con auditorías a las organizaciones para corroborar que no haya “instituciones fantasma” y que no haya venta o trueque. Las auditorías permiten conocer la realidad.

“Son 17 mil beneficiarios. El 73 por ciento son chicos de 0 a 12 años. El Banco de Alimentos está trabajando con nutricionistas porque no quiere ser un ‘súper’ social sino que tiene que trabajar con una correcta alimentación”, plantea el encargado del área social.

Para ello, capacitan a referentes barriales en talleres de cocina saludable para que, de esta manera, incorporen a la dieta alimentos de alto valor nutricional, como legumbres, frutas y verduras.

Según el último informe social de la Fundación, el Banco colabora con la realización de 2.060 servicios alimenticios por semana, de los cuales el 41 por ciento son meriendas. Es decir, que ayuda con la realización de 181.280 platos de comida a la semana (el 56 por ciento de medio o alto valor nutricional).

El Banco recibe donaciones de unas 80 empresas, la mayoría relacionadas al rubro alimenticio, de particulares e instituciones del tercer sector.

Lo que se tira

La Fundación, al igual que los otros bancos del mundo, trabaja para aprovechar al máximo el alimento producido para consumo humano y evitar el desperdicio.

Las cifras sobre la cantidad de alimentos que se tiran en el mundo son escandalosas. Más aún si se las compara con los millones de personas que no tienen un plato de comida.

Según datos de las Naciones Unidas, 821 millones de personas sufren hambre en el planeta. El número equivale a la población total de América latina más Pakistán, que cuenta con 200 millones de habitantes.

En paralelo, dos billones de toneladas de comida se desperdician: casi la mitad de lo que se produce para consumo humano. Se pierden en distintos sectores: desde el agropecuario y el industrial pasando por la comercialización y el consumo. Del campo a los hogares.

En la Argentina, donde tres de cada 10 personas son pobres y tienen dificultades para alimentarse, se pierden 16 millones de toneladas de alimentos por año: el 12,5 por ciento de lo que se produce, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Es decir que cada argentino tira en promedio 38 kilos de comida a la basura.

Se desperdicia buena parte de la producción que hay en el mundo

Los 811 bancos de alimentos, que funcionan en 30 países, recuperan y distribuyen alimentos a las personas que no tienen para comer. “Nuestra razón de existir es disminuir las pérdidas y desperdicios de alimentos para mejorar la seguridad alimentaria y nutricional de quienes más lo necesitan”, explica Ana Catalina Suarez Peña, directora de la Global Foodbanking Network de Latinoamérica.

Suárez Peña indica que cuando se creó la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en 1945, se estimaba que la masa que se desperdiciaba era el 10 por ciento de la producción global.

“Según un estudio realizado por la FAO en 2012, las pérdidas están estimadas en el 30 por ciento de lo producido; entre 30 y 50 por ciento. Son dos billones de toneladas de comida que no son consumidas por seres humanos, a pesar de haber sido producidas para seres humanos”, subraya.

En septiembre, las Naciones Unidas presentaron un documento que indica que la inseguridad alimentaria aumentó desde 2005.

“Pasamos de 804 millones de personas con hambre a 821 millones. En América latina, también aumentó. Pasamos del siete por ciento al nueve por ciento. Es decir: siete millones de personas nuevas en América latina sufren hambre”, subraya Suárez Peña.

En la región, las pérdidas están concentradas en e-l sector agropecuario (el 25% de lo producido no es vendido ni destinado al consumo humano), mientras que en América del Norte y Europa, está en el consumo y la comercialización.

“Lo que rescata la red de bancos de alimentos del mundo no supera el 5% de los desperdicios. Necesitamos acciones conjuntas: que las empresas disminuyan los desperdicios en el proceso de producción, que el comercio minorista desarrolle estrategias para comercializar el producto con conciencia, y también el consumidor”, sostiene.

Una ley para alentar la donación
La Cámara de Diputados de la Nación aprobó en julio, con modificaciones, la reincorporación del artículo 9 a la ley 25.989, fundamental para alentar la donación de alimentos. Así, la iniciativa volvió al Senado.

El artículo, vetado a fines de 2004, deslinda de responsabilidad a los donantes por los daños y perjuicios que pudieran producirse, siempre y cuando la donación se hubiese efectuado de buena fe, “sin ocultarse vicios de la cosa y contando los alimentos con los controles bromatológicos” .

Fuente: La Voz