Caputo inventa otra piedra movediza

Cuenta la leyenda que existían dos dioses gigantes, el Sol y la Luna. Eran pareja. El Sol tenía el control sobre el calor y la luz. Dueño de la vida y la muerte.

Cuenta la leyenda que existían dos dioses gigantes, el Sol y la Luna. Eran pareja. El Sol tenía el control sobre el calor y la luz. Dueño de la vida y la muerte. La Luna irradiaba sabiduría, dulzura, era la dueña de la paz y el silencio. De una blancura inmaculada, que encandilaba de devoción al Sol. Decidieron poblar la Tierra, crearon peces, animales y al propio hombre. Antes de regresar a su mundo celestial les encargaron a los hombres cuidar la Tierra y les prometieron que los ayudarían enviándoles luz y calor.

Imprevistamente, al tiempo el Sol comenzó a perder luz. Su energía parecía agotarse. Un hombre sabio advirtió que un enorme puma alado amenazaba al Sol poniendo en vilo su propia existencia. Entonces los hombres, decididos a defender a su Dios, emprendieron su defensa. Miles de flechas surcaron el cielo. La mayoría no llego a destino. Sin embargo, una dio en el blanco y el puma alado fue herido, pero no murió. Cayó sobre la Tierra. Aun desfalleciendo no se entregaba, no se rendía. La Luna, piadosa, decidió terminar con el sufrimiento arrojándole enormes piedras. Acumuladas sobre la bestia herida dieron, según la leyenda, nacimiento a las Sierras de Tandil. Dicen que la última piedra cayó sobre la punta de la flecha hundida en el cuerpo.

Para muchos lugareños, la piedra movediza de Tandil era la demostración de que el espíritu del puma alado seguía estoico aun en las profundidades de la Sierra, y que cuando el Sol pasaba por allí desafiante, el puma alado en su intento por seguir atacándolo hacia mover la piedra más famosa de Tandil.

Esta historia, según cuenta el texto “Leyendas argentinas”, está estrechamente vinculada a los pueblos originarios que poblaban la zona de Tandil y su vínculo de respeto por la naturaleza y los fenómenos celestiales.

Algunos cuentan otro origen de “la movediza”. Dicen que existía un cacique llamado Tandil, que era malvado, sobre todo con su esposa Mini. Cansada de los ultrajes cotidianos decidió conspirar contra él. El cacique, advertido, se adelantó y ató a Mini a un peñasco hasta que la muerte la alcanzó. Hay quienes dicen que Mini dijo: “Mi muerte conmoverá a la montaña y tus ojos verán mi corazón latiendo en esta piedra”.

“La Movediza” fue considerada una de las maravillas del mundo hasta que el 29 de febrero de 1912 se desplomó. Era una enorme mole de granito cuyo peso estimaron los especialistas en casi 400 toneladas, con forma de campana de alrededor de 5 metros de diámetro.

El naturalista Eduardo Holmberg, quien la visitó varias veces, sostenía que por acción de la propia naturaleza la piedra se desmoronaría. Sin embargo, concluyó que al final la causa fue la acción de varios hombres, que deliberadamente la hicieron oscilar hasta caer.

Otras versiones hablan de temblores provenientes de las explosiones mineras en la zona. Y todos cuentan que hubo un gran estruendo. ¿Hay testigos? Sí, Celestina Stipcovic vecina del lugar. Mientras cambiaba a su hija en una habitación cuya ventana daba a la piedra, estaba contemplándola a la distancia y al bajar la vista escuchó el estruendo. “Supo entonces que aquella imagen la iría a perseguir por el resto de su existencia: un golpe seco cuyo eco volvería a retumbar en el fárrago de insomnio en que se convirtieron sus noches luego de aquel atardecer de espanto” (“La Piedra Viva”, de Elías El Hage).

El enorme estruendo es asimilable a la lectura que variados economistas hacen sobre el devenir económico de nuestro país. Excepto por el presidente Javier Milei, su ministro Luis Caputo y alguno que otro, hay una coincidencia en que la economía argentina en su conjunto se desplomará y producirá un enorme estruendo.

Con once meses consecutivos de déficit de cuenta corriente, que como bien dice Claudio Scaletta si está registrado es porque se financió, al no surgir tal financiamiento vía reservas o saldo excedente de comercio exterior solo queda endeudamiento e inversión. La Inversión Extranjera Directa (IED) del 2024 según BCRA/INDEC sufrió una caída del 54 por ciento. Incluso se agravó hacia el cuarto trimestre del 2024. O sea que sólo queda endeudamiento. Así se da paso a un ciclo conocido de la historia económica argentina: déficit de cuenta corriente, endeudamiento, crisis. En general es aceptado que la deuda tiene como único objetivo ampliar la oferta de dólares, a los fines de que el gobierno de Milei y Caputo pueda sostener el veranito del dólar barato a fin de controlar la tasa de inflación. Con una cuenta corriente cambiaria que acumula más de doce mil millones de déficit (en los últimos once meses) resulta insostenible en el tiempo. La sangría de dólares que sufre el BCRA está llamando a que sus reservas, aun con el ingreso de catorce mil millones de dólares del FMI, lleguen a niveles harto complejos. La apreciación del tipo de cambio que “empuja” importaciones y dificulta exportaciones va disminuyendo el saldo positivo del intercambio comercial. Las importaciones crecen a un porcentaje superior al de exportaciones, lo cual de no cambiar la tendencia nos llevaría a otra variable deficitaria.

Estos ciclos culminan en crisis. En la economía argentina el resultado es así: una explosión devaluatoria con su emergente recesión, retroceso de derechos laborales y destrucción de capital. Resulta interesante, aunque le moleste a Milei, recordar en estos días a Juan Bautista Alberdi. Al analizar la crisis de 1873, llamada Crisis de Viena, Alberdi se preguntaba qué causas permitían a lo que llamaba “la especulación” disponer de capitales que previamente había perdido por sus cálculos erróneos. Sin dudas, afirmaba, “la facilidad de disponer de capitales ajenos a través de créditos o préstamos” (“Estudios Económicos” de Juan Bautista Alberdi). Para los curiosos se recomienda el texto “La crisis mundial de 1873 y su impacto en América Latina” de Carlos Marichal (2009).

Con un riesgo país clavado en más de 700 puntos, el endeudamiento se hará más difícil y por supuesto más oneroso, retroalimentando el ciclo de déficit de cuenta corriente. Al mago de las finanzas le quedará algún conejo, pero más temprano que tarde solo sacará un peluche.

El estruendo de la caída será doloroso, como fueron el 2001 o la crisis durante el gobierno de Mauricio Macri.

En Tandil en 2007 “repusieron” una “piedra movediza” para que el turismo no pierda vigencia. Hoy allí está, emulando a la original, pero se tomaron la precaución que no pueda desmoronarse. La amuraron a la sierra.

Los argentinos podemos evitar el estruendo de la caída del “programa económico” de Milei o al menos tratar de atenuarlo. No hay recetas mágicas sino caminos ya explorados que suelen tener un efecto positivo: organizarse, resistir, explicar, escuchar. De no hacerlo repetiremos la experiencia de Celestina, la señora que escuchó el estruendo de la piedra y nunca más pudo olvidar el espanto. La diferencia es que ella no pudo evitarlo. Nosotros sí.

Por Pablo Vera

Fuente: Página 12