Comedores cordobeses en alerta: no pueden atender a todos

La demanda subió entre 20 y 100 por ciento en Córdoba, según la zona de asistencia. Se suman chicos o familias que antes no pedían esa ayuda. Preocupación en las asociaciones.

La demanda subió entre 20 y 100 por ciento en Córdoba, según la zona de asistencia. Se suman chicos o familias que antes no pedían esa ayuda. Preocupación en las asociaciones.

El aumento en el precio de los servicios, el combustible y la comida golpearon fuertemente a la clase media y por ende también a las clases vulnerables. “Estamos sobredemandados”, “no damos abasto”, “no sabemos cómo seguir”, son frases que se repiten en todas las organizaciones consultadas que dan de comer a más de dos mil personas en Córdoba, en su mayoría niños.

“Las empleadas domésticas no tienen laburo, los jardineros no son contratados porque los sectores medios no pueden darse ese lujo y por ende nos quedamos sin las changas”, asegura Silvia Quevedo, de la Red de Comedores Solidarios.

Sobre el aumento de la demanda en los merenderos de la red, Quevedo asegura que la situación es “grave y preocupante”.

Quevedo dice que se encuentran “sobredemandados no sólo porque más niños se acercan a la copa de leche”, sino que ahora “vienen familias completas”.

“Hemos decidido recurrir a las ollas populares porque no tenemos para atender a todas las personas que lo necesitan, pero compartimos lo que hay”, señala.

Por el momento, las ollas están organizadas por vecinos de Marqués anexo, Nuestro Hogar 3, Cooperativa Atalaya, Yapeyú, Villa Los Tinglados, Cooperativa Pilcomayo y Renacimiento. Según la Red de Comedores Solidarios, que brinda copa de leche a más de dos mil chicos, hay barrios que están pidiendo nuevos merenderos.

Explican que hacen una “vaquita” entre los vecinos y piden en los comercios del barrio alguna ayuda. “Nos dan una mano, pese a que tampoco tienen mucho margen”, dice Quevedo.

Cuánto aumentó

Según los datos de la red, el aumento va desde el 20 por ciento hasta el 100 por ciento. “En algunos lados, el doble de personas se presentan a comer. Seguimos recibiendo la misma cantidad de harina, arroz y polenta que alcanza para 700 personas. La hacíamos estirar hasta dos mil, pero ahora tenemos más demanda”, dice Quevedo.

El mismo diagnóstico hace Inés Medrano, una mujer de origen humilde que lleva a pulmón un merendero en la zona del Tropezón. Con el apoyo de manos solidarias, comen en el Centro Comunitario Esperanza unos 42 niños. A su vez, el Gobierno de la Provincia colaboró con la zona instalando salas cuna que tiene proyectadas para zonas desfavorables.

“En mi sector se nota la crisis en el tema de trabajo. Acá todos hacen changas en albañilería”, dice Medrano, y asegura que eso impactó en la alta demanda que están teniendo los comedores. “Ya no podemos ayudar a todos, a algunos tenemos que decirles que vayan a golpear otras puertas”, dice con tristeza.

Además, advierte sobre las subas en las garrafas, elementos básicos para el comedor y las familias humildes. “La garrafa chica de gas salía 90 pesos y ahora 140 o 160 pesos”, dice.

Para ayudar a algunas de las familias, Medrano coordinó asistencia especial con el Banco de Alimentos, que provee comida, aunque advierte que ese auxilio no se puede multiplicar.

La calle está más dura

Gracias a la Fundación Creamos, más de 300 personas en situación de calle o de extrema vulnerabilidad comen dos veces por semana. Antes de la crisis se cocinaban 300 porciones, pero ahora tratan de estirarla para que alcance al menos a 350.

“La población a la que asistimos ha crecido bastante en los últimos meses. Tenemos cada vez más familias completas”, dice Silvia Pereyra y explica que algunos no viven en la calle, pero se quedan después de una jornada de changas en ese centro para poder comer a la noche.

“Usualmente, en el invierno teníamos menos demanda por el frío, pero ahora muchos se quedan parados estoicamente en calle por el plato de comida”.

Lo preocupante para Pereyra es el aumento de familias que deambulan con chicos muy chicos hasta el horario en que se distribuyen las raciones. “Tenemos más de 20 por ciento crecimiento en la demanda y la situación es grave porque hay muchos chicos con bajo peso”, dice.

La fundación, que se mantiene con la ayuda de ciudadanos y empresas, funciona en la sede de la Mutual de Empleados del Banco de Córdoba. “Estamos acá hasta agosto. Necesitamos que el Gobierno nos auxilie. No pedimos la comida, pedimos que nos ayuden con la sede porque somos los que estamos supliendo el rol del Estado”, dice enojada Pereyra.

Banco de alimentos

Desde marzo, detectaron que la situación se complicaba.

90 mil son los kilos de comida que la Fundación Banco de Alimentos repartía habitualmente. Lanzarán nuevas colectas en agosto y septiembre para aplacar la situación.

135 mil es la cantidad de kilos entregada en mayo. Aun así, aseguran que se quedaron cortos. Antes, lo que recolectaban les duraba 20 días. Ahora, ni una semana.

Padre Oberlin

Atienden en cuatro comedores a los que asisten 500 personas.

El cura de uno de los sectores más golpeados por la pobreza en Córdoba dice que hay muchísimas familias con necesidades alimentarias insatisfechas. Reabrirán los comedores a partir de julio.

Fuente: La voz del Interior