Córdoba: Comedores emergentes, hijos de la situación social

En lo que va del año se abrieron nuevos comedores o merenderos en ocho barrios. Y esta semana se inauguran en tres más. Los comedores tradicionales están desbordados, dicen desde las organizaciones civiles.

En lo que va del año se abrieron nuevos comedores o merenderos en ocho barrios. Y esta semana se inauguran en tres más. Los comedores tradicionales están desbordados, dicen desde las organizaciones civiles.
En la calle Tunuyán de barrio Cabildo, entre Cleveland y Altos de Chipión, hay una vivienda pintada de verde loro, visitada a diario por 130 familias: 450 personas de todas las edades que llegan con manos vacías para volver a sus casas con una taza de leche.

Susana Altamirano abrió su casa a principios de año, cuando empezó a notar con otros vecinos que la comida no alcanzaba. “No hay para la cena y una merienda reduce el hambre de esta gente”, explica. Quieren servir comida durante el día, pero no lo consiguen. Han solicitado sin éxito aportes de parte del Estado para sostener la actividad. La organización social Polo Obrero los acompaña en los reclamos de alimento y solución habitacional, y también aporta insumos como leche y harina.

Como la demanda no afloja, tienen que recurrir a la solidaridad vecinal. Cada semana, una familia recoge donaciones del resto y hace un relevamiento de colaboradores. Los vecinos se anotan y van rotando las funciones. De esta manera, brindan una merienda que contempla leche, mate cocido, flan y pan amasado en el día o facturas, cuando las consiguen. Compran las garrafas con el dinero de la venta de empanadas.

Durante el transcurso del año, se abrieron comedores en Villa Bustos, Parque Liceo Tercera Sección, Cooperativa 12 de Julio, Argüello Norte, Cooperativa Primero de Julio, Cooperativa 12 de Septiembre, Villa La Maternidad. Esta semana se inauguran tres: en villa La Tela, en barrio San Roque y en Ampliación Ferreyra. Todos son fruto de la acción de vecinos preocupados por el hambre que crece a pesar de los esfuerzos.

Consultado por La Voz, Emanuel Berardo, referente del Polo Obrero, retrata esta realidad: “Las familias juntan dinero y alimento para dar solución al problema de la falta de comida que se agudizó este año, porque los comedores tradicionales dejaron afuera a mucha gente necesitada”.

Silvia Quevedo, referente de la organización Barrios de Pie, explica que, a raíz del crecimiento de la demanda alimentaria, pasaron de tener 22 centros comunitarios en 2017 a 30 en 2018, con una proyección creciente. Priorizan la entrega de comida los fines de semana y los días feriado, porque notan que la gente pasa estos períodos sin comer.

“Vivimos una pobreza estructural cada vez más pesada producto de la deuda social que arrastran los gobiernos. La gente empezó a cocinar porque no era suficiente con lo que ya se entregaba”, analiza la dirigente.

Quevedo sostiene que la partida presupuestaria para los comedores debe duplicarse y que los gobiernos tienen que atender las necesidades propias de la “economía popular”, con incentivos estatales a las cooperativas, herramientas laborales para los trabajadores informales y acceso a prestaciones de salud.

Lo que consiguen

Cintia Bazán vive en la villa El Chaparral desde hace 10 años y su marido, “el Chori”, de toda la vida. A falta de trabajo, en 2015 empezaron a juntar cartón para vivir. En sus recorridas por la zona, conseguían verduras, fruta, carne y leche para preparar comida para ellos y sus seis hijos. Hace algunos meses, una mamá del barrio llevó a la casa de la familia a sus cinco hijos porque no tenía para darles de comer. Allí se dieron cuenta de que había más niños que necesitaban un plato de alimento, y desde esa vez no paran de recibir gente. A diario almuerzan más de 70 niños y la demanda aumenta. “Necesitamos de todo, siempre falta alimento, y la garrafa es difícil de comprar”, cuenta. El marido amasa pan que luego venden y con el dinero pagan la garrafa y compran productos, pero les cuesta costear las verduras y la carne. Tienen un Facebook que revisan a diario con la esperanza de recibir donaciones: “Cintia Carlos”.

A escasos metros, tras sortear una bajada pedregosa, hay otro comedor conocido como “Esperanza Popular” que ayer festejó el “día del niñe”. Miriam Flores, Andrea Moreno y Brenda Lencina cocinan desde la tarde la comida que sirven a la noche. “La mesada se llena de tápers. El último año empezaron a sumarse dos o tres por semana, y lamentablemente no alcanza para cubrir todo. Algunos se van sin nada”, se lamenta Miriam. Hace tres años que cocinan y que notan un incremento constante de la demanda. Consiguen más cantidad de alimento, pero no cubren la petición que reciben los lunes, jueves y sábados, que son los días de comedor. Destacan el acompañamiento de varias vecinas y de la Casa Popular Carlitos Reyes, ubicada a tres cuadras de los terrenos. “Sin la ayuda de ellos no hubiéramos podido empezar, porque fueron los que alentaron para que construyamos el salón y nos ayudaron a organizar todo; además hacen aportes para que podamos cocinar”, cuenta Andrea.

Cruzando a otra punta de la ciudad, en barrio Colonia Lola vive Roxana Moreno. Hace tres meses, abrió las puertas de su casa los sábados y los domingos. Armó un grupo de vecinos y vendió empanadas para conseguir fondos. Todos los fines de semana, la casa de Roxana recibe entre 20 y 50 personas a comer. Ahora el lugar es conocido como “Vocecitas de Acosta”.

Fuente: La Voz