Crece la demanda de familias completas en comedores y merenderos sociales en la ciudad de Santa Fe

Hay espacios que cuentan con listas de espera. En algunas agrupaciones hay preocupación por la calidad de los alimentos y la dificultad para conseguir leche. A otras, el Estado les adeuda dinero de asignaciones sociales.

Hay espacios que cuentan con listas de espera. En algunas agrupaciones hay preocupación por la calidad de los alimentos y la dificultad para conseguir leche. A otras, el Estado les adeuda dinero de asignaciones sociales.

En la ciudad de Santa Fe hay diferentes organizaciones sociales que tienen decenas de merenderos y comedores solidarios en barrios del cordón oeste, norte y de la zona costera. No todos dan abasto con la creciente demanda, y se distribuyen días y horarios entre ellos para poder cubrir las comidas de las familias empobrecidas. Algunas agrupaciones tienen personería jurídica, se fueron formando desde la militancia barrial, y en otros casos son personas que comienzan a organizarse para resolver el problema alimentario de sus vecinos. Pero en todos los casos tienen en común que son los trabajadores de la economía popular quienes contienen a los sectores sociales vulnerables en plena pandemia y crisis económica, y que cada vez se les suma más gente que tiene dificultades para acceder a la comida. Y si bien les pueden solucionar a muchas familias el problema del hambre con espacios donde se cocina, los alimentos no siempre son variados o de calidad.

La Fundación Mundo Pequeño funciona en barrio Alfonso con talleres recreativos y culturales para niños. Además, tienen un comedor para los almuerzos y para las meriendas. Su impulsor, Raúl Dalinger analizó sobre la pandemia: «Hubo un crecimiento de demanda en los espacios alimentarios. Se ve que hay mucha más necesidad, en distintos aspectos. Por ejemplo en los pedidos de ropa, que nosotros tenemos un sistema están pidiendo muchísimo más que antes. Estamos entregando 170 raciones para almuerzos, que son chicos y chicas. El tema de la merienda se notó un poco más, porque el almuerzo viene siempre más la gente, pero a la merienda por ahí la gente no está tan acostumbrada. Vienen realmente, cuando hay mucho hambre. Y eso creció mucho».

«Estábamos entregando entre 120 y 130 raciones y eso en las últimas dos semanas empezó a crecer hasta llegar a 150. Se nota bastante. Es algo que tenemos que tener en cuenta para poder proveer más. Merienda estamos haciendo martes y jueves. El almuerzo los hacemos los sábados. Y los miércoles tenemos un taller de cocina donde los chicos se llevan todos los recursos para laburar en su casa y es una asistencia de alimentos con el complemento educativo. En realidad ese día salen 31 bolsas, que de ahí come un montón de gente porque llega a cerca de 140 personas que componen esas 31 familias. Ahora con la pandemia hacemos los cursos de manera virtual con la chef que está cargo del curso y la comida les queda en sus casas. Es una forma indirecta de asistencia», agregó.

En la misma línea apuntó Mariano Montagna, colaborador de Arroyito Seco, una agrupación que trabaja con múltiples actividades deportivas, educativas y alimentarias en Alto Verde observó: «La demanda creció, pero se estabilizó en abril y mayo, que sigue igual hasta hoy. A partir de ahí no hubo grande cambios. Por suerte hubo aumentos excepcionales de Desarrollo Social estos meses para paliar la situación. Y dentro del mes varía también de acuerdo a cuando depositan en la Tarjeta Alimentar».

En barrio Chalet funciona un comedor de lunes a viernes en la vecinal, y además los fines de semana hay viandas que se producen en el espacio de La Poderosa (J. J. Paso 3971): «La lista se sigue agrandando para el comedor. Ahora por suerte les pudimos dar otra respuesta a las familias que se fueron incorporando, porque la transferencia de recursos de parte de la Nación y de Provincia sigue igual pero pudimos actualizar el alimentario porque llegó más mercadería. Así que se van acercando las familias. De todas maneras, la lista de espera de semana a semana, se agregan por lo menos dos familias. Viene el grupo familiar entero, porque es muy feo pensar que alguien quede sin comer. Cuando empezamos la pandemia teníamos cerca de 40 familias y ahora estamos cerca de las 60», explica la referente de la agrupación, María Claudia Albornoz, a UNO.

La Corriente Clasista y Combativa tiene comedores y copas de leche en los barrios Arenal, San Lorenzo, Santa Rosa de Lima, Villa del Parque (es el más grande y van vecinos de Barranquitas oeste, Barranquitas sur y Villa Oculta), La Lona (en Candioti Norte sobre la vía y Luciano Torrent), Guadalupe oeste, Coronel Dorrego, Pompeya (el que más se ha incrementado), 29 de abril, La Ranita, Cabaña Leiva, Loyola, Colastiné (en Vía muerta), y en Villa Adelina de Santo Tomé. Sebastián Saldaña, referente del espacio señaló: «Venía aumentando la cantidad de personas desde noviembre del año pasado. Y a principio de la pandemia ya se volvió a incrementar y en estas últimas semanas se aceleró más, en un promedio de 15 por ciento. Además crecieron las veces que las familias buscan comida, quienes antes necesitaban una vez a la semana, ahora necesitan dos o más, dependiendo del barrio; hay lugares en los que damos cuatro o cinco días a la semana. Y hay vecinos autoconvocados que han abierto un dia de comedor o de copa de leche, es otro parámetro de que concretamente hay más gente en comedores».

Griselda Soloaga, vecina de Santa Rosa de Lima inició junto a vecinos del barrio el proyecto de hacer viandas para personas de la tercera edad que tienen dificultades para acceder a la comida: «Hubo un incremento bastante grande. Llevamos las viandas a personas mayores a cada casa. Tenemos 43 abuelos y abuelas. Empezamos con 18. Hacemos solo Santa Rosa de Lima, en el barrio, pero no podemos ir a otros barrios porque no tenemos movilidad aunque tenemos consultas. Cocinamos los domingos, hacemos cenas. Necesitamos donaciones porque no tenemos personería jurídica todavía. Necesitamos carne, pollo, verduras, lo que se pueda dar. Son los más vulnerables y perjudicados en este momento porque no tienen ayuda». Se localizan bajo el nombre Puente de Actitud y solidaridad en redes sociales y a los números 154-638-962 y 4564111.

La Unión de Trabajadores de la Economía Popular (Utep) está compuesta por siete movimientos populares y nuclea a más de 1.500 trabajadores informales. Forman parte el Movimiento Popular La Dignidad, el Movimiento de Trabajadores Excluidos, la Corriente Clasista Combativa, el Movimiento de Organizaciones Barriales y el Movimiento Evita, que en conjunto tienen unidades productivas, y más de 110 merenderos y comedores que son atendidos por trabajadores comunitarios. Carlos Abad, referente de la Utep, sostuvo: «Con un incremento de alrededor del 30 por ciento por la pandemia y la cuarentena, se añade el agravante de no encontrar una solución, por lo menos paliativa, para cubrir los recursos no solo alimenticios sino de infraestructura en los merenderos. Con el municipio hemos abierto instancias de trabajo en el marco de la Mesa de Diálogo social y económico en comisiones con funcionarios, pero hay una falta de materialización de lo más urgente que es lo alimentario».

Comida para tapar el hambre no es alimentación saludable

Al ser consultados sobre los modos de administrar los recursos y los alimentos para solventar la necesidad de tantos vecinos, los referentes coincidieron en que los subsidios estatales no alcanzan para cubrir alimentos básicos como leche, carne, frutas y verduras.

«Se dan 5 veces a la semana, 400 raciones. Eso es imposible. El cálculo que hace el Ministerio (ahora y antes) sobre el valor de una comida alcanza (arañando) para hacer solamente guiso. No hay ninguna posibilidad de brindar un menú más nutritivo con los montos que asignan en base a su cálculo.Tampoco hay capacitaciones para quienes llevan adelante el comedor puedan brindar otro tipo de menú», apuntó Montagna sobre la calidad de los alimentos.

Desde la CCC apuntó Saldaña: «Un problema muy grave que venimos planteando en la mesa de diálogo con el municipio, desde que empezó la pandemia está atrasado siempre tres meses. Se pone al día, después se retrasa tres meses y con eso compramos la carne la verdura y las frutas. Queremos incorporar más fruta para que sea más saludable, pero lo único que podemos comprar es lo seco y algo de pollo pero muy poco. No podemos hacer comida saludable, ni agregarle lo más importante que es la proteína de la carne, ni verduras ni frutas. Ahora el municipio nos pagó mayo, pero ya debe junio, julio y agosto».

«Concretamente estamos al borde de cerrar los comedores justamente por esta situación. Venimos de reunión en reunión y no nos dan respuesta, nos dicen que no se recauda plata del casino, como que solo es esa la posibilidad que tienen en relación a sus finanzas. Después la Provincia ha duplicado la tarjeta institucional. Desde Nación se vienen haciendo convenios, –bastante retrasados– pero se están empezando a poner al día, aunque es todo seco. Nos falta lo fresco, la verdura, la carne, las frutas», concluyó Saldaña.

Por su parte, Dalinger describió: «A nosotros lo que más nos gusta es poder hacer una chocolatada siempre para los chicos. Pero por supuesto que eso es lo más costoso. Así que la verdad lo que estamos haciendo es mechar con mate cocido o te y otras opciones porque nos cuesta bastante conseguir leche. Es uno de los alimentos mas importantes, mas valioso y más costoso también. Así que hacemos muchas cosas con harina, todo lo que se pueda envasar y muchas recetas de olla como arroz con pollo por ejemplo. Los alimentos en grandes cantidades siempre terminan siendo los mismos, pero la leche es irremplazable, tiene que estar pero es muy costosa y es difícil conseguirla».

«Recibimos donaciones, estamos rodeados de muy buena gente. En Santa Fe hay muchas personas solidarias. Lo que pasa es que estamos viviendo momentos tan complicados que por ahí la gente que siempre nos ayudó está pasando alguna dificultad. En su mayoría las donaciones vienen de particulares o de empresas privadas. El Estado a a nosotros nos provee la famosa tarjeta institucional que es de la provincia, pero el valor es de 16.500 pesos mensuales y eso es muy poquito. Para el taller de cocina con el que 31 familias van a comer, que tiene ingredientes muy sencillos y comunes, se gastaron seis mil pesos en una sola semana. Es decir, no rinde nada. Y la Municipalidad también nos da un valor un poco inferior a esto que está en los 10 mil pesos mensuales que complementa y ayuda», sostuvo.

Y Albornoz concluyó: «Es un problema la alimentación nutritiva y balanceada porque Nación manda todo lo que es harinas, polenta, leche, aceite, a veces puré de tomate. Esa alimentación que nosotros le decimos «lo seco» no hace que sea equilibrada. Lo bueno y lo importante es que La Poderosa está trabajando con Unicef, para que podamos balancear la dieta de los comedores. Podemos acceder así a los frescos, es decir carne y verduras. Lo más difícil de comprar es la carne. Con la tarjeta que nos da la provincia es muy difícil de acceder a esas comidas porque en los lugares donde se compra con la tarjeta esa son en algunos supermercados que están designados por la misma dirección de alimentación y nos sale muy caro porque se aprovechan de la situación y nos cobran carísima la carne».

«Así que esto de Unicef nos vino a salvar porque hicimos compras a la UTT de verduras y a carnicerías que nos daban muchísimo mejor precio con carne de vacas y de cerdos. De la municipalidad nosotros a lo que accedemos es a bolsones. Tenemos comedor sábados y domingos, que son los días más flojos porque no hay escuelas y los chicos no pueden comer ahí. Y sin los trabajos o changas que tenían los miembros de cada familia es mucho más difícil acceder a una moneda para comer el fin de semana. Entonces tenemos el comedor esos días y hay otras organizaciones que trabajan de lunes a viernes. Y cada 15 días entregamos durante la semana bolsones para reforzar los días que no tenemos comedor».

Fuente: Uno