Crítica situación para los comedores de Río Cuarto: hay más demanda y menos recursos

En el actual contexto de crisis económica, los merenderos locales se enfrentan al desafío de dar respuesta a una mayor cantidad de personas, con posibilidades cada vez más limitadas. Varios debieron reducir la entrega de alimentos

En el actual contexto de crisis económica, los merenderos locales se enfrentan al desafío de dar respuesta a una mayor cantidad de personas, con posibilidades cada vez más limitadas. Varios debieron reducir la entrega de alimentos

La situación de los comedores comunitarios y merenderos se torna cada vez más compleja. El ajuste golpea fuerte en los barrios, donde la demanda de alimentos se disparó, pero los recursos para sostener estos espacios son cada vez más escasos. Mientras la situación económica no percibe mejorías, los merenderos y comedores comunitarios se enfrentan al desafío de seguir brindando un plato de comida a cada vez más personas. Muchos de estos espacios debieron reducir la cantidad de viandas y la variedad de los alimentos.

Lorena Toledo, referente barrial y coordinadora del comedor “Ilusiones”, que funciona en el barrio Cola de Pato, expresó su preocupación ante la creciente demanda de alimentos: “En este último año hemos recibido un aumento del 70% de personas, muchos de ellos adultos mayores que se acercan para poder conseguir medicamentos; también ha crecido el número de personas que acuden a pedir una ayuda puntual: leche, artículos escolares, ropa”.

El comedor Ilusiones actualmente entrega viandas 2 veces a la semana y brinda alimento a más de 200 personas.

El espacio comunitario “Ollas Poderosas” funciona hace 6 años en barrio Alberdi; en el comedor se entregan 430 viandas una vez a la semana, y el merendero prepara 320 meriendas martes y jueves que varían según los insumos que consiguen. En los últimos días iniciaron una campaña solidaria donde solicitan donaciones para poder pagar el alquiler.

“Anteriormente, el merendero funcionaba en casas de familias de distintas compañeras y, al ir creciendo la demanda, decidimos alquilar un espacio. El alquiler ha aumentado el doble en los últimos meses y realmente es muchísimo para nosotras que sostenemos este proyecto a pulmón y no sólo es el alquiler, aumentan todos los insumos constantemente”, comentó Cintia Ávila, responsable del Centro Comunitario.

Además, Ollas Poderosas asiste a 15 familias de manera constante, ya que son personas jubiladas, pensionadas o con discapacidad. A ellas se les entrega una canasta de alimentos de manera mensual. “Este año se sumaron a solicitar su vianda 25 familias nuevas, muchas de ellas trabajadoras del sector formal que a pesar de tener su recibo de sueldo necesitan algún tipo de ayuda porque no les alcanza”, agregó Ávila.

Los aumentos de los montos de alquileres, de los servicios de luz y de los costos de los insumos necesarios para sostener los centros comunitarios los empujan a una situación crítica. El comedor Arveja Esperanza -tal como publicó ayer este diario- debió cerrar sus puertas ante la imposibilidad de pagar el aumento del alquiler, que fue, en su caso, del 300%.

Durante los últimos años, el trabajo de los comedores, merenderos y ollas comunitarias no se limitó a la provisión de alimentos. Allí se atienden otras problemáticas como las situaciones de violencia por motivos de género, las barreras en el acceso a la salud, al trabajo y a la educación, el consumo problemático de drogas, la crisis habitacional, entre otras. Las cocinas se convirtieron en escenarios que permiten el acceso a otros derechos.

Las personas que sostienen estos espacios lo hacen de manera voluntaria, sin recibir ningún tipo de remuneración por su trabajo, y son en su mayoría mujeres jefas de familia. “El año pasado nos costó muchísimo sostenernos, sobre todo en la segunda mitad del año. Somos un grupo de 12 mujeres trabajadoras que tuvimos que salir a buscar más trabajos; la mayoría de nosotras tiene 2 o 3 empleos porque no podemos cubrir las necesidades del hogar, entonces eso recae en que no podamos dedicar tanto tiempo a las tareas comunitarias”, se lamentó Cintia.

En el comedor Caritas Sonrientes, también de barrio Alberdi, coordinado por Lorena Rocha, colaboran trabajadoras sexuales y ex trabajadoras sexuales de la organización AMMAR. “El proyecto nace de una necesidad colectiva de empezar a emprender otros caminos y de las experiencias de vida de cada una de nosotras, que muchas veces necesitamos un plato de comida y no lo tuvimos”, relató Loló. Actualmente, el comedor funciona en la casa familiar de Lorena; allí realizan 3 ollas populares al mes para brindar alimento a 80 personas. Además, asisten a 10 personas adultas mayores de manera permanente a quienes les entregan un menú todos los días. Con relación al aumento de la demanda de alimentos, Loló relató que en las últimas semanas comenzaron a recibir pedidos por parte de las personas que fueron relocalizadas cerca del Parque Industrial: “Ya tenemos entre 8 y 10 familias que demandan ropa y comida”.

A pesar de las inciertas proyecciones, las trabajadoras de las ollas populares insisten en sostener proyectos colectivos y solidarios para dar respuesta a las necesidades de sus barrios. Cuando se les preguntó sobre sus expectativas para este año, Lorena Toledo respondió: “Como todos los años, esperamos que la asistencia alimentaria sea cada vez menos demandada porque eso significaría que las personas tienen trabajo y la posibilidad de sentarse a la mesa a compartir la comida junto a su familia”.

Fuente: Puntal